Dirigida por Paul Urkijo Alijo, “Errementari” es un film vasco que nos traslada dos siglos atrás, al siglo XIX para narrar una historia de supersticiones reales. El infierno es muy real en este poblado de Álava y los demonios están más cerca de lo que parece. Precisamente por esto, el protagonista, un héroe que ya quisieran los marvelianos, sacrifica su existencia para que protegernos del mal. Film infantil que peca de personalizar demasiado a los diablillos (eso sí perfectamente creados con un envidiable maquillaje especial), pues en cuanto abren la boca la cosa se tuerce y roza peligrosamente la comedia sin pretenderlo.
Seguimos con una road movie apocalíptica con “Survival family”, la versión en positivo realista japonesa de “The road”, por ejemplo, mientras que el país nipon nadie se come a nadie, aquí el mayor esfuerzo es poner de manifiesto el alejamiento con la tierra que sufren muchos urbanitas, adictos a la tecnología. La premisa es mostrar que sin electricidad se volvería de golpe a priorizar las necesidades básicas y por ende, a valorar el esfuerzo conjunto y la vida rural, concepto que también vimos en el anterior trabajo del director Shinobu Yaguchi con “Wood job” . Un bonito relato de superación personal y de unidad familiar que muestra, sin ser exageradamente alarmista, una situación que nos hace pensar en lo que estamos dejando por el camino, y al fin y al cabo olvidando, en pro del supuesto “avance”.
Acabamos la jornada con dos sesiones cuyo visionado requiere la mayor de las concentraciones.
“Arder”, un film sin sonido que básicamente representa el camino por el purgatorio de su protagonista, sorprende por dicha apuesta. En un intento de suplir el sonido, se introducen colores a sus planos y la gesticulación extrema del protagonista, un vagabundo atormentado, alejado de la realidad y viviendo en su propio mundo. En palabras del director, cuenta la historia desde dentro, poniéndoselo difícil a los espectadores que han de experimentar la forma en que ve su vida el personaje, yendo hacia la redención, dejando siempre el misterio.
En otro registro encontramos “Caniba”, último proyecto de los documentaristas responsables de “Leviathan” en el que el retrato de este caníbal real se traduce en una hastiante reiteración de primerísimos primeros planos y muy poco diálogo, algo que acaba por, incluso, molestar al espectador. Algo que ya consiguieron con su anterior trabajo con una clara intención de trasladar el rechazo que hacen sentir al tema que plasman, algo más cercano al condicionamiento aversivo que al arte audiovisual al uso, y que sin duda dividirá radicalmente la opinión y valoración del mismo.