Tras el fiasco que supuso “Prometheus”, Ridley Scott ha elegido el camino más difícil: dirigir el primer guión cinematográfico de Cormac McCarthy (de quien ya quiso adaptar “Meridiano de Sangre”, lo cual me parece una tarea imposible). Para ello, se ha rodeado de un reparto lleno de nombres conocidos: el hombre de moda Michael Fassbender, el siempre solvente Brad Pitt, una sorprendente Cameron Diaz y la pareja Bardem/ Cruz, que, curiosamente, ya han interpretado a personajes de libros de McCarthy en otras adaptaciones (Cruz en “Todos los caballos bellos” y Bardem en “No es país para viejos, papel por el que consiguió un Oscar) y algún que otro rostro conocido haciendo pequeños papeles o cameos.
Aún con este plantel estelar, “El consejero” está muy lejos de ser una película comercial, diferente a los intentos de Scott por conquistar la taquilla como “Gladiator” o “American Gangster”. Ésta es una película extraña; extraña como siempre es la obra de McCarthy, y también por los defectos que éste ha dejado ver a la hora de cambiar de medio, lo que le da un toque único. Me explico: En “No es país para viejos”, la obra con más puntos en común con ésta, el escritor podía usar su críptico estilo como narrador, ceder parte de su voz al sheriff en sus monólogos, y el resto de personajes actuaban y hablaban de una forma más o menos acorde a lo que eran. En “El consejero”, todos los personajes hablan con la voz de Cormac McCarthy. Da igual que sea un abogado, un mafioso, el trabajador de una fábrica o el joyero que sólo sale en una escena y no tiene ningún peso en la película; cualquiera puede ponerse a discurrir sobre lo divino y lo humano en cualquier momento, todos pueden volverse trascendentales y soltar una frase que parece grabada en piedra. Y en una historia que se mueve en el realismo más sucio, este es un punto que puede resultar entre genial y ridículo, pero que acaba calándonos a largo plazo.
La historia aquí es lo de menos. El consejero protagonista es un abogado que se mueve con soltura entre narcotraficantes y que no se corta un pelo a la hora de imitar su opulento modo de vida. Movido simple y llanamente por su codicia, este abogado sin nombre acude al narco Reiner (Bardem) que, bajo la atenta mirada de su novia (tremenda Cameron Diaz), le introduce en su círculo para que pueda realizar una inversión. Tras conocer y ser advertido por el intermediario Westray (Pitt, con el piloto automático puesto) de los riesgos y posibilidades de un negocio que deja 3.000 muertos al año en tan solo una ciudad, el consejero mete los pies en un mundo en el que pronto aprenderá dos lecciones: Que hay pasos que no se pueden deshacer y que cabe la posibilidad de que no seas tan listo como te crees.
Y con eso lo tienes todo. Director y guionista llevan una historia que daría para un thriller del montón a otro nivel; y aunque no salen victoriosos del todo, consiguen una obra que se te queda clavada durante un tiempo. La fotografía de Darius Wolski (Sweeney Todd, 2007) pone la guinda a una forma de contar historias sucia, retorcida, que crea algunas secuencias para el recuerdo (no tanto la cacareada escena “sexual” de Cameron Diaz, que sirve más de respiro cómico que de otra cosa) y por otro lado, la música de Daniel Pemberton (La maldición de Rookford, 2011) dice más bien poco, llegando a sonar realmente a banda sonora de telefilm en algunos momentos.
Lo demás recae en los actores, que hacen lo que pueden a la hora de afrontar un texto como este. Donde intérpretes como Josh Brolin, Tommy Lee Jones o Viggo Mortensen han encontrado una forma de lucirse como nunca, los protagonistas masculinos de “El consejero” casi se dejan llevar sin más. Fassbender se pasa la mayor parte de la película desfilando, aunque en el último tercio encuentra su momento para brillar y deja claro porqué lleva unos años acaparando la mitad de la cartelera. Pitt y Bardem se desenvuelven haciendo de Pitt y Bardem; cara de poker para el primero y look extravagante e histrionismo TonyMontanero para el segundo. Podría decirse que tiran más de carisma que de talento. Penélope Cruz nunca ha sido santo de mi devoción, y aquí como novia del abogado tiene poco que aportar. No veo la interpretación ridícula que otros han criticado, pero sí me queda la sensación de que no aporta nada como actriz. En el film, la verdadera estrella es Cameron Diaz, en la piel de una choni infernal, una leoparda cuarentona con uñas plateadas que se merienda a sus compañeros de reparto dando risa, miedo y morbo al mismo tiempo cada vez que aparece en la pantalla. Escondida tras un look entre ricachona descocada y actriz porno cutre, y luciendo arrugas con orgullo, su Malkina representa a la perfección la encarnación en el siglo XXI de la oscuridad imparable que protagoniza cada obra de Cormac McCarthy.
Concluyendo: Pasan los días desde que la vi y sigo sin tener claro qué decir de “El consejero”. Si bien contiene la mayoría de los elementos característicos de la prosa de McCarthy (mi novelista vivo favorito) como el protagonista sin nombre, la falta de clímax, las acciones fuera de plano y la visión de un mundo que pierde el corazón sin remedio, sufre por no tener un guionista que ponga sus ideas en orden y les dé el empaque necesario para que la película avance sin que te acabes preguntando qué narices estás viendo. Y te lo vas a preguntar. Ridley Scott ha puesto toda la carne en el asador y como el protagonista de su película se ha tirado al pozo aún sabiendo lo que le puede pasar a su cuello realizando, posiblemente, su película más oscura, rara y deprimente desde “Blade Runner”. Quizás no haya conseguido una película realmente buena, pero sí una película difícil de olvidar. Y teniendo en cuenta que empezaba a acumular demasiadas obras realmente insustanciales, creo que podemos contar la que nos ocupa como una pequeña victoria.