Sitges 2020: Staying alive. Part 2

En los últimos años, las siempre porosas fronteras del fantástico se han ampliado todavía más, dando paso a una ola de films cercanos a lo que se solía llamar cine de arte y ensayo. Esto ha llegado hasta el punto en que a uno ya no le sorprende que obras de género copen el top anual de Cahiers du Cinéma, como ocurrió con The Wild Boys en 2018, o con la última temporada de Twin Peaks en 2017. Esta nueva tendencia ha continuado durante esta nueva década, y Sitges nos ha traído una buena cosecha de este tipo de films. Entre ellas, destacaría una obra que ha sido injustamente ignorada por la crítica: The Education of Fredrick Fitzell. Esta película canadiense, dirigida por Christopher MacBride -en su segundo largometraje- logra emocionar con una trama sobre universos paralelos, en la que avistan las infinitas posibilidades de las vidas que no podremos vivir: sí, es algo así como The Butterfly Effect, sólo que hecho con rigor y mucha, muchísima sensibilidad. Estamos ante la que es, a mi juicio, la mejor película del festival junto a Possessor; y a diferencia de esta última, todo parece apuntar que The Education... No logrará demasiados reconocimientos. Denle una oportunidad.



The Education of Fredrick Fitzell' Trailer Teases the Dylan O'Brien led  Thriller!! Check It Out!! | Welcome to Moviz Ark!



Sin embargo, no todas las propuestas de fantástico “intelectual” pasaron desapercibidas. La película australiana Relic tuvo una buena acogida crítica y obtuvo una mención a la mejor realización para su directora, Natalie Erika James. El tema central del filme es el envejecimiento, y cómo éste devora la esencia de lo que nos hace humanos; es un tema de máxima importancia, pero cuyo obvia falta de sex-appeal ha hecho que no sea muy abordado por el cine (a pesar de un par de obras maestras que me vienen a la cabeza: Amour y Make way for tomorrow). Los últimos 20 minutos de Relic son de lo mejor que hemos podido ver en el festival. Desgraciadamente, uno no se quita la sensación de que estamos ante un cortometraje inflado para llegar a largo.





Last Words es otra propuesta de fantástico sui generis de esas que nos suele traer la sección Noves Visions: un film con una ambición artística desmesurada. Lo primero que llama la atención, y lo que la hace destacar del film típico de esta sección, es el contar con un casting de lujo: Nick Nolte, Charlotte Rampling y Stellan Skarsgård, entre otros. Y una vez empezada la proyección, el espectador cinéfilo se encuentra con un argumento fantástico y (disculpen que repita la broma) fantástico: la existencia de las últimas mujeres y hombres sobre la Tierra, y cómo el cine es alivio, amigo y finalmente testigo de la muerte de la Humanidad. Si semejante casting y guión hubieran estado bajo el mando de un director de gran calibre, me atrevo a decir que estaríamos ante una de las películas de la década. Desgraciadamente, John Nassiter -cuya película más popular hasta el momento es el documental Mondovino- no demuestra el talento necesario, con una realización a ratos ramplona, a ratos irregular, lo que logra diluir el impacto emocional del film. A pesar de todo, sigue siendo una película a recomendar.


Otros films en esta cuerda no fueron tan artísticamente exitosos. The Book of Vision, dirigida por Carlo S. Hintermann -en su ópera prima-, llegaba a Sitges con la vitola de haber sido producida por Terrence Malick. Y ciertamente, la influencia de este último resulta evidente: en lo visual, con una cinematografía sumamente cuidada; y en lo temático, con el cristianismo super-trascendente tan típico del último Malick siendo la filosofía que domina el filme. Desgraciadamente, como en la mayoría de películas que Malick ha dirigido durante los últimos diez años, uno se encuentra con una herramienta cuasi-propagandística al servicio de las peores ideas posibles: en este caso, un ataque a la ciencia en favor de creencias espirituales. Dados los terribles efectos que semejantes memeces están teniendo sobre el mundo, me costaría recomendar The Book of Vision incluso si fuera tan hermosa como Days of Heaven o The New World; pero además, no lo es.




Por supuesto, Sitges 2020 también contó con filmes a los que podríamos asignar a la categoría de terror “puro”. Mi favorita en este grupo es Psycho Goreman, una comedia gore con mucho ritmo, personajes que se dejan querer y un regusto a dibujos animados de los 80 muy apreciable. Sin embargo, la película que más llamó la atención de crítica y pública es Host, un Paranormal Activity para la era de Zoom, ideal para ver en una watch party telemática ahora que volvemos a estar en medio de otro pico de la pandemia. No es una propuesta ni muy original, ni muy profunda: pero construir una película de terror coherente a través de una sola videollamada es un logro… ¡Y uno muy divertido!


Muy divertido también resulta el acto final de Post Mortem, pero desgraciadamente en este caso porque la película entra de lleno en el terreno de la comedia involuntaria: este film húngaro de fantasmas empieza como una historia típica y sin ritmo, pero de bella factura; para acabar convirtiéndose en un show non-stop de efectos especiales, que aunque espectaculares, no tenían demasiado sentido y acaban resultando de lo más cómico.


No me quiero olvidar de The Dark and the Wicked, un filme temido por mí desde que lo vi en el line-up del festival. La razón de mi miedo era la filmografía previa de su director, Bryan Bertino, y en particular The Strangers, su ópera prima estrenada hace ya 12 años. Todavía recuerdo el pase de prensa en el que tuve la… Oportunidad de ver aquella película. Digamos que la primera película de Bertino se resumía en lo que yo llamo scare porn: todos y cada uno de sus planos estaban dedicados a dos fines: el primero, asustar al espectador por cualquier medio posible -aunque sea un despreciable “susto de altavoz”-; el segundo, causar mal rollo. No hay nada más: ni personajes, ni argumento, ni nada. Salí de la proyección, increíblemente enfadado, y hasta el día de hoy The Strangers es una de las películas que más detesto. Desgraciadamente, The Dark and the Wicked es más de lo mismo: hay un atisbo de argumento, sí: pero todo el filme sigue buscando molestar, en vez de fascinar a su público. Es una visión del terror que no puedo ni quiero compartir.

 



Por Cristian Planas