Cobertura del TIFF 2020, primera parte



 

Diario de Abordo, 31 de Octubre, 2020, mientras el mundo entero celebra Halloween de una manera más o menos controlada, comenzamos nuestro particular paseo por Asia utilizando nuestro transporte favorito, el cine, lugar: la que viene siendo la 33 edición del Tokyo International film festival -TIFF-.

 


Con un evento inicial marcado por las nuevas regulaciones anti-covid, en el que se nos hace difícil asistir a la gala de inauguración sin alfombra roja, optamos por acercarnos al pase de Possessor, de Brandon Cronenberg (Antiviral, 2012), donde creemos que no habrá mucho movimiento. Y efectivamente, no hubo muchos periodistas, pero el público atendió la llamada del que se espera sucesor del género y estilo clásico con nombre propio.


Lamentablemente, y muy a mi pesar, a Brandon aún le quedan muchos años por delante para acercarse a generar esas sensaciones a flor de piel que su padre, David Cronenberg (Videodrome, 1983), tanto nos hace experimentar con cada trabajo. La película de la que hablamos tiene una buena presentación, con argumento más que interesante, manteniéndose tambaleante durante el clímax y errando con un final que deja por los suelos todo el trabajo realizado durante la primera parte, con un desenlace entendible pero no asumible.






“Una gran idea echada a perder por un guión mal acabado”, o esa sería la opinión para los fans del género que se animaron a venir a la sala en un día señalado por otro tipo de festividades.


Día 2


Segundo día que volvemos a la Zona “0”, Roppongi Hills, esta vez, para alojarnos unos días en un Hotel de las cercanías. Acabadas las gestiones para el registro, iniciamos el caminar hacia Corea del Sur con un film que nos recuerda a “Woochi” (Choi Dong-hoon, 2011) con una trama que incluye un salto de época: Slate, del autor Jo Ba-reun (Gang, 2020) en su segundo largometraje.


La película, que no busca más que entretener, nos va fetén tras el chasco del primer día… Acción sin una trama demasiado complicada, apta para unas buenas palomitas.


Tras el subidón de adrenalina, nos dirigimos a uno de los films más esperados por el público local, para el cual tendremos el placer de atender a la presentación/Q&A con director y protagonistas. Se trata de Eternally Younger than those Idiots (君は永遠にそいつらより若い), dirigida por Ryohei Yoshino [吉野竜平] (Akeboshi, 2012) y basada en la novela de mismo título.


En el film podemos ver varias de las idiosincrasias de la cultura anfitriona, donde el silencio y la timidez va cambiando con el apoyo de la tecnología, destapando de nuevo las consecuencias que esto conlleva a la sociedad (suicidios, explotación laboral asumida, etc…). 







Con la certeza de que a los japoneses les encanta mirarse el ombligo, nos quedamos por curiosidad al Q&A, donde descubrimos decisiones bastante interesantes para la realización del film. Por ejemplo, en el primer día de lectura de guión, el director pidió a las dos protagonistas que se fueran a tomar un café juntas y de esa manera lograron una mejor conexión durante el rodaje. Otras anécdotas además son el uso del color rojo en las escenas, describiendo en muchos momentos el descenso de los protagonistas, citado textualmente, “al inframundo” floreciendo así el lado más oscuro de sus personalidades.





Acabamos la jornada con una obra dedicada sobre todo a los amantes de este mismo arte, It’s a Summer film (サマーフィルムにのって), donde su director novel Soushi Matsumoto [松本壮史] nos demuestra su pasión en esta ópera prima. En la trama se plantea un futuro sin largometrajes, donde la obra más larga es de 2 minutos debido a que la gente no tiene tiempo. Uno de los protagonistas escapa al pasado para conocer a su director favorito, y ahí es donde empieza la trama que conquista a golpe de claqueta.



Día 3


Comenzamos el día con un film al estilo Hollywoodiense y sello Chino, Love Song 1980 de Mei Feng [梅峰] (Mr. No Problem, 2016), donde lo único que podemos destacar del film es la correcta ambientación, rememorando adecuadamente dicha década por entre otros detalles, una correcta fotografía. Lamentablemente poco más podemos aludir ya que encontramos el film resulta tedioso de principio a fin.


No sabemos qué es lo que quería contarnos el director, pero seguramente que en su país esta clase de films clásicos tiene su público. Tras una mañana soporífera, nos dirigimos a una sesión con dos historias con matices sobre mi realidad aquí en el país del sol naciente -salvando las distancias-. 


Jang-Gae: The Foreigner de Chang Chih-Wei (One Way Ticket, 2016), que habla de las dificultades que pasan los que emigramos (he aquí un español afincado en Tokio).





En el caso del protagonista de este film, no es un emigrante propiamente dicho, sino que su padre se casó con una ciudadana coreana y nunca cambió de pasaporte. De esa manera, en Corea hay muchas ventajas, por ejemplo no hacer la mili a los 18, pero también el desprecio nacionalista de aquellos que se creen superiores por ser “locales”.  Evidentemente, no es una historia que se resuma con un final feliz o triste, solo un relato que una vez más no cuenta la realidad en toda su complejidad.


Y de dosis de cierta realidad a dosis de cruda realidad, esta vez viajando hasta Vietnam en un film que nos muestra lo que tienen que hacer algunas personas para salir del umbral de la pobreza. Along the Sea nos cuenta la historia de tres vietnamitas que huyen de su situación de precariedad en su país para buscar una vida mejor en una zona rural de Hokkaido (Japón).


La trama nos cuenta varias de las situaciones en las que se encuentran los “sin papeles” en Japón para, por ejemplo, poder acceder a una consulta médica, ya que sin carnet ni póliza de seguro no te atienden en ningún sitio. También nos hace reflexionar sobre lo que seríamos capaces de hacer por no tener que volver al país de donde huimos. 


Ya por último, para escapar de la realidad, acabamos con una cinta de animación japonesa “manga” que, como su nombre dice, nos hizo efervescer como la soda. Y es que Words Bubble Up like Soda Pop (サイダーのように言葉が湧き上がる) es como una canción de noventa minutos, donde ninguna escena debe dejarse escapar, transformándote en un gato que sigue obsesivamente con la mirada un juguete tentador.





Es este un estilo de anime muy peculiar, con una trama muy ágil y unos protagonistas carismáticos que generaron una gran reacción en el público, entre risas y lágrimas y que desde luego hace pensar que mereció la pena esperar al final del día para recibir semejante energía positiva.



Día 4


Despertamos aún con la energía y positividad el día anterior, para empezar la mañana con otro film que bien podría plantearse cualquier persona, y es que, ¿hasta donde serías capaz de llegar por la persona a la que amas y  hasta dónde puede llegar el arte para vender?


En The Man Who sold his Skin, Kaouther Ben Hania (Aala Kaf Ifrit, 2017), el protagonista es capaz de hacer lo que el título exactamente describe. Un hombre que vende literalmente su piel a un artista para huir de las dificultades que tiene en su país, aunque eso signifique la esclavitud y el menosprecio de aquellos que lo usan como un objeto.







La contraposición del sistema capitalista que encumbra la originalidad sin preguntarse -ni importarle- el origen de ésta. Simplemente, cómo el sistema cuando parece que no puede quitarte nada más, te arranca hasta la piel para sustentar su forma de ser y encima lo hace pensando que tiene el derecho a ello. 


Seguimos con lo que creemos que iba a ser una comedia pero que al final acabó siendo un drama social tipo documental en toda regla; The Mole Agent, film chileno con la colaboración española de Maite Alberdi (Dios, 2019) donde se expone la situación de abandono familiar en las residencias de ancianos.


El protagonista es contratado por una agencia de detectives que a su vez ha sido contratada para investigar la situación de una anciana en la residencia donde vive. Al principio el argumento puede ser de comedia, pero nada más lejos de la verdad… El documental toca la fibra de aquellos que tienen padres ya mayores de 70 años.


Para acabar el paseo, después de Oriente Medio y Chile, volvemos de nuevo a Japón para el film experimental First Job (初仕事) del debutante Syunsuke Koyama, en el que a medida que la trama avanza ésta cada vez se vuelve más rara y espeluznante.






Lo que parece un primer trabajo sencillo se acaba convirtiendo en el desencadenante de situaciones surrealistas que hacen aflorar sentimientos y pensamientos antes escondidos a la sociedad. El autor del film crea así una alegoría de todo lo que acontece en el interior de una persona cuando se enfrenta por primera vez a una situación en concreto.


Y enfrentándonos a la vuelta a casa, damos por finalizado el primer fin de semana del festival.










Por Santiago Maroto