Con una gran carrera como actor en papeles importantes, y tras varios cortos dirigidos, Joseph Gordon-Levitt (Brick, 2005) se lanza a la gran pantalla, esta vez, como realizador, guionista y actor principal. “Don Jon”, su opera prima, se describe como una comedia en la que se relata la vida de un moderno “Don Juan” al estilo norteamericano y llega a nuestras salas con la intención de hacernos reír.
Jon (Joseph Gordon-Levitt) es un chico cosmopolita, al que sus únicas preocupaciones son: cuidar de su coche, su familia, su casa, su gimnasio, su iglesia y el porno; y es que, en lo que a chicas se refiere sí, tiene a todas las que quiera, pero una relación esporádica no le satisface tanto como su ordenador. Su vida transcurre con esa monotonía hasta que conoce a Bárbara Sugarman, interpretada por Scarlett Johansson (Match Point, 2005) en su faceta mas sexy, la cual, tras rechazar el sexo ocasional de una noche, le provocará una atracción que trastocará su vida. Julianne Moore (Hijos de los Hombres, 2006) es Esther, una mujer madura que Jon conocerá en la escuela nocturna en la que estudia y que le dará otra perspectiva de ese sentimiento puro que todos queremos alcanzar en nuestra vida y que Jon cree haber encontrado, el amor.
Alejándose de la típica historia de amor-discusión-reconciliación con un desenlace “happy ending”, el director nos muestra el romanticismo desde el punto de vista de un hombre egocéntrico y narcisista, una manera de verlo más cercana a la realidad, que levanta mas de una mueca de sonrisa al espectador al ponerse en la piel del actor.
Cabe destacar que dirección, guión y actuación de Gordon-Levitt culminan con un buen trabajo al estilo “yo me lo guiso, yo me lo como”, y, gracias a la ayuda de la refrescante Johansson y la experta Moore consigue que, la película, aunque no alcance las expectativas de algo realmente diferente a lo habitual, tenga momentos divertidos y amenos en los que podríamos habernos visto en alguna ocasión.
En definitiva, hay que aplaudir el atrevimiento del director al estrenarse con un género tan estereotipado por las grandes productoras americanas e intentar hacerlo propio. Haciendo uso de una visión alejada de lo políticamente correcto, logrando un entretenimiento inesperado aunque, lamentablemente, poco “saciante”, dejando una sensación de no tener nada que comentar y olvidándote de la película poco tiempo después de abandonar la sala. Es una lástima que, aunque se vislumbra el intento, se quede a medio camino de la reciente “Shame” (Steve McQueen, 2011).