Como tantos otros festivales, Cryptshow se ha sumado a la lista de los que han decidido proseguir con la tradición de difundir cultura. Fiel a su marca aunque se pierda el ritual de entrar en la sala, ubicarse en el sitio más cómodo y esperar a que se apaguen las luces. Así que en esta edición, hemos podido disfrutar de a través de la plataforma Festhome de la programación compuesta por (y reducida a) cuarenta y siete cortometrajes y una sesión doble de cine asiático. Desde Fundido a Negro, destacamos los cortometrajes que más interesantes nos han resultado tanto por su apuesta como por su discurso o su estética.
Las reglas del espacio-tiempo siguen siendo uno de los temas a explorar en numerosas obras y, en muchos casos, termina tratándose mejor en cortos en lugar de en ambiciosos largometrajes. “Bos” (Steffen Geypens, 2019) es un pequeño relato sobre el universo interior que tienen el primer amor y los bosques. “Moment” (Geoffrey Uloth, 2019) combina el género superheróico con un drama entrañable. “El Llibre” (Francesca Català Margarit, 2019) fue el ya habitual corto anecdótico, breve pero curioso. Y de todas, “No Podrás Volver Nunca” (Mónica Mateo Fernández, 2019) es la obra al más puro estilo “Twilight Zone” pese a una conclusión previsible y algunos momentos vergonzosos.
El metalenguaje fue el elemento clave de dos de las obras que más nos llamaron la atención. Merece mención “Scenario” (Alex Avella, Alessandro De Leo, 2018), el cual se abre como un thriller críptico del montón para introducir, poco a poco, un terrorífico universo donde todo está planificado y cada persona tiene un rol que cumplir, una y otra vez. “Two Bodies on a Beach” (Anna Paavilainen, 2019), sin embargo, no pierde el tiempo y empieza dando un golpe sobre la mesa en relación al tratamiento de la mujer en la ficción audiovisual. Pese a abordar el tema de forma poco sutil y con un peculiar humor finlandés, se agradece la inclusión de obras que señalan tropos que deberían haber dejado de existir hace décadas.
¡Humor! Siempre hay cabida para el humor en Cryptshow y este año no iba a ser menos. “El tratamiento” (Álvaro Carmona, 2020) es el típico sketch maquillado como corto e incluso así logra destacar por encima de otros similares por su tono y buena construcción de la broma final. “Mi nombre es Koji” (David Muñoz, 2018), pese a empezar como homenaje aparentemente rancio y patrio a Mazinger Z, se cierra como algo entrañable que deja ganas de ver una continuación. “Horrorscope” (Pol Diggler, 2019) juega al chiste de ser un fake trailer consciente de ser un fake trailer pero lamentablemente termina alargándose hasta perder la gracia. “Unholy ‘Mole” (David Bornstein, 2019) fue de la poca serie B que pudo verse, con un curioso pacto con el Diablo a cambio de un jugoso plato de guacamole. Y “Bitten” (Sarah K. Reimers, 2019) jugó a darle un giro a la licantropía, haciendo que un perro se convierta en humano cada luna llena.
La selección de animación vuelve a ser una de las características a agradecer dentro de Cryptshow. Entre varias obras, “Wild Love” (VVDD, 2019) fue la más divertida al mostrar la venganza de un ejército de marmotas tras la muerte de un camarada por manos de una pareja de escapada romántica. “Malakout” (Farnoosh Abedi, 2019), por el contrario, se toma muy en serio a sí mismo y cuenta una historia de terror gótico mediante un pintoresco stop-motion.
Otros cortos a destacar son aquellos que, pese a no ser explícitamente fantásticos, se mueven más por el thriller con un toque sutil del género. “Acquario” (Lorenzo Puntoni, 2019) mostró de forma curiosa (y casi idealizada) un tiroteo en una piscina municipal a manos de un marginado social. “Ils Salivent” (Ariane Boukerche, 2020) representó las relaciones entre un matrimonio y la gente a su alrededor a través de danza interpretativa. Y “Mélopée” (Alexis Fortier-Gauthier, 2019), pese a su alargado metraje, narró de forma curiosa un triángulo amoroso en el cual, para colmo, se suma una misteriosa criatura acuática.
Efectivamente, se han añorado los elementos más representativos de Cryptshow como la proyección con música en directo, la lectura de poesía en el cementerio, los invitados y, directamente, la experiencia de asistir en compañía a un festival tan familiar. Sin embargo, la oferta ofrecida dadas las circunstancias ha suplido la necesidad de la dosis anual de cortos fantásticos que lleva catorce años en marcha. ¡Larga vida al fantástico!