Como muchos otros festivales, Cryptshow tuvo un duro arranque. Fue cambiando de local cada edición y teniéndolo difícil para hacerse oír entre otros eventos de la misma índole. Han pasado diez años desde su primera edición y se ha ido consolidando poco a poco hasta llegar a hoy. De nuevo, en el Círcol de Badalona, un pequeño grupo de aficionados se ha encargado de que, durante cinco días, el público tenga la oportunidad de disfrutar de una variedad de sesiones artísticas: cortometrajes y largos de género, actuaciones y números musicales, lecturas y presentaciones literarias, exposiciones de dibujo y pintura...Durante cinco días, la variedad y el entretenimiento están garantizados.
DÍA 1 - PROMESAS DEL ESTE
Como en la edición anterior, el primer día sólo contuvo una doble proyección. Tras la presentación, los espectadores pudieron ver Graffiti, cortometraje nacional fuera de competición debido a su duración. Filmado en una Prípiat (ciudad de los trabajadores de la central de Chernóbil) nevada narra un peculiar romance entre edificios y restos abandonados tras la catástrofe nuclear. Tras éste, se proyectó un clásico del cine mudo, Aelita (Yakov Protazanov, 1924), acompañado de la música en directo de la banda de Agustí Busom, que repite tras la pasada edición. Disfrutar en pantalla grande de una película de casi cien años de antigüedad, que trata temas relevantes y más recientes de lo que parece a simple vista y con casi dos horas de acompañamiento musical, es una experiencia casi única teniendo en cuenta la oferta en la mayoría de cines.
DÍA 2 - MUERTE
Después del gran aperitivo del primer día, a partir del jueves el festival amplió su programación abarcando casi la totalidad del día. Tras organizar un taller de maquillaje y caracterización en el que se le dió un aspecto terrorífico a los más jóvenes, algo cada vez más habitual en estos eventos, comenzaron las proyecciones de cortometrajes a competición. La primera de todas estuvo dirigida a un público infantil, compuesta por cuatro obras de animación desde moralistas, hasta ligeramente crudas pese a su aspecto inofensivo. Como ejemplos, mientras que El trompetista fue una apología al arte, Johnny Express retrató el exterminio accidental de todo un planeta con un tono cómico.
Entrada la tarde y habiendo desaparecido los niños de la sala, el público pudo ver L’illa de Toth (Héctor Morgan y Fèlix D'Ax, 2010). Siguiendo la dinámica de mostrar algún que otro título peculiar y que muy probablemente ninguna sala proyectaría en su sano juicio, en esta ocasión se homenajeó a Josep María Bendicho, protagonista de la cinta y fallecido recientemente. La combinación de diferentes estilos de fotografía y de montaje hizo de la película algo curioso de ver, pese a que su doblaje y algunas interpretaciones dificultaran poder disfrutar la obra de manera contínua.
Tras una divertida presentación del DVD de Fist of Jesus con la muestra de algunos de sus extras -pequeños clips a modo de sketch-, se mostraron la segunda y la tercera tanda de cortos a competición. En estas destacaron Clarke’s Third Law, un bello y humilde homenaje al autor y a la ficción científica; They will all die and space, producción española con Alien de Ridley Scott como principal referente artístico, que recibió el premio a la Mejor fotografía; The hole, animación surcoreana sencilla a simple vista pero con mucha fuerza; y Freedom & independence, trabajo muy especial que fue más allá de la política y la religión, escrito, producido, dirigido, protagonizado y editado por Bjørn Melhus, el cual se llevó el premio al Mejor actor.
Además, también se pudieron ver Titan y Äralend, ambas protagonizadas por astronautas abandonados y condenados a morir, bastante bien producidas pero con un discurso final bastante confuso; Vardøger, con la fotografía analógica como herramienta para encontrar a un asesino en serie; y A single life, que pese a su manido uso del disco de vinilo con trayectoria de la vida y un archiconocido carpe diem, resultó ser un divertido recordatorio de dicho mensaje.
Hacia medianoche, el público fue dirigido hacia el Cementeri del Sant Crist. Allí, un peculiar vigilante abrió las puertas y acogió a los asistentes mientras tocaba su sierra musical a la luz de las velas. Siguiendo un camino hecho de éstas, los curiosos llegaron hasta el centro del cementerio, lleno de sillas para acomodarse. Marçal Font i Espí y el saxofonista Ferran Besalduch llevaron a cabo la necroantología poética: poesía gótica en catalán y castellano con la muerte como tema principal. Con El cuervo de Poe, con una traducción y lectura magníficas, como momento climático, la experiencia fue acercándose a su fin hasta que los presentes manifestaron con aplausos lo especial y agradable que les resultó el evento. Sin duda alguna, una noche muy diferente a las habituales en el panorama de festivales de género.