Como en el espacio, más allá de la fuerza de gravedad, no hay referencia y el humano, visto por el humano, es el centro en el eje de coordenadas tridimensionales, nos absorbe la sensación de flotar en la negrura, a la deriva, en un vacío de materia y sonido, con la tentación de dejarnos llevar y no regresar nunca más al ruidoso mundo en el que vivimos.
En eso estamos, a todos los niveles, en busca del silencio y el vacío: el vacío como espacio, el vacío poético, el vacío existencial, el vacío como desafío, el vacío como novedad, el vacío del sexo, el vacío de la muerte, y el silencio, el silencio del ruido, el silencio interior a través del silencio exterior, el silencio como libertad, el silencio del cuerpo mental, el silencio emocional, el silencio de los demás y el silencio de la muerte. Ese vacío y silencio que llamamos “poesía” del alma para dialogar con nuestra vida manifiestamente material y ruidosa.
Para eso nacemos, con la herramienta perfecta que nos permitirá vivir en la esperanza de conseguir el contrapunto definitivo que nos acerque, definitivamente, al vacío y al silencio: el lenguaje.
Para eso asistimos al cine, por eso mismo hacemos cine. Y allí enfrentamos al lenguaje con la experiencia vital, aquella que se mide permanentemente a la muerte. Aunque, a menudo, confundimos tal experiencia con el lenguaje y pretendemos que el lenguaje se convierta en dicha experiencia, cuando éste ya es una experiencia en sí misma.
Porque cuando hablamos de lenguaje hablamos de lo vivo y no estamos hablando de entretenimiento, algo que, si se me permite, es una aberración cuando nos referimos a nuestra permanente pugna con la muerte, aquella que confiere los límites de nuestra experiencia vital, aquella que nos exige crear el lenguaje para luchar con ella cuerpo a cuerpo. El lenguaje contra la muerte, siempre la muerte, siempre el lenguaje. Y el silencio y el vacío son los poderosos guerreros que envía el lenguaje para luchar contra la muerte.
Hacía tiempo que el cine como lenguaje pedía una justificación a los impuestos industriales del 3D. Y, por poner un par de ejemplos, ni Pina (Wim Wenders) ni La cueva de los sueños olvidados (W. Herzog), no hablamos de cine de entretenimiento, por supuesto, nos podían convencer del todo en este sentido. Tampoco los Avatar, Hobbit, Tintin, etc…como entretenimiento, nos convencían en 3D. Y Gravity, una película que parece reunirlo todo, según la corriente general, si. Gravity, si. Convence su 3D, hasta el punto en que no tiene sentido verla sin las gafas. Y eso ya es mucho! y digno de elogio, claro. Porque su 3D gira entorno al vacío y la negrura y escasea de referentes que es lo que, en gran medida, sobra de las otras experiencias en tres dimensiones. Aunque, vayamos al grano: aquí empieza y acaba todo. Porque Gravity es puro entretenimiento, claro. Y nada más. Aunque haya quien se empeñe en hacernos creer que es de lo mejor de la década en cuanto a discurso y lenguaje cinematográficos. ¿Por qué será? ¿Qué tiene de nuevo Gravity a parte de su perfecta utilización del 3D? ¿Será porque solo necesita justificar la existencia de esto llamado 3D y del “puro entretenimiento”?
Para la gente que desea ver una y otra vez la misma película de siempre, allí está Gravity, no defrauda. Para los que ven en el cine un vector espaciotemporal donde asomarse para gritar sin represión a las grietas del infinito universo, Gravity es un planchazo en la cara porque no está ni en el silencio ni en el vacío. Un residuo cósmico más.
Si alguna cosa no consigue esta película es acercarnos al silencio y al vacío, nuestros verdaderos ejes de coordenadas en esta esquina del cosmos en que vivimos. Porque esta película por mucho que nombre al silencio y al vacío sabe que habla de lo poco que pretende y además no lo esconde: es una exhibición más de trucos tecnológicos huecos (en eso si estaría cerca del vacío pero por defecto, claro) y un periplo “made in hollywood” más acerca de la auto-superación y el humano globalizado con sentido del humor superfluo, y ya está. Y para ver eso, pues qué quieres que te diga, me giro hacia el siglo XX, cuando parece que el cine era algo que mas que pasar el rato y ahí sí, hay verdaderas piezas audiovisuales que todavía me cuentan que la historia del arte no infiere ni del capitalismo ni de la historia de los avances tecnológicos, en todo caso, se sirve de ello para definir un lenguaje y su desarrollo. De todos modos, y para ser positivos, habrá que esperar que con los logros técnicos de Gravity se nos permita partir para nuevas y verdaderas propuestas con lenguaje, eso sí. Mientras, deberían proyectar Gravity en un parque temático sobre el espacio exterior, y a disfrutar del ratito flotando en el cosmos y de si ese fenómeno de la gravedad cero o las altas y bajas temperaturas son conforme a la realidad o, simplemente, son trucos de guión para mantener al espectador en vilo. Muy enriquecedor e instructivo, claro.
Aunque sea una portentosa exhibición de técnica y entretenimiento Gravity solo tiene eso como novedad. O sea, que tampoco hay para tanto.
Si no creemos que la operada Sandra Bullock hace el papel de su vida enfundada en un traje de astronauta como la bella mujer americana que supera sus injustas adversidades en la Tierra, renaciendo desde el hostil espacio exterior (tranquilos, la veremos en ropa interior, faltaría más, y flotando ingrávida con mucha sensualidad en una muy original postura), es que nos falta oxígeno. Si George Clooney, con su eterno hilo musical de fondo, nos parece que es muy poco gracioso y que su personaje peca de frívolo, será que llevamos demasiado tiempo desconectados de la base. Por el contrario, sino estamos de acuerdo con lo aquí escrito, tranquilos, Houston, no tenemos ningún problema.
Es alucinante, la máquina hollywoodiense está en forma. Han conseguido que nos traguemos, una vez más, el sueño americano envuelto en tres dimensiones, orbitando alrededor de la Tierra y que brindemos por ello. ¿Tan mal estamos que no tenemos nuestros propios sueños, o es que, ahora ya, somos definitivamente americanos medios?
Entonces lo digo alto en el vacío y claro en el silencio: el producto americano como discurso, como modelo de vacío y silencio, me parece ridículo. Y Gravity me parece... un logro más en la sutil inyección de viejos y conocidos discursos en nuestras mentes poco vacías y menos aun, silenciosas.