Entramos en la segunda fase del festival, una fase potente donde las haya.
No en vano, el primer film del dia Les cinq diables dirigida por Léa Mysius es un ejemplo estupendo.
Maravilloso arco vital de los sentidos, donde se entremezclan viajes en el tiempo que fusionan el pasado y el futuro para relativizar el presente.
La pequeña protagonista de este delicioso film descubre que a través de su hiperdesarrollado sentido del olfato y la ayuda de la nanotecnología es capaz de trasladarse a determinados momentos vitales de sus padres y más en concreto de su madre. Su infancia no está siendo demasiado feliz, sus padres son infelices y sufre bullying en el colegio, es por eso que estas visitas fantásticas sirven tanto a ella como al espectador para entender el presente. Cual puzzle, la historia que definió sus vidas va colocándose en un marco en el que reverberan las decisiones, las acciones y las consecuencias. Pero lejos de plantear un film en el que el objetivo es cambiar las cosas, la cuestión es el pensar sobre la propia existencia, algo que destaca enormemente en la joven protagonista.
Extremadamente sensible, el film es una oda a la vida y al significado del amor, con un gran mensaje que tiene la gracia además de contar principalmente en su banda sonora con una canción tan significativa para la historia como la de Total Eclipse of the Heart de Bonnie Tyler. Imprescindible.
Tras este subidón pasamos a nuestras fronteras de la mano de Jess Franco con Les Prédateurs de la nuit (Faceless).
Con un elenco y producción impresionantes, donde resalta especialmente la aparición estelar de Christopher Mitchum (hijo de Robert Mitchum ) y Telly Savalas, así como unos efectos especiales impresionantes, realmente impecables, este film sigue la estela del estilo de Franco mostrando una gran pasión por el género, una sexualidad poco normalizada, filias de cierta discusión moral y perversiones por doquier.
Dotada de un alto presupuesto, Faceless sabe aprovechar lo que tenía entre manos, una historia atrayente con mad doctors, nazis, gore, una enfermera Terminator... Y una canción que nunca se acaba. Todo un cocktail digno de su autor y una oportunidad excelente para revisionar clásicos de este talante. Muy disfrutable.
Con un nuevo día llega la alegría del festival, la película que se convertiría en la favorita del público asistente. Irati (Dir. Paul Urkijo).
Las palabras se quedan cortas para encauzar un análisis objetivo de Irati. Estamos ante el orgullo de poder hablar de una obra maestra directa del cine nacional.
Medievo, tierras vascas, para ganar la batalla, el líder de la zona hace un pacto oscuro con una ente del bosque. Años más tarde, su vástago tendrá que enfrentarse a sus creencias cristianas para restaurar su poder. Y aquí emerge Irati, la última de una estirpe que se está relegando al olvido y con ella, la propia naturaleza en sí misma.
Todo en Irati es un acierto, la historia, con los toques de batallas épicas y fantasía de Excalibur mezcladas con la energía telúrica de la que impregnaba Tolkien a sus Anillos. El elenco, capaz de dar veracidad y una garra a una historia que en otras manos no tendría. Un diseño de producción apabullante que, con un presupuesto de risa, ha sido capaz de levantar literalmente montañas gracias a un equipazo artístico detrás de las cámaras. Una música compuesta por Maite Arroitajauregi y Aránzazu Calleja digna de cualquier gran estudio. Una dirección impecable que ha sabido plasmar la enorme pasión y ese entusiasmo a raudales que es imprescindible para llevar a cabo esta titánica empresa. Y sobretodo sus corolarios, que, cual martillazos, nos alerta de la importancia y peso de la memoria, de las palabras, de las minorías y de nuestro lugar en el mundo. Incontestable,
En palabras del propio director que no pudo contener las lágrimas al ver cómo el público asistente se levantaba en masa de los asientos para destrozarse las manos aplaudiendo: Irati no es una película de monstruos, no es una película épica, no es una película sobre la naturaleza, es un película de amor, de amor a los monstruos, amor a la épica y amor a la naturaleza. ¡Es amor al cine!
Y tanto que lo es.
Seguimos…