¡Ya tenemos aquí la edición número 49 del Sitges film Festival! A las puertas de su primera mitad de siglo, el festival se presenta más potente si cabe, que la edición pasada. Vamos a vivir emociones fuertes durante diez días con una oferta de más de 170 películas en su parrilla, actividades paralelas, masterclass y muchas sorpresas más, empezando con la inauguración.
Dar el tiro de salida con una producción nacional viene siendo tradición y en esta edición la elegida ha sido “Inside”, el anunciado “remake” español de la aclamada “À l’intérieur” (Alexandre Bustillo, Julien Maury, 2007). Dirigida por Miguel Ángel Vivas a quien conocemos en el festival por su sorprendente “Secuestrados” y guionizada por Jaume Balagueró y Manu Diéz, el film toma la historia de la película francesa. Y es que tan sólo toma la historia, pues más que remake, debería promocionarse como “inspirada en...” ya que “Inside” es un “À l’intérieur” sin gore y sin sorpresas. Lo que queda es un drama, algo ajustado, en el que una mujer embarazada trata de defender su vida y la de su hijo nonato. Esta versión edulcorada deja mucho que desear, empero, seguimos la jornada con buen ánimo con otra producción nacional.
Se podría decir que Mateo Gil, no se decanta por proyectos aparentemente comerciales, en su lista está “Nadie conoce a nadie” o ”Blackthorne”, no en vano, ponerse sobre las espaldas una versión del mito del Golem o el moderno Prometeo parece hecho a medida.”Proyecto Lázaro” título que lleva su último trabajo, es una película notablemente ejecutada y con una gran diseño de producción, algo que se nota por cómo se resuelve elegantemente y de forma efectiva la recreación del contexto futurista en el que transcurre parte de la historia (aparte de algún que otro fallo por lo que los detalles se refiere). Puede resultar pretenciosa por momentos tanto por su forma como por el hecho de que el mensaje objetivo no acaba de ser claramente alcanzado.
También caben destacar los efectos especiales, que no tienen nada que envidiar a cualquier otra película de género con más presupuesto así como la interpretación, en la que la nieta de Charles Chaplin, Oona, brilla especialmente.
La gran virtud del filme es su carencia de moralismos, alejándose de la tradicional explicación religiosa para darnos otro punto de vista acerca de cómo enfrentarse a la muerte y a la vida.
Y siguiendo con el tema de la resurrección y a diferencia de la película de la gran apertura, la coreana “Train to Busan” sí que da lo que el público de Sitges espera. Estamos ante una película de zombies muy entretenida cuyo ritmo frenético hace imposible la existencia de momentos aburridos. Todo lo que desean los fans del género. A pesar de que es un poco lacrimógena en algunas escenas, el conjunto se mantiene bastante bien pues es refrescante y no cae en hastiantes tópicos.
Sin ir más lejos, el hecho de que el contagio fuera rápido y de que los contagiados tuvieran tanta energía, algo tan criticado en “Guerra Mundial Z” (Marc Foster, 2013), aquí se resuelve satisfactoriamente e incluso resulta de lo más original, ya que más que horda de zombies, da la impresión de que se te viene encima una oleada mortal. Dejando de lado la parte de fantasía, el film es bastante realista por lo que a aptitudes de los protagonistas se refiere, ninguno da más de lo puede ni aprende a luchar en 30 segundos. Por otro lado, no debemos olvidar la comparación que se le ha hecho con “Snowpiercer” (Bong Joon-Ho, 2013), ciertamente, el tema de las clases sociales o de la presión de éstas para hacer su egoista voluntad, se encuentra, pero como siempre se halla en todas las películas de catástrofes, sin tanta profundidad y paralelismo como el que tuviera aquella.