Empezamos la segunda jornada del festival

 

 

Empezamos la segunda jornada del festival, un sábado de cine…

 

 

          Magic magic se ha colado en la parrilla de sitges sin que las razones sean evidentes: estamos ante un drama acerca del cuadro psicopático que padece su protagonista. El ambiente se enrarece por momentos, pero lejos de engañar al espectador, los creadores de Magic magic, insisten en mostrarnos las reacciones histéricas y desproporcionadas del personaje principal, cayendo en una obviedad soporífica. El final no puede ser más bizarro, una incursión a las tradiciones chamanas de Perú desde una perspectiva occidental fuera de lugar.

                      

          Para despertarnos del anterior film, llega “The Green Inferno”. Divertida y entretenida película del afamado director de “The hostel”, un clásico del festival, que nos aporta el primer y ampliamente deseado baño de sangre de esta edición, dentro de la sección oficial. El film es un cúmulo gamberro de muertes cada vez más horrendas. Sin pretender mensaje alguno, se recrea en perpetrar las peores pesadillas mortíferas de todo chico-bien americano. Accidentes de avión, cacerías humanas, canibalismo o ablaciones son las perlas del film sin ser demasiado explícito, vulgar o exagerado. De hecho, Roth es muy comedido, atrás quedan las salvajadas, quizás por la sencilla razón de que no tiene que demostrar nada ni llamar la atención pues ya es uno de los nombres del género.

                      

           Y seguimos en la jungla con, valga la redundancia: “The jungle”, inspirada directamente en filmes del tipo “The blair witch proyect” (1999) o “Grizly man” (2005) y que se queda, llanamente, a las puertas de sus pretensiones. El producto es una tediosa cinta carente de tensión, credibilidad o aciertos. El resultado es predecible, el mayor inconveniente para un proyecto que se basa en la incertidumbre al tiempo que en el terror in crescendo. Para más INRI, la pretenciosidad de rigurosidad documental no existe, haciendo uso de técnicas erróneas que pasan desapercibidas  para cualquier profano pero irritan a cualquier iniciado en el cine.

                 

           Blind detective, el sorprendente último trabajo del maestro del cine negro de gangsters es una comedia. Si, una comedia. Y no una cualquiera, sino una protagonizada por el mismísimo Andy Lau. Tras el primer shock mental ante tal premisa, que transcurre durante los primeros veinte minutos del metraje, el resto del film resulta ameno, provocando sendas risas y alguna que otra carcajada; y es que se trata de una comedia con el exceso como denominador común. El argumento ya denota cierta locura: un detective ciego ayuda a una agente de policía a resolver un caso de desaparición acaecido años atrás. Las escenas más absurdamente divertidas se suceden al tiempo que el protagonista parece ir de banquete en banquete. La sonrisa está servida de la mano de Johnnie To.

        

            Y de una comedia a un tema harto más serio, el maltrato animal. “Black fish” es un documental bastante al uso que consigue sus objetivos sin aparente esfuerzo. El tema es lo suficientemente interesante y espectacular como para captar la atención de cualquier audiencia. Las orcas son desgraciadamente apodadas "asesinas" por la sencilla razón de que a diferencia de rumiantes y demás animales domésticos, superan con creces la inteligencia de la media, convirtiéndose en un miembro de la fauna marina a denigrar por nuestra especie, una que tiene el falso convencimiento de la superioridad. En este film, se documentan los casos en los que estos gigantes del mar han atacado, de muerte o no, a sus entrenadores en cautividad, concretamente dentro de un linaje de orcas que pertenecen o pertenecieron al gigante seaworld, el disneyland del espectáculo acuático. El documental no ha resultado exhaustivo ya que la intervención de los empresarios no se pudo obtener, lo cual merma la fuerza del mensaje ya que deviene imparcial y, por consiguiente, subjetivo. De todas formas, es de agradecer una visión donde el egocentrismo humano se ponga en tela de juicio.

 

            Y para acabar con un día para todos los gustos, “Why don’t you play in hell”. Sion Sono vuelve a deleitarnos con su irreverencia, su locura y su desfase en una oda personal al mundo del cine. Un grupo de amantes acérrimos del séptimo arte, en busca de la producción de esa película perfecta, y dos bandas de gangsters enfrentadas crean este cocktail frenético, y por momentos delirante, que tanto caracteriza al director de la celebrada “Cold fish” (film galardonado en Sitges). Salvando las distancias, en esta ocasión se mete de cabeza en una comedia en la que cabe casi cualquier cosa. Mientras la sangre inunda las escenas, los comportamientos extremos se abren paso dejándonos con un surrealismo extrañamente atrayente.
            La visión del cine, nostálgica al tiempo que guerrera, nos dice mucho de cómo el realizador percibe su mundo y lo plasma como si de un guiño autobiográfico se tratara; Sono nos muestra el insaciable entusiasmo de aquellos que deciden dedicarse al cine, con unas ganas infinitas de crear, manteniendo este compromiso sin caer en la generación de un producto comercial.

      



Por Silvia García Palacios