La acostumbrada cita anual con Woody Allen lleva el título de “Blue Jasmine”. Protagonizado por Cate Blanchett, el último trabajo de este prolífico director americano arremete directamente contra la clase alta y utiliza el capital como el gran villano.
Poco acostumbrados nos tiene Allen a temas que no giren alrededor de dilemas freudianos; sin embargo, de un tiempo a esta parte hemos podido ver cambios satisfactorios en su carrera, recordemos Math Point (la culpabilidad y las clases sociales), Cassandra’s Dream (bajada a los infiernos) o Midnight in Paris (la relatividad existencial). En esta ocasión, tomando como contexto el declive de una rica en bancarrota, nos habla de los efectos del dinero en la sociedad, su capacidad de perversión y la dependencia extrema que provoca, en definitiva, los males del mundo: egoísmo , falsedad, indiferencia y una ausencia total de bondad.
La sensación de absoluta desesperanza para con la raza humana va aumentando al tiempo que avanza la película, nadie parece escapar de esta gran bola de interés y locura. La suerte abandona a todos, merecedores o no de ella. Su protagonista, incapaz de aceptar el hecho de haber sido expulsada de su Olimpo, cae irremediablemente en un estado insano, encerrándose en fantasías y recuerdos, que, por otro lado, van aclarándose a medida que no ve remedio alguno a su situación. Blanchett, en una de sus mejores interpretaciones, sabe dar exactamente lo que requiere cada escena, transmitiendo una patética desolación difícil de compadecer. Ya que, ¿quién siente pena por los que, por agrandar sus cuentas miraron hacia otro lado? Tenemos a los culpables identificados mas por mucho que no olvidemos, poco nos dejan hacer.
Irónico, contundente y firme al exponer el film, Allen consigue mostrarnos su opinión acerca de una coyuntura de rabiosa actualidad sin pelos en la lengua y sin perder su estilo. No estamos ante una gran obra maestra de la historia del cine, pues no se ha concentrado tanto en la forma como en anteriores trabajos, es una obra maestra de la humanidad. Sin lugar a dudas, el blues de Jasmine es absolutamente imprescindible.