Primer fin de semana del TIFF 2018

Y por fin, casi un mes después de que anunciaran el Line-up de la 31ª edición de este TIFF 2018, llegamos al primer fin de semana del festival con gran ilusión por el mundo asiático que nos depara a través de la pantalla de los cines Roppongi Hills.




Lamentablemente, este año no podremos asistir mucho entre semana pero os prometo que el fin de semana se aprovechará al máximo. Dicho esto, y tras no poder asistir a la gala de inauguración, nos dirigimos al lugar donde nuestra imaginación será capaz de volar tras un viernes de extenuante trabajo, primero claro, tenemos que coger la acreditación.


Como inauguración personal elegimos una obra, en sección competición, de procedencia italiana, The Vice of Hope (Il Vizio della Speranza), escrita y dirigida por Edoardo DeAngelis (Indivisible “Indivisibili”, 2016), y protagonizada por su mujer Pina Turco (La Parrucchiera, 2017) en su primer trabajo como papel principal.

 




Centrándonos en el film, el cual resultó ganador a mejor director y mejor actriz de esta edición, nos encontramos con una obra desgarradora y crítica con una realidad la cual está llegando últimamente más a nuestros oídos “nipones”. Seguramente en España se oye mucho acerca de la “maternidad subrogada” gracias a debates impulsados por el capitalismo extremo, véase Ciudadanos, pues bien, el director nos quiere mostrar precisamente ese mundo oculto tras el tema, en el que algunos quieren hacer dinero legalizando esa, en definitiva para ellos, trata de humanos.


María (Pina Turco), la cual vive en un apartamento en ruinas con su madre y hermana drogadictas, trabaja para su tía en esta trata de mujeres dónde, aunque sea la líder del grupo, no deja de estar expuesta a este negocio que nació de la demanda de la alta sociedad que no puede tener hijos. Con esta premisa, y el título del film, el autor nos quiere dejar un mensaje ¿Cuando nos aferramos a la esperanza de un mundo mejor, podemos llamar a ésta “un vicio”?


A destacar también como parte esencial de la obra una banda sonora creada específicamente para ésta misma, la cual concuerda perfectamente con cada estado de ánimo y sentimiento expresado en cada una de las impactantes escenas.


Tras el paseo por una Italia oscura, estamos de vuelta a nuestra zona de confort, las majestuosas Roppongi hills para tomarnos un pequeño refrigerio, antes del siguiente viaje, en el lounge destinado a prensa e invitados. Con solo ésta pequeña visita nos damos cuenta que el festival a reducido mucho el presupuesto tras la pasada edición, lo cual notaremos también en los siguientes días con un trato a prensa que deja mucho que desear de la hospitalidad nipona.


En fin, tras esta pequeña decepción personal, nos dirigimos al siguiente pase, también sección competición, el cual nos llevará hasta Oriente Medio con una producción israelí, de bajo coste y 6 años de trabajo, que previamente fue estrenada en el festival de Venecia. Hablamos de Tel Aviv on Fire, una comedia dirigida y co-escrita por Sameh Zoabi (Under the Same Sun, 2013).





El film tiene trama cómica, con toque crítico, que se centra en la siguiente situación: un ciudadano palestino, Salam (Kais Nashif. Habibi Rasak Karban, 2011),  que vive en Jerusalén pero su lugar de trabajo está en Ramallah. Si a esto le añadimos la relación que estrechan ambos protagonistas, palestino e israelí, y el tipo de trabajo para el cual Salam es contratado, nos sale una comedia diseñada perfectamente para criticar la realidad que se vive en dichos lares.


Tras alguna risa que otra, dado que hay muchos gags que únicamente entenderán quienes viven cada día esa situación, asistimos al Q&A con el propio director y el actor -que comúnmente trabaja en telenovelas nacionales-, Yaniv Biton, que interpreta al policía israelí Assir. En la sesión nos aclaran dos cosas: lo fácil que es exponer un film crítico sobre este asunto en el país cuando lo endulzas con chistes al gusto de ambos bandos; y que el mismo director creó el papel de Salam basándose en su propia experiencia, siendo ciudadano palestino con pasaporte israelí y viajando de la misma manera por la frontera.





Para acabar el viernes, nos dirigimos a Vietnam en la que será mi primera experiencia cinematográfica con este país. Como iniciación hemos decidido escoger el remake del drama musical “Sunny”, obra musical con sello coreano de 2011 y que también ha tenido su remake japonés durante este verano 2018 en los cines locales, dándole el título de Go-Go Sisters.


Esta última producción del día la pasamos sin darle importancia a la historia, ya que un servidor ya vio la versión japonesa en cines, pero si fijándonos en la calidad interpretativa de quien hace el papel protagonista. En la versión japonesa, ambas etapas del personaje principal, juventud y madurez, estaban interpretadas magistralmente por dos actrices bien reconocidas en el panorama japonés; Hirose Suzu (Let’s Go Jets, 2017) y Ryoko Shinohara (ésta última protagoniza un “special screening” en el festival con The House where the Mermaid Sleeps (人魚の眠る家)). Ahora bien, en el caso que nos ocupa, sinceramente las actuaciones son más bien normales y el film no le pone tanto énfasis a los clímax de la trama, de tal manera que lo hacen tanto la película original así como la versión japonesa,  ante lo cual salimos un poco decepcionados de esta primera experiencia.






2nd Day…


Comienza la carrera por ver cuantas más obras del séptimo arte posibles en dos días y para ello, cargamos pilas con un café despertador antes de llegar a la sala. Como este ha año no existe la reserva de entradas, sino que toca hacer cola estilo *first-come-first-served*, decidimos ir a hacer cola 15 minutos antes de la apertura de puertas.


Como era de esperar, por el film que nos disponíamos a visionar, en cola ya habían unas 30 personas. Esperamos un rato más, mientras la cola sigue llenándose, y por fin llega el momento de entrar a la sala donde proyectarán: The White Crow, film de la sección a competición y biopic del bailarín de ballet Rudolf Nureyev que dirige Ralph Fiennes (The Invisible Woman, 2013), en su tercera incursión como director, e inspirada en la novela “Rudolf Nureyev: The Life” por Julie Kavanagh.





La obra, cuya la línea temporal no queda del todo clara en algunos momentos, es merecidamente ganadora al premio a la mejor contribución artística del festival. Ésta nos cautiva con una gran ambientación de la época, rigurosamente detallada, no sólo en cuanto a fotografía sino también con un guión que expresa la tensiones pasadas durante el final de la guerra fría.


Fiennes nos sumerge en el mundo del ballet de una manera brillante gracias, entre otras cosas, al poder interpretativo de Oleg Ivenko, en el que es su primer film de una, seguramente, fructuosa carrera. Y es que el actor consigue hacer suyo el personaje de tal manera que las sensaciones y sentimientos fluyen a través de la pantalla para, junto la estética propia del ballet, convulsionar de emociones al espectador.    

Acabamos nuestro paseo por la unión soviética de los años 40 y saliendo de la sala nos encontramos con Raúl Arza, periodista y redactor del programa de RTVE “Días de cine”, con quien ya tuvimos el placer de coincidir el año pasado. Después de un café e intercambio de opiniones sobre lo visto hasta el momento en el festival, nos dirigimos al segundo film del día, Ramen Teh (家族のレシピ), dirigido por el internacionalmente reconocido Eric Khoo (7 Letters, 2015).


Como ya hiciera con “7 Letters”, el director vuelve a mostrarnos un pedazo de su país, donde todas las diferentes culturas asiáticas convergen en armonía después de su historia bélica. Masato, interpretado por Takumi Saito (For Love’s Sake, 2012), después de la defunción de su padre decide partir hacia Singapur para encontrar a su tío y a su vez aquel sabor que perdió tras dejar su infancia atrás en ese país.


Argumentalmente el director consigue captar la esencia de ambas culturas, superando viejas generaciones de rencores reminiscentes de la guerra a golpe de cuchara, quedando éstas de lado cuando el orgullo y pasión por la cocina se unen para crear una explosión de sensaciones papilares.





Como es de imaginar, con esa búsqueda de sabores en la pantalla nunca falta un ingrediente, plato de comida, cocina o restaurante, por lo que recomendamos que no vayáis a verla con el estómago vacío. Y decimos esto porque ya se ha confirmado, antes del pase en este festival, que la distribuidora AVALON llevará esta cinta a los cines españoles.


Tremendas son las ganas de meternos un buen plato de Ramen al estómago pero el deber es el deber y nos metemos directamente en la sala de al lado para tele transportarnos a Tailandia con la comedia The Brother of the year ( Witthaya Thongyooyong, 2018) y las complicadas relaciones entre hermanos.


Peleas entre hermanos… ¿Quien no ha tenido alguna en su vida? ¿O tenido como modelo a su hermano/a mayor, por mucho que se lleven mal? ¿Y haberlo superado después, acabando siendo uno mismo? Centrándose en estas y más preguntas el film desarrolla cada etapa de la vida entre risas y lágrimas, pasando de lo cómico en la primera parte, a lo dramático en la parte final.


Personalmente, un film que no destaca en nada, pero se puede convertir en el acompañante perfecto tras la sobremesa.




3rd Day…


Son las 8:30 am, el primer film es en 2 horas y como las condiciones de reserva han cambiado de un año para el otro, decidimos ponernos en marcha los más pronto posible. Llegamos media hora antes de que abran puertas y, sorprendentemente, aún tratándose de uno de los films Japoneses en la sección a competición, solo hay 7 personas en la cola.


En esta sesión matinal hemos podido ver Just Only Love (愛がなんだ), una de las apuestas locales, con una fórmula muy parecida a la ganadora el año pasado el premio al público: Tremble all you Want (勝手にふるえている). La película está escrita y dirigida por Rikiya Imaizumi -quién el año pasado ya estuvo presente en la sección Japanese Cinema Splash con “Our Blue Moment (パンとバスと2度目のハツコイ)”- y está basada en la novela con el mismo nombre de Kakuta Mitsuyo.





Yukino Ishii (Pink & Grey, 2016) da vida a la protagonista de la cinta, Teruko, la cual enamorándose profundamente provoca estragos en su vida social y profesional. Una historia con la que el director busca expresar una verdad sobre los romances, aquellos one sided love, en los que siempre una de las partes entrega más de sí mismo de lo que recibe.    


La trama fluye, sin más, en una contradicción de sentimientos continua, lo que la cabeza dice el corazón lo calla, cayendo el personaje en un abismo de dejadez por sí mismo dónde es más importante el bienestar del cónyuge que el de su propia persona. Y es que, ¿hasta dónde seríamos capaces de llegar por la persona a la que amamos?


Después de ver un mar de clichés sobre las relaciones en el mundo nipón, nos quedamos un rato más para el Q&A del film, del que, de entre otras cosas a destacar, nos quedamos con una reflexión de cada uno de los invitados. Por parte de Imaizumi, el director nos aclara que, cosa evidente, hay muchas escenas del film que están trastocadas de la novela para darle un aire más fílmico y a gusto del público nipón; y por parte de la señorita Ishii, nos dejó claro que su personalidad, cuando se enamora, es exactamente la misma que la de Teruko.





Sin apenas tiempo para una dosis de cafeína, entramos en la siguiente sala para adentrarnos en otro rasgo estereotipo de la sociedad japonesa, el karaoke. Shinya Tamada nos cuenta en su primer film, Lust in a Karaoke Box (あの日々の話), como una noche normal de celebración puede convertirse en un cúmulo de desastres.






Rodada en una sola localización, un Karaoke cualquiera, y con un guión que saca a relucir los trapos más sucios de la sociedad japonesa, la película en sí se convierte en una crítica a su propio país y de cómo se sigue denigrando a la mujer liberada sexualmente. Aún siendo presentada como una comedia para todos los públicos, se nota que está orientada al espectador local, pues nadie de prensa internacional, incluido un servidor, lo vio como tal y lo único que se sustrajo fue una crítica hacia la preocupante y creciente baja natalidad y, también relacionado, el aumento de la tasa de la mujer trabajadora hasta los 40.


Acabado nuestro paseo por el Karaoke, nos vamos de sala a sala y tiramos de nuevo a ver que nos toca. En este caso caemos en la melancolía con otra obra de la sección Japanese Cinema Splash, Melancholic (メランコリック), del ganador al mejor director 2018, Seiji Tanaka, en su debut como tal. Inspirada en el cine negro de los años 50, con toques Yakuza al más puro estilo “Beat” Takeshi Kitano (Outrage, 2010), el film nos desvela un drama con tintes sarcásticos que no defrauda al espectador. Y es que los tres ingredientes están magistralmente combinados de tal manera que ninguno sobresale del otro, creando una atmósfera a gusto de cualquier espectador. Como apunte, el papel protagonista le recuerda a un servidor al de Joseph Gordon-Levitt en Brick (2005, Rian Johnson).





Y ahora sí, llegamos al final de esta extasiante crónica de 3 días con la obra que lleva tiempo siendo anunciada en todas las televisiones del país, pues será estrenada a mediados de noviembre. No es otra que el drama humano The House where the Mermaid Sleeps (人魚の眠る家), dirigida por Yukihiko Tsutsumi (Initiation Love, 2015) y protagonizada por una estupenda Ryoko Shinohara (Unfair Trilogy; 2007-2015) representando a una auténtica madre coraje.


La actriz interpreta de manera extraordinaria a una madre que lo daría todo por salvar la vida de su hija en coma, mantenida con vida gracias a la respiración artificial. Con esta premisa, ¿hasta donde llegarías por la vida de tu hija/o? ¿Son los robots y/o la ciencia realmente necesarios para la vida cotidiana? Éstas, y otras preguntas, se hacen los protagonistas durante el desarrollo de la trama.



Desde mantener el corazón latiendo gracias a un estimulador electrónico, hasta hacerla mover el cuerpo para mantener la condición física de la niña, como si estuviera consciente, hacen que la historia se vuelva algo creepy en ocasiones. En resumen, otra obra que se debate entre la ciencia y la religión tocando temas tan socialmente delicados como la eutanasia.


Tras esta reflexión sobre la vida y la muerte damos por finalizado este fin de semana lleno de un cine que nos ha acercado un poquito más, si cabe, al análisis de la realidad de nuestros días en una sociedad plagada de incertidumbres.

  

 




Por Santiago Maroto