La memoria es algo importante, cuando un impecable Frank Langella sufre de demencia senil, su hijo le compra un robot para que le haga las veces de asistente personal al cuidado de su salud. Este es la premisa de la entrañable “Robot & Frank”, un film futurista sin afán de grandilocuencia, cuyo uso de alta tecnología se encuentra integrado a la perfección, sin que veas ninguna utopía sino un futuro más que viable; algo que pudimos ver en el film que inauguró el festival del año pasado: “Eva”. La interacción con la máquina pasa del rechazo a la aceptación, cambiando la relación y creando una dependencia. En aras de la salud de su “dueño”, el robot acepta transgredir la ley dándole un sentido a la situación de una persona que niega su propio estado y que desea fervientemente volver al pasado, un pasado que, irónicamente, está olvidando. Pero, lejos de humanizar a la máquina, algo que queda patente en este film es la diferenciación entre humano y robot por lo que a sentimientos y proyecciones emocionales se refiere, un punto que aporta seriedad al tiempo que humildad a la historia.
Tras el rotundo éxito internacional de “El orfanato”, Juan Antonio Bayona puso su nombre en el mundo. Su segundo largometraje “Lo imposible” confirma que su primer trabajo no fue un golpe de suerte. La factura del film es impecable, y no sólo por los efectos especiales, el diseño de producción, la escenografía y demás apartados técnicos, sino por la suerte de tener grandes actores entre sus filas. En ese sentido, la dirección puede sentirse halagada pues su trabajo es notable; por otro lado, cinematográficamente hablando, el film es correcto siguiendo las pautas intimistas y algo subidas de tono por lo que a la lacrimosidad se refiere en películas de catástrofes. El paralelismo entre la incapacidad de saber qué estrellas han dejado de existir y quién ha sobrevivido al tsunami es interesante pues la respuesta es la misma, el título que da nombre al film: lo imposible. Tan sólo hay una escena onírica hacia el final de la película en la que el simbolismo destaca gratamente, sin embargo, aunque debería, no se trata de la última escena de la película. De hecho, es una verdadera pena la elección del final del film, ya que, por culpa de éste, de enviar un mensaje esperanzador sobre la raza humana constata una moraleja en pro del individualismo y la hegemonía del capital que roza la ofensa.
El esperadísimo primer film producido gracias al crowfunding es una comedia algo negra en la que un grupo de nazis que se refugió en la cara oculta de la luna están esperando el momento idóneo para conquistar la Tierra. En “Iron Sky” las escenas que, obviamente, arrancan más sonrisas son las relacionadas por un lado con el racismo nazi, y, por otro, con los paralelismos políticos enfocados en la parodia a Sarah Palin. No se trata de un film redondo, más bien parece en su gran parte un divertimento sin sentido, sin embargo, detrás de la comedia hay una crítica ácida a los gobernantes, representados como déspotas, manipuladores, falsos, ignorantes y traicioneros. Al fin y al cabo, el nazismo no se diferencia mucho de la metodología política que vemos en el film. Por lo que a los efectos especiales se refiere, no están nada mal ejecutados, sobre todo teniendo en cuenta su ajustado presupuesto. Es todo un logro al que no hay que perder de vista pues puede encerrar el futuro de las producciones independientes.
No toda la sección “Anima’t” se compone de cintas orientales, “O Apóstolo”, el divertido film español rodado usando la técnica del stop motion a partir de la actuación real de actores, es buena muestra de ello. Con la intención de recuperar un botín escondido, un preso fugado se hace pasar por peregrino y vive la aventura más bizarra que se le podía haber ocurrido a cualquiera. Sin dar más detalles del argumento, digamos que los sucesos que acontecen se saltan las normas de la realidad y pasan las fronteras de las leyendas y mitos nacionales. Gracias a un buen guión, una banda sonora de lujo (con la participación de Philip Glass), un excelente trabajo de animación, una notable dirección y unos actores de lujo, que han aportado sus movimientos y voces a los personajes como Jorge Sanz, Geraldine Chaplin, Paul Naschy, Jorge Manquilla, Luis Tosar o Carlos Blanco, esta es una película destacable. La verdad es que te acabas olvidando de que no estás viendo una película con actores reales y te metes completamente en la tenebrosa aventura del protagonista, algo que, teniendo en cuenta la baja calidad de muchas producciones nacionales, se agradece enormemente.
Quién sino Takashi Miike podía ser elegido para dirigir la adaptación del videojuego “Ace Attorney”. La segunda película que ha presentado este genio japonés en la presente edición de Sitges es una comedia contextualizada en una sala de juicios en la que, abogado y fiscal, se baten casi físicamente para ganar el caso. Lejos de acercarse a cualquier similitud con la realidad, los juicios devienen algo infantiles y surrealistas, no en vano un loro acaba siendo el testigo principal de la defensa e incluso los fantasmas ayudan un poco. De todas formas, adapta muy bien tanto el físico de los protagonistas como las actuaciones tan típicas y exageradas de la animación nipona. Los fans del videojuego han quedado satisfechos con el film, y para aquellos profanos en el tema, las dos horas y cuarto de metraje no se hacen largas aunque no le vendría mal acelerar un poco las intervenciones de los letrados. En general, una dirección sencilla para un film cuyo peso recae en la adaptación más que en la demostración de un estilo cinematográfico, es decir, estamos ante un producto puramente comercial.
“10+10” es un encomiable film compuesto por múltiples trabajos de distintos artistas taiwaneses en los que la dinámica general es captar una situación concreta dentro de sus fronteras: chistes, escenas entrañables, violencia extrema y episodios extraordinarios son algunos de los temas tratados en esta gran cocktelera que muestra, en poco menos de dos horas, el talento asiático y su amor por el séptimo arte. Son múltiples las técnicas utilizadas tanto en géneros cinematográficos, como en calidades de cámaras o estilos narrativos. Todo un lujo que, no en vano, se encuentra dentro de la sección “Seven chances”