Queremos empezar el segundo día de festival con algo de … acción. Y nos decidimos por la coreana “Unstoppable”, ópera prima de Kim Min-ho.
Protagonizada por el héroe de acción del momento, Don Lee, el filme es un thriller que sigue las líneas de “Venganza” de Liam Neeson, sólo que en vez la secuestrada es la esposa. Eso sí, salvando las grandes distancias que la separan del festín de golpes y muertes de aquella y dejándola en algo mucho más “viable” o creíble dentro de un mundo lleno de malas personas que sólo se mueven por dinero.
Por supuesto el carisma y la potencia del protagonista son indiscutibles, ahora bien, poco, muy poco aprovechadas.
Como poco podemos aprovechar de “Verotika” de Glenn Danzig.
Basada en un cómic homónimo del novato director, la película rompe con cualquier esquema de montaje o dirección al uso, aunque, lamentablemente, no precisamente para bien, sino para crear una obra cuyo principal sentimiento que provoca es la hilarante risa.
Escenas alargadas hasta el hastío, otras tantas innecesarias, actuaciones amateurs… y una larga lista de desconciertos dignos de alguien que no quiere respetar lo establecido pero que se queda corto por todas partes.
Se podría decir que el bajo presupuesto y actores no profesionales pueden tener algo que ver, pero no es el caso.
Y no es el caso porque tenemos el gran ejemplo de uno de los films de culto por antonomasia con “Tetsuo” del gran Shinya Tsukamoto.
Poca cosa más se puede decir de esta joya del séptimo arte más que es increíble lo poco que envejece y cómo parece decirnos más a cada visionado. Sesenta y siete minutos de puro gozo cinematográfico con unas ideas revolucionarias, una planificación inconmensurable y una explosión sensorial que pocas películas logran por mucho que se lo propongan. Hay mucha sinceridad en la obra del director y este “vómito” cyber punk lo demuestra.
Cerramos el día con la última obra de Pupi Avati, “Il Signor Diavolo”.
¡Y qué cierre tan genial! Definida como una película gótico rural en palabras del propio director, la cinta se basa en un caso real en el que la Iglesia y el Demonio andaron de la mano. Siguiendo una línea argumental que recuerda muchísimo a Drácula de Bram Stoker, el director articula notablemente una obra con tintes clásicos ambientada a mediados del siglo pasado y con colores apagados, todo en consonancia con la índole de lo narrado. Las supersticiones, lo sagrado y las creencias arcaicas se manifiestan con mucha fuerza evidenciando que el mal sigue existiendo, con el nombre que le demos, y hemos de estar atentos si no queremos que venza.
Como el propio Avati nos dijo en el posterior Q&A, la responsabilidad personal se elude y es más, se deriva a otros...