Tercera jornada del TIFF

Tercer día de festival y esto ya comienza a calentar motores para un fin de semana lleno de emociones cinéfilas. Para el día de hoy tenemos dos pases programados, dos películas que distan totalmente de género así como de procedencia.


De primer plato nos llega desde Taiwán, para la sección World Focus, un film que también ha estado en la programación del Sitges Film Festival 2017. “Mon Mon Mon Monsters”, de Giddens Ko (“You are the apple of my Eye”, 2011) en su segundo trabajo como director, nos propone una mezcla de comedia y terror que a la vez contiene algún resquicio de crítica hacia la juventud y el bullying en las escuelas. Nuestro protagonista es un estudiante que sufre del acoso continuo de sus compañeros de clase que cierto día, después de ser castigado a hacer servicios sociales junto a sus maltratadores y tras varios sucesos inexplicables, empieza a formar parte del grupo dando comienzo a una aventura entre lo sobrenatural y lo real.



La trama de “Mon Mon Mon Monsters”, que al principio rasga la superficie de uno de los problemas más graves de la juventud, acaba desnudando su real intención: agasajar al espectador con altas dosis de sangre, torturas y asesinatos más propios de un slasher, aunque en esta ocasión no haya un asesino claro. He de decir que mi impresión al salir de la sala fue que este film encajaría a las mil maravillas en nuestro querido Molins Film Festival, en sus 12horas de terror.




Tras la euforia producida por tal festival de sangre nos disponemos a ver, dada nuestro nivel de acreditación, la única película de la sección Japan Now que podremos disfrutar durante esta semana: “Hanagatami (花筐)”. Esta peculiar obra escrita y dirigida por Nobuhiko Ôbayashi, autor de la extravagante “No No Nanananoka (野のなななのか, 2014)”, basada en la novela de 1937, con mismo nombre, de Kazuo Dan.




El film nos transporta a la época de guerra entre japoneses y americanos, concretamente en el período entre el ataque a Pearl Harbor y la bomba atómica de Hiroshima. Lejos de centrarse en esa cuestión, Nobuhiko nos cuenta una historia de amor y juventud en tiempos de guerra entre varios habitantes de un pueblo remoto en la isla de Kyushu, haciendo hincapié en los pasos desde la adolescencia hasta la madurez.



Para los que no conozcan al realizador, su extravagancia a la hora de dirigir, elegir planos y/o colores de los mismos, puede ser algo irritante y frustrante por el hecho de no encontrar explicación a la historia, pero es precisamente eso lo que hace auténtica la experiencia, que como si de una poesía Haiku se tratara, llega a calentar tu corazón con desbordantes emociones propias de la adolescencia.

 

Y eso ha sido todo por hoy, nos vamos a descansar con las emociones a flor de piel dejando fluir ya nuestros pensamientos en lo que nos espera este fin de semana.     



Por Santiago Maroto