Da comienzo la 46 del Sitges film Festival

Da comienzo la 46 Edición del Festival Internacional de cinema Fantàstic de Catalunya

                Love eternal, la primera película del festival nos enseña que la muerte necesita ser entendida para ser aceptada. El protagonista, un suicida con antecedentes familiares autoeliminatorios, se enfrenta a sus percepciones ante la existencia de una dualidad entre la destrucción y amor digna de alabar. A diferencia de otros trabajos del mismo género, este film marca el punto de escisión entre ser un asesino en serie y valorar la vida en todos sus aspectos. Una agridulce y bella historia.

                

                Seguimos con Byzantium.  La vuelta al género de vampiros de Neil Jordán, al que recordamos por la peculiar “Entrevista con el vampiro”, no es sino un drama adolescente tintado de un moralismo algo pasado de moda, sobre todo, tratándose de seres inmortales. Sin dejar de lado una notable factura y una satisfactoria interpretación, el escollo de este relato a través de 200 años reside en que los flashbacks son los que parecen llevar el peso del film y éstos, apenas ocupan un diez por ciento del metraje. En resumen, encontramos menos profundidad si la comparamos con anteriores trabajos, algo que teniendo los ingredientes de que dispone es una verdadera pena.

                   

                Por lo que a la película escogida para la gala de inauguración respecta, Grand piano, es una clara mezcla de Hitchcock con De palma con un guión demasiado similar a “Última llamada” (Joel Shumacher, 2002), salvando las distancias. El arranque del film es impecable, con un montaje ágil y una dirección firme que nos introduce en la pesadilla de un Elijah Wood, como nos tiene acostumbrados, creíble y consistente. El desarrollo del film, sin embargo deja bastante que desear y el ritmo no deja de caer hasta llegar a un desenlace poco interesante y muy previsible.

                

                El siguiente film del día, Upstream color, es un maravilloso viaje a través del ciclo vital, de la alienación de la sociedad y de la esperanza en un nuevo comienzo. Una substancia derivada de gusanos de tierra es capaz de sugestionar absolutamente a quien la ingiere...tras una experiencia de manipulación absoluta dos afectados por este extraño elixir se encuentran y se enamoran, sus vidas se unen para descubrir el origen de todo. Desenfoques acompañan a este viaje sensorial hacia un surrealismo existencial inaudito. Sin ir más lejos, la comparación personas-piara como relación simbiótica perfecta es una metáfora directa que encierra una reflexión más profunda del film del director de “Primer”.

                

                Versión libre de los escritos bíblicos de la mano del irreverente Peter Grenaway, Goltzius and the Pelican Company, representa el compendio definitivo del tema para su autor, una mezcolanza entre video arte y teatro en la que la palabra escrita adquiere un protagonismo esencial cual hilo conductor de la historia, dentro y fuera de la pantalla. Un trabajo que, por muy provocador que parezca, está dotado de una frescura audiovisual difícil de encontrar. Dificil para profanos del séptimo arte e imprescindible para cinéfilos.    

                   

                Acabamos el primer día de festival con algo muy esperado. Todo amante del cine de Terry Gilliam va a colocarse en una seria disyuntiva ante “The zero theorem”. Protagonizada endiabladamente bien por uno de los actores del momento, Christoph Waltz, el film parece estar hecho de pinceladas de su filmografía: base de “Brasil”, un toque de “Doce monos” y una pizca de los monty python, pero sin orden ni concierto y una aparente falta de objetivos trascendentales. Algo chocante y confuso. Recreándose en el exceso por sí mismo, el director de “Tideland” no encuentra el camino a la filosofía vital que siempre le ha caracterizado y presenta, sencillamente, una historia de un inadaptado dentro de un mundo surrealista.

                      

 

  



Por Silvia García Palacios