Las agujas del reloj y nuestras manos
Embrión (2008, Gonzalo López)

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Original

La relación del cine con el tiempo siempre ha sido estrecha. Es el cine, junto a la música, el único arte que tiene un desarrollo temporal; pero además, como arte de lo real, el cine se encuentra ante la posibilidad de rescatar del tiempo a realidades olvidadas. El cineasta debe esculpir en el tiempo, para apartar del enorme e informe complejo de los hechos aquello innecesario, conservando lo que luego formará la película. Pero es precisamente esa elección la que liga íntimamente al cine con el pasado: en el cine el pasado puede revivir, tanto en documentales como en cintas de género.

Quizás la utilización más clásica del pasado sea la que resucita a los mitos. Diferentes directores lo han hecho con propósitos diferentes: John Ford analizaba el mito dándole una vida casi física, como cuando en "Fort Apache", la caballería montada sale del fuerte cantando una canción, una canción que hoy es un fósil del pasado; en ese momento, podemos ver a las protagonistas de la canción, a las mujeres que dejan atrás los soldados. Así, los textos del pasado dejan de referirse a algo que existió para ser textos vivos. Pero el uso más típico del pasado ha sido con fines nostálgicos; los ejemplos son casi infinitos: el propio John Ford en "El hombre tranquilo", Giuseppe Tornatore, Terence Davis, Guy Maddin...


Sin embargo, también se puede rescatar del pasado tiempos no míticos, e incluso se puede hacer con objetivos políticos. Esa es la idea de la que surge "Embrión", la primera película de Gonzalo López. "Embrión" es una versión contemporáneo de un film que Koji Wakamatsu, dirigió en los 60. Y es sobre del brutal cambio que han dado el cine y la política en estos 40 años, donde Gonzalo López construye las bases de su film.
La película gira alrededor de Carlos, un marxista convencido, un individuo de los que oficialmente ya no existen, rémoras de una década en la que la izquierda pareció que iba a cambiar el mundo. Y durante toda la película es así como se nos muestra a Carlos: un hombre que se ha equivocado de década, que quiere vivir en un mundo que ya no existe y vive en un mundo en el que sólo puede existir disfrazado. Pero a pesar de ser un fósil del pasado, la existencia de Carlos es real, presente: no puede evitar sentirse despreciado, humillado. No puede dejar de amar, incluso si ama a un producto del sistema al que desprecia. En el fondo, "Embrión" es una muestra de lo que sucede cuando chocan un pasado del que se rehuye y el presente...

Tanto la dirección como la fotografía aumentan la sensación de extrañeza que siente el espectador al enfrentarse a la película. Una dirección basada en largos planos-secuencia, y una fotografía de un blanco extremo, en digital, colaboran a formar una puesta en escena aséptica, a diferencia de la película de Wakamatsu. Tal hecho tiene una doble vertiente; por un lado, y aunque parezca paradójico, expresa mejor el ruido y la furia de la conciencia política de la época, sumada a la angustia del personaje principal. Por otra, trata de hacer del film una abstracción, cosa que, quizás, sea contraria a los propios postulados de la película: dibujar personajes de hiperrealismo casi houellebecquiano para realizar una metáfora es contradictorio. Pero la duda que me queda es esta: ¿es posible hacer un film con afán pedagógico con una estética que puede sacar al público de la película?

"Embrión" es un film extraño, furioso, que conjura al pasado para despertar a una conciencia política que su director considera adormecida, una lucha por poder volver atrás y subsanar los errores cometidos, para que los olvidados tengan otra oportunidad. Cuenta con unas interpretaciones muy interesantes, particularmente la de Sergio Bernal: interpretaciones que pueden ser fácilmente minusvaloradas por hacer personajes más ambiguos de lo que muchos creen aceptable -ahí tenemos el caso de Casey Affleck en El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford-.

Pero más allá de muy pocos errores conceptuales o formales, y algunos más en el plano técnico, no puedo más que coincidir con mi compañero David Sáiz en que se agradece un film como "Embrión" dentro del panorama del cine español. Por dar un ejemplo muy básico: Embrión competía con otras dos cintas españolas dentro de la sección Noves Visions; una sobre un psicópata con un trauma infantil, y otra sobre asesinos a sueldo. Y no es que eso sea malo per se: ambos films tenían cierta consciencia posmoderna, cosa que supuestamente debería librarles del estigma de la falta de originalidad. Pero no deja de ser significativo que el film más rompedor de una sección del Festival de Sitges sea un "remake".



Por Cristian Planas