TerrorMolins 2013: "A Serbian Film" y la censura

                Este año se ha roto una especie de tabú en el Festival de Cine de Terror de Molins de Rei. No sólo porque el leitmotiv de la edición fuera la censura, sino porque fue TerrorMolins (junto con San Sebastián y Valencia) uno de los principales damnificados colaterales de la polémica que suscitó la proyección de “A Serbian Film” en Sitges y que puso de manifiesto la ignorancia y los filtros en la libertad de expresión que todavía existen en este país. La película de Srdjan Spasojevic tenía que proyectarse en Molins en 2010 y tuvo que ser retirada de la programación por presiones externas. Finalmente, por suerte para el público, pudo verse de nuevo en una sala de cine en 2013 encabezando un cartel retrospectivo que incluía títulos tan interesantes como la coreana “Men Behind The Sun” (Tun Fei Mou, 1988) y las ya revisionadas “El Amanecer de los Muertos” de George A. Romero (1978) y “La Última Casa a la Izquierda” (1972) –opera prima de Wes Craven que fue la película sorpresa en la maratón de 12 horas de terror– que, a pesar de haber perdido rotundidad visual, con el paso del tiempo tienen una esencia revolucionaria que sus remakes no han sabido –o querido– conservar, independientemente de que son buenas películas (e incluso superiores a las originales en algunos aspectos). 


 

                En correspondencia de la línea temática de la presente edición, uno de los platos fuertes del festival fue la mesa redonda del primer día en la que se hablaba de sobre la censura en el cine. Julian Richards (jefe de ventas de Jinga Films, distribuidora de A Serbian Film), Xavier García Puerto (director del festival REC de Tarragona) y Fausto Fernández (crítico de cine) hablaron abiertamente sobre la censura que todavía a día de hoy existe tanto en España como en el resto del mundo en el cine, que en la mayoría de casos pasa desapercibida, pero que en otras se ha convertido en foco mediático como en del estreno de “Saw VI” en España.


                Aunque buena parte de la ponencia tuvo como protagonista Richards y el periplo que ha vivido intentando distribuir “A Serbian Film” por todo el mundo, las aportaciones de Xavi García Puerto y Fausto Fernández fueron las que realmente invitaban a la reflexión y al debate. Uno de los mensajes en los que se insistió mucho fue en que mayormente el motivo de la censura con películas en que el sexo y/o la violencia tienen una presencia abundante y explícita no es casi nunca la presencia de imágenes ofensivas, sino su valor metafórico para denunciar de forma rotunda cierto contexto o tendencia política o social. Sabemos que uno de los grandes valores del cine de terror de calidad (algo extrapolable a la serie B en general) es precisamente que funciona como modo de representación fantástico para contar una historia realista. Casos como el de “A Serbian Film”, una película que justamente fue polémica en Serbia por la crudeza con la que representaba la psicología de parte de su sociedad, son muy reveladores, ya que en otros países, seguramente por incapacidad –justificable a mi entender– para comprender la película en toda su magnitud, fue crucificada por motivos completamente opuestos, relacionados con la violencia de algunos de sus pasajes.


                De todos modos, otro tema de discusión sería si en los casos en que películas han padecido o se han liberado de la censura (Berlanga sin duda era un experto en esta praxis) la razón es que el ejecutor de la misma es avispado o ignorante. Es decir, visto en perspectiva, es difícil entender que películas tan diferentes como El Verdugo (Luis García Berlanga, 1963) en España o Godzilla (Ishiro Honda, 1954) pasaron el corte de la censura en sus respectivos países y en sus respectivos momentos, ya que sus mensajes aparentemente son lo bastante explícitos como para molestar a sus gobiernos. Resulta evidente que la causa es la ignorancia de los que las valoraron, mientas que, como hemos comentado, “A Serbian Film” también fue censurada justamente por el mismo motivo: no entenderla. Obviamente, buena parte de la censura es porque cierto producto no casa con el ideal político imperante, pero es importante subrayar el hecho de que las limitaciones que tenga el mismo ideal también pueden ser motivo para ejecutar (o no) la censura de una obra de arte.


                Ya en un tono más reivindicativo, Fausto Fernández incidió mucho en que el peor tipo de censura es la que se autoimponen los propios creadores. El asunto está sujeto a las pretensiones que uno puede tener con su obra, pero es cierto que en el proceso de creación de una obra es prácticamente inevitable pensar en la recepción que tendrá por parte del público. La pregunta es ¿debe influir esto en el resultado final? La respuesta no es tan sencilla como puede parecer. Un autor puede apostar en moderar su discurso para llegar a un público amplio (en un caso reciente, no hay más que ver como Eli Roth ha apostado por un gore mainstream con “The Green Inferno”, que a priori se decía que iba a ser el “Holocausto Caníbal” contemporáneo) o radicalizar lo máximo posible sus formas y lenguaje, con lo que podría perder difusión mediática pero llegar a un público razonablemente numeroso gracias al boca-oreja y a plataformas alternativas de distribución (como sería el caso de Éric Falardeau con “Thanatomorphose”). La reflexión está ahí, así como los resultados, pero la conclusión inequívoca es que un autor debe acomodar su obra únicamente a su discurso y a sus pretensiones como artista, pudiendo ser flexible, como a veces es necesario, pero sin traicionar sus ideas.

                Llegados a este punto me gusta pensar en Alejando Jodorowsky y el “Dune” que nunca se hizo –imprescindible para cualquier cinéfilo es el documental Jodorowsky’s Dune (Frank Pavich, 2013) –. Evidentemente nos salimos del contexto del cine de terror, pero, en cierto modo, “Dune” del director chileno sufrió una fuerte censura en su proceso de gestación porque la magnitud de lo que intentaba estaba fuera del alcance económico (aunque esto es discutible), pero, sobre todo, mental de cualquier estudio y, sin embargo, estamos hablando de una de las películas de ciencia-ficción más influyentes de la historia del cine sin que ni siquiera llegara a rodarse un solo plano. La moraleja: no se puede ni se debe poner límites a la creatividad.

 



Por Gerard Fossas Noguera