Un tercer día lleno de cine en Sitges

     Ya que el festival parece haber despegado con varias comedias negras, la decisión de echar un vistazo a “Housebound” no es para nada desacertada.

De origen Neozelandés, la película narra las peripecias de una joven con arresto domiciliario y una casa “encantada”. Los múltiples giros de este divertidísimo guión amenizan notablemente por descolocar al espectador y frustrar sus expectativas. El tono recuerda por momentos a hitos como “Braindead” o a cualquiera de la trilogía de Edgar Wright y Simon Pegg (The world’s end y compañía) por su irreverencia e inventiva. Por no hablar de la idoneidad actoral.

Realizador y guionista de la película, Gerard Johnstone firma su primer largometraje. Esperemos que no sea el último.

     El director de uno de los films revelación en la pasada edición del festival, hablamos de  “Another Earth” vuelve a maravillar a su público con la controvertida “I origins”, todo un despliegue de medios protagonizado por Michael Pitt y Brit Marling (la también protagonista de su anterior film).

Una parte de la ciencia trata de responder a las preguntas más trascendentales del universo, el pensamiento científico se define por la lógica y la contrastación de datos empíricos, la fe no es cuantificable. El film plantea dicha contrariedad a través de un científico que encuentra algo que no puede explicar racionalmente. Por lo menos esa es la intención.

La ejecución de la película es intachable, todos y cada uno de los elementos visuales que la conforman están colocados adecuadamente. La dirección, la actuación, los efectos visuales, la fotografía, e incluso la música son notables, pero, aunque la intención del guión es clara no lo es su consecución dentro del film, el desenlace del mismo resulta contrario a los mismos principios racionales que hacen de base. Y con independencia de estar de acuerdo o no con el mensaje que se quieren que se substraiga, no se conduce al mismo de forma demostrable. En definitiva, un film con un final que lo hace imperfecto.

 


     Los creadores de la exitosa “Mi loco erasmus” vuelven con “Taller Capuchoc” un trabajo dadaísta que intenta demostrar cómo la profesión de escritor es una farsa o que el protagonista es un desgraciado, está por averiguar. Con una dinámica similar a su anterior “documento” que se paseaba por las actividades de los extranjeros que vienen temporalmente a estudiar a Barcelona, este taller parece ser un purgatorio para un personaje tan odioso como para él es su trabajo. Indescriptible. Tanto, como el siguiente film de título tan increíble como es “The satellite girl and milk cow”, sí, es efectivamente la historia de “amor” entre un satélite inteligente que adquiere la forma de una chica y un chico al que los males de amor han transformado en una vaca lechera. La locura está servida y pocas palabras pueden expresar esta retahíla de incongruencias y delirios que este guión ofrece.


 

 

     Pero todo lo anterior carece de importancia si acabas el día con una película que te hace sentir orgulloso de pertenecer al mundo del cine español. Nos referimos a la perfecta “Magical Girl”.

Protagonizada magistralmente por Luis Bermejo, José Sacristán, Bárbara Lennie y Lucía Pollán, este relato de historias cruzadas combina maravillosamente drama, thriller y terror con una simplicidad pasmosa. Para completar este cóctel, hay sitio para una sordidez, digamos, elegante, que recuerda directamente a las escenas de Kubrick de “Eyes wide shut”.

No se trata de una película cómoda para ver, por lo que a la temática se refiere y a la desesperación que supura; sin embargo, es de necesario visionado por la maestría que rebosa, sin duda, consecuencia de una mezcla de grandes aciertos a todos los niveles. Hasta el sonido, uno de los grandes peros de nuestro cine, tiene una presencia excepcional en esta obra maestra que, si no pasa algún milagro, arrasará en los goya de la siguiente edición.  

 




Por Silvia García Palacios