El Sitges Film festival da el pistoletazo de salida de su edición número cincuenta y uno con uno de los títulos que más ilusión hace a la cinefilia de género. Un “remake” del clásico de Dario Argento “Suspiria”.
Y menudo arranque de festival, con un film que nos arrastra inexorablemente a una pesadilla inusitada en la que nos envuelve algo que no es el mal per se, mas el origen o el nacimiento de un poder ajeno a la lógica y al bienestar mental tradicionalmente entendido. Una nueva madre, un delirio de bruja. Este nuevo acercamiento a la obra del director italiano la ha llevado a cabo un paisano de este, Luca Guadagnino el cual, a grandes rasgos, ha sabido coger el relevo por lo que a dirección se refiere, sin emular pero referenciándose de aquel, creando algo propio. Ahora bien, aun el gran trabajo de ambientación del que nos deleita en casi la totalidad del metraje, cabe decir que hay varios puntos que no llegan a resolverse o que, a tenor quizás del embrujo del film, no llegan a casar los cuales confluyen en un desenlace algo misterioso o difícilmente dilucidable. Fuera o no su intención en conjunto es una buena obra y una digna apertura de festival.
Cabe destacar la presencia envolvente de Tilda Swinton y debemos mencionar su encomiable presencia en el festival, digna de los mejores elogios a sabiendas de que hoy día perdió a su padre y homenajeandolo acudió al festival a presentar el film y recoger su merecidísimo premio. Un aplauso para esta gran persona y actriz.
Y de un nuevo clásico pasamos a otro plato fuerte de este día festivo con el nuevo trabajo de Gaspar Noé, director y guionista argentino afincado en Francia que nos vuelve a traer lo extremo de lo extremo.
En el caso que nos ocupa, un viaje lisérgico por antonomasia. Relatado como la recreación de unos hechos verídicos acaecidos a finales de los noventa, el director nos presenta a una compañía de danza que desata todos sus impulsos y sentidos durante una noche. Sin movernos de un edificio, Gaspar persigue a los protagonistas durante sus frenéticos bailes, sus deseos ocultos y perversiones desfloradas en un universo casi particular entre colores básicos y música palpitante. La intención, el viaje, el resultado, un metraje in creccendo en el que el espectador no desea huir de la sala aunque la saciedad invada sus sentidos. Un buen trabajo no apto para todos los públicos y sin embargo con capacidad de llegar a más no utilizada.
Tras estas travesías llenas de danza pura el día no ha terminado, pues para finalizarlo tenemos con una peculiar guinda personificada en el titánico Ron Perlman protagonizando “Asher”. Quien más y quien menos conoce a este actor estadounidense, para los más jóvenes es “Hellboy” y para los más veteranos la Bestia de la serie co-protagonizada por Linda Hamilton “La Bella y la Bestia”, trabajo por el cual ganó su Globo de Oro.
Perlman encarna a un sicario de la vieja escuela en su última etapa, consciente de que lo que tiene por delante son sus últimas oportunidades vitales. Dirigida -sorprendentemente- por Michael Caton-Jones, culpable de títulos como “Rob Roy” o “The Jackal”, este sencillo trabajo que co-protagonizan Famke Janssen y Richard Dreyfuss deja mucho que desear en todos los sentidos, pecando sobretodo en dirección, guión e incluso en puesta en escena, cosa que sorprende en demasía.
Es posible que la intención de simplificar al máximo haya llevado a determinadas decisiones, empero, éstas son algo imperdonables a esta altura de partido cinematográfico y culminan en un torpe intento carente de interés.
Y sólo estamos en el primer día…