Tras arrasar en el palmarés del festival de Venecia, el renacido y bienhallado Kim Ki-duk presenta “Pieta”, su granito de arena para la reflexión en estos tiempos convulsos.
Detrás de la historia de un cobrador de deudas carente de todo tipo de escrúpulos o misericordia, se esconde una cruda crítica al dinero y la falta de humanidad. Sin perder ese estilo que tanto le caracteriza y que tanto éxito le ha traído, pero añadiéndole madurez y seriedad, el director aborda directamente un tema crucial para la sociedad contemporánea, el precio de la vida humana en contraposición con la enseñanza de amor. Según el film, el ser humano cuyo motivador es el dinero carece de sentimientos y por ende de piedad. La venganza más cruel y efectiva es crearle dichos sentimientos ya que será la única vía de provocarle un dolor insoportable y comprenda el mal que ha propagado.
Con imágenes impactantes dotadas de una gran crudeza, la vuelta del director al largometraje recuerda a sus inicios, descartando la puesta en escena estilizada de sus obras más internacionales y concentrándose más en el mensaje que en la forma. Un paso hacia adelante para el cine.
Todo lo contrario hallamos en “Sinister”, probablemente uno de los pocos films que acaba a los 30 segundos de metraje. En un torpe intento de emular grandes film de género con una idea, a priori, original, el film acaba siendo un compendio de fallos en todos los ámbitos. Para empezar, detengámonos en el poster mismo, una publicidad que te insinúa el final de la película no está cumpliendo su cometido, sería como si el poster de “El sexto sentido” fuera el funeral de su protagonista. A parte de los clips en super8 no se consigue crear ningún tipo de clímax tenso o terrorífico, la dirección de actores es pésima y, por si esto no fuera suficiente, la música está completamente desubicada con lo cual resulta, más que nada, un estorbo. Parece que en la cuestión de realización la tercera no es la vencida.
Para resarcirnos de la anterior película, nada mejor que una sesión de cortometrajes para poder ver el talento latente. La tercera entrega de los cortos finalistas en la categoría de fantásticos ha tenido muy buena acogida. A destacar de entre todos ellos e indiscutiblemente está “Yuri’s Omen”, por aportar un nivel de originalidad y valentía difícil de encontrar entre tanto estereotipo y despilfarro de medios. Da la impresión de ser simple cuando tiene un trasfondo humanista enmarcado en un relato fantástico clásico, sin grandes efectos especiales ni historias rocambolescas.
Me he querido permitir el lujo de probar suerte con lo que, en un primer vistazo, tenía pinta de ser algo freak y que ha acabado siendo exactamente eso. “Taichi Zero 3D” es un film destinado a todo aquel que no quiera calentarse mucho la cabeza y deseoso de ver otra peli de lucha, en esta ocasión con el tai chi como excusa.
Aunque el inicio tenía todos los ingredientes para vislumbrar un buen film, con una acción trepidante y un a aplicación del 3D sorprendentemente buena, inmediatamente después baja el ritmo y el argumento se embrolla de una manera inexplicable. Para más inri, el film sólo es una primera parte así que concluye de forma tan abrupta que de ningún modo invita a seguir la saga por mucho estilo Lovecraft que tenga. En este punto, he de admitir que el sopor ha llegado a un punto en el que mis ojos empezaban a cerrarse, algo que nunca tendría que ocurrir en una película de acción que se precie de serlo.
Hace justo cuatro años de “Martyrs”, un film que pasó por Sitges con una acogida muy positiva. No era de extrañar que cualquier trabajo de su director sería recibido con los brazos abiertos por el festival, y es que Pascal Laugier vuelve a las andadas con “The tall man”. La verdad es que el director es bastante consecuente con sus trabajos, así como hiciera con su anterior película, la intención de introducir un tema serio, al tiempo que peliagudo, vuelve a escapársele de las manos y acaba convirtiéndose en un globo deshinchado, pues, enfrentemos el hecho de que son meras excusas para hacer un film. A diferencia de lo que podría pensar cualquier persona fácilmente impresionable, el giro final de una película no es más que otra pieza de un puzle y no la pieza fundamental de la obra. Aunque no hay fallos en lo que al apartado técnico se refiere y las actuaciones son más que impecables, es una verdadera pena que la buena factura esté al servicio de historias vacías.
En pocas palabras, “The tall man” es un total e intencionado engaño al espectador con un mensaje de lo más capitalista que descarta ideas como capacidad de cambio o libertad en aras de un bien individual.
En el lado opuesto de la moneda se encuentra esta pequeña joya española. “La cueva”, un film con un presupuesto mínimo, una premisa harto sencilla y apenas una sola localización consigue sus objetivos al 100%. De apenas 80 minutos de duración y rodada íntegramente con una cámara de fotos, la película narra el infierno vivido por un grupo de jóvenes que se pierden en unas cuevas durante unas vacaciones. A partir del momento en el que está claro que se han perdido la tensión va en aumento y progresivamente vas perdiendo el aliento como sus protagonistas. Totalmente angustiante, el film tiene grandes momentos, todos ellos relacionados con la perdida de humanidad substituida por el instinto de supervivencia. Toda una lección para superproducciones incapaces de vislumbrar otra cosa que las ganancias esperadas.