A caballo entre “Nikita” y “Old boy”, el film coreano “La villana” narra la desgraciada vida de una niña que, tras presenciar el brutal asesinato de su padre, es criada y entrenada para convertirse en una asesina perfecta. Lo mas irónico es que, duchos en estos giros en los filmes de este país, no es reclutada por una sino dos organizaciones para ese mismo fin. Bizarradas de argumento a parte, la película solo tiene interés por la impecable factura y dos escenas al puro estilo de “Hardcore Henry” (film que también visitó el festival) con planos en primera persona que corresponden a principio y fin, el desarrollo, muy prescindible, sólo es una excusa para torturar a la protagonista sin piedad y tener mas metraje.
Cambiando de tercio, sorpresa muy agradable nos encontramos con la producción gallega “Dhogs”. Metacinematográfica, la película plantea un tema no original, pero siempre necesario para sacar a la palestra. La perversión del espectador, la morbosidad puesta en imágenes y a la postre la desensibilización progresiva de un público que disfruta con la violencia como sí de un juego se tratara gracias a su postura aparentemente distante. Un trabajo de lo más destacable que reabre un debate que nunca ha de estar cerrado, un debate que nos lleva a pensar, por ejemplo, “Funny games” de Haneke.
Como hecho a propósito, todo lo contrario nos encontramos con el último trabajo del incombustible Kitano. La trilogía de yakuzas se completa con “Outrage koda”, una nueva pugna de fuerzas entre las familias de mafiosos japoneses donde el realizador se vuelve a meter delante de las cámaras para divertirse de lo lindo y convertirse casi en un superpistolero, muerte a discreción y ciertamente sangre gratuita. La historia poca importancia tiene, la excusa está servida para ver que en el mundo de los mafiosos la vida y las lealtades duran menos de lo deseable y alcanzar el poder parece ser la única razón de ser, mas les valdría tener un humilde negocio y dejarse de quebraderos mortales de cabeza.
Acabamos el día con la australiana “Rabbit”. Con una clara referencia a “Martyrs”, salvando las distancias en cuanto a dirección y gore gratuito, el film se agarra -y aquí vienen spoilers- a la telepatía psicosomática entre gemelos para justificar una experimentación lejos de lo humanamente permisible. Lo que en un principio podría haber sido interesante, se resume en una incongruencia insoportable en lo que a objetivos y consecuciones. Para más inri, se permiten el lujo de colocarte una frase final acerca del destino en un intento de justificar algún tipo de profundidad en el film. Nada más lejos de la realidad.