Detrás del estreno del nuevo film de los "Cazafantasmas" se ha levantado un debate por lo que al cambio de género realizado. En aras de ofrecer las dos caras de la moneda, en el siguiente artículo teneis dos críticas en paralelo, dos visiones, dos puntos de vista, dos géneros. El debate está servido.
Hay un dicho popular que reza: “El camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones”. “Ghostbusters” las tiene todas y no consigue llevar a cabo ninguna.
El principal punto que podríamos considerar positivo de la película es que parece guionizada y dirigida específicamente por los partidarios y defensores del Test de Bechdel para contrarrestar el machismo convencional del cine comercial, y apuesta por funcionar de forma independiente a la franquicia original desde una perspectiva feminista. Lo cual, aunque lo parezca, no tiene por qué ofrecer un buen resultado.
Esta entrega, que en principio iba a ser una secuela, se convierte en un reinicio completo de la saga: el grupo es introducido al espectador desde cero, con un trasfondo bastante diferente al presentado en la original, al aportar un punto de vista científico y argumentado mediante el cual se explica el funcionamiento y método de creación de las diversas armas que utilizan e incluso la existencia de los fantasmas. Esto es algo que llevamos viendo durante los últimos años en las producciones Hollywoodienses (especialmente de superhéroes): se tiende a ensalzar la ciencia-ficción y eliminar todo lo posible la fantasía de aquellas películas que no posean ese género de forma exclusiva.
Erin Gilbert (Kristen Wiig), Abby Yates (Melissa McCarthy), Jillian Holtzmann (Kate McKinnon) y Patty Tolan (Leslie Jones) son las integrantes del cuarteto de cazafantasmas, y combinan la actividad como profesora de física de Erin, la ciencia experimental del dúo Abby-Jillian y el conocimiento urbano de Patty para obtener un grupo heterogéneo que podría funcionar sin mucho esfuerzo.
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“Ghostbusters” es una cinta de crítica complicada. Y el problema no radica en la propia película, sino en todo lo que le precede y acompaña. La sola intención de un remake ya dividía a sus cientos de fans entre los que pensaban que era aún otro remake innecesario y los que lo esperaban con ilusión. Pero en el momento en que Columbia pictures decidió hacer de la nueva versión un gender-bender, se abrió la caja de Pandora. Los grupos feministas reivindicativos hicieron de la cinta un estandarte del movimiento, mientras que sectores más conservadores le acusaron de convertir el sacrosanto clásico de Ivan Reitman en un spin-off de “Sex in the City”. La prueba última de la politización de la cinta es que la mayoría de los comentarios vertidos por estos sectores, corresponden a gente que ni siquiera ha visto el film. Que el trailer tuviera una de las peores recepciones de la historia, no hizo más que avivar la polémica. Y en el centro del huracán, el director Paul Feig azuzando a los fans con una conveniente indignación. ¿Había encontrado Columbia el hype perfecto para esta re-encarnación de Ghostbusters? Si la polémica no era desde su origen una orquestación del departamento de marketing, estaba claro que los chicos de publicidad le habían sabido sacar tajada al asunto. Frente a este panorama, solo me quedaba una manera de afrontar la crítica de manera que fuera imparcial para con el film: disociarlo de todo el fenómeno mediático que había producido. Decidí visionar la película como si no fuera remake de nada y, más importante aún, asumiendo que en el siglo XXI el hecho de que los protagonistas sean masculinos o femeninos no debería enarcar ceja alguna.
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Cosa que no hace.
Las cuatro actrices de “Saturday Night Life” junto a Chris Hemsworth (Kevin) aportan el elemento cómico a una película que no se sostiene sin ellas. No existe un propósito cómico real que no involucre el carisma de nuestras chicas y su capacidad de dar vida a situaciones cotidianas y relaciones interpersonales de forma que parezcan divertidas (aparte de los chistes malos y superficiales que encontramos a lo largo de todo el film). Pese al talento de las estrellas y la intención positiva del guión, no se ofrece precisamente un enfoque de empoderamiento: racismo y clasismo vienen de la mano de Patty Tolan, la cual es representada como una persona de color estereotípica de barrio bajo con connotaciones muy negativas. Asimismo, se reproduce e invierte el sexismo al que se ha sometido a la mujer durante años mediante la presencia de Kevin, un secretario tan tonto que es incapaz de coger el teléfono de forma adecuada y al que se quedan únicamente porque es atractivo.
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Afortunadamente, no fue algo difícil de hacer. Primero, porque “Ghostbusters”, más que un remake, es una película totalmente nueva. Lo único que debe a la original es el concepto y los cameos (más sobre los cameos luego). La trama es diferente, los personajes son diferentes y, en general, todo tiene un aire propio. Lo que legitima el trabajo de Paul Feig. Por otro lado, y sintiendo desanimar a todos los exaltados de uno y otro bando, la cinta carece de reivindicaciones de clase alguna ni se sitúa a favor o en contra de nada. Es una comedia pura y dura que tiene como protagonistas a cuatro de las humoristas de moda. Los chistes no son sexistas, las situaciones son las propias de una comedia y los roles no están polarizados. Bueno, sí, Chris Hemsworth -Thor para los amigos- hace de secretario tontito que va de listo. Y eso da cuerda para una buena cantidad de running gags que mantienen el nivel de diversión constante. No hay, por tanto, nada de la polémica establecida que sea intrínseco a la cinta. Aclarado esto, veamos qué tal es la película por sí misma.
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La película tiene un inicio potente y de gran calidad con una introducción relativamente brillante tanto de los personajes como de los conceptos con los que deberemos estar en contacto durante todo el film. La dinámica de caracteres se presenta equilibrada, mostrando el modo en que lentamente encajan unos engranajes que aparentan ser demasiado dispares. Encontramos un argumento de ciencia ficción con ligeros toques de misterio que promete mucho más de lo que termina dando.
Aproximadamente a partir de la mitad de la película, la calidad comienza a decaer de forma progresiva hasta alcanzar el clímax menos climático que he presenciado en los últimos tiempos. Si hiciéramos un recuento de los errores cometidos durante esta fracción temporal encontraríamos: dinámicas de personaje que se vuelven forzadas, metidas con calzador dentro de una trama que va perdiendo el sentido; un villano que resulta horriblemente cómico y nada amenazador; la presencia del gobierno con las amenazas menos creíbles que he tenido el disgusto de escuchar; o cameos mal colocados en momentos clave que logran desinflar totalmente la tensión que pudiera haberse creado, entre muchos otros fallos. El equipo de efectos especiales, sin embargo, ofrece un espectáculo maravilloso lleno de fantasmas...en el que no puedes integrarte y comprometerte por mucho que lo intentes. Durante la batalla final llega el punto en que las cazafantasmas son simplemente cuatro mujeres recreándose en una ciudad que no corre peligro en absoluto, con un compromiso tan inexistente como el del espectador sobre la amenaza que asola a los civiles. |
“Ghostbusters” es lo suficientemente desenfadada y gamberra como para poder pasar un buen rato en el cine sin mirar el reloj. No se toma demasiado en serio a sí misma, y eso, en una cartelera plagada de películas excesivamente épicas, es un gran acierto. Los personajes están en su punto y las actuaciones son todas muy graciosas. A destacar el trabajo de Kate McKinnon (“Buscando a Dory”, 2016). Con un look muy diferente al que viene a ser habitual en ella y un histrionismo que rompe todo límite, hace un personaje a medio camino entre lo psicótico y lo bizarro que ofrece diversión a raudales. Para los nostálgicos, tenemos cameos de todo el reparto original. A excepción de Rick Moranis (“Spaceballs”, 1987), que ya expresó hace tiempo su falta de interés por el proyecto. Los guiños no se reducen a los cameos y es entretenido ir descubriéndolos; a modo de ejemplo, la estación de bomberos o la moto “ECTO2”. Sorprende, sin embargo, que el formato que ha elegido Feig para la cinta no es el de una película, sino el de una sitcom: escenarios reducidos y recurrentes, elenco limitado que se limita a relacionarse unos con otros, favorecer la relación entre los personajes y el gag sobre la casi inexistente trama, etc. Aunque la decisión no me desagrada, me pareció en un primer momento sorprendente. Si bien, al comentar la película después con un buen número de personas que encontraban el “Ghostbusters” original aburrido, llegué a la conclusión que era a causa de su cualidad de sitcom que esta nueva encarnación les parecía más amena y divertida. No cabe duda de que estamos en la era del lenguaje televisivo.
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Finalmente, creo que la pregunta no es si “Ghostbusters” puede tener éxito con un reparto que invierta los géneros de los personajes, sino si la original “Ghostbusters” era el mejor material que podían haber escogido para ello. Así que, aunque se consigue empoderar a las actrices y se las coloca en un puesto de visibilidad pública, no es esto lo que debería haber guiado la película y, sin embargo, es la única razón de su existencia. Pese a ello, “Ghostbusters” va a pasar sin pena ni gloria como una película de verano por haber llegado tarde, camuflada entre otras películas de actualidad que sí consiguen un guión decente a la par que fomentan un empoderamiento femenino, como “Mad Max: Fury Road”. Quizá unos meses más de preproducción hubieran agilizado el resultado que hemos obtenido los espectadores, quién sabe. “Ghostbusters” ha sido, al final, una película muy agridulce y demasiado mejorable que deja a sus enemigos con una sonrisa en la boca y a sus defensores, derrotados por completo.
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En el aspecto negativo tenemos un tercer acto que es puro montaje de producción Hollywood actual. Innecesarias, interminables y aburridísimas escenas de acción en las que nos olvidamos que estamos en una comedia e intentamos buscarle el punto “Pirates of the Caribean”. Ese mal que aqueja por igual a la Alicia de Tim Burton y que tiene como único fin decir que tu film “abre target” en la mesa de reuniones de la productora. Bueno, al menos han dado trabajo a un par de estudios de VFX. Mi otra queja a los productores es ésta: respeten el montaje original. Es obvio que el baile esperpéntico que mantienen el secretario poseído y las fuerzas de la policía y el ejército y que se puede ver en crédito finales iba inserto en el rodaje. De hecho, lo han sacado de él de un puro hachazo que haría llorar al montador más pintado. La escena era divertida y funcionaba bien. Prueba de ello es que la han dejado en créditos. Si necesitan que la película dure menos, quiten luchas con fantasmas de poca monta, que no aportan nada a la cinta. Tenía que decirlo.
En conclusión, esta nueva versión de “Ghostbusters” es una buena opción para aquellos que quieran ir a pasar un buen rato al cine sin expectativas ni reivindicaciones. Una obra redondita y amena que no pasará a la historia pero que, sin embargo, da lo que se espera de una comedia: Diversión.
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