Ausencia de amor y hastío de sexo
Nymphomaniac (2013, Lars von Trier)

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Original

Nota: Esta crítica se basa en la versión acortada y censurada de la película, dividida en dos volúmenes de dos horas de duración cada uno. La cinta original, también dividida en dos volúmenes, no contiene ningún tipo de corte ni censura y dura un total de cinco horas y media.

 

          Las acusaciones de misógino que Lars von Trier lleva años acumulando se van a acrecentar en caso que su última cinta sea, como otras, malinterpretada. Nymphomaniac tiene como protagonista a Joe, interpretada por Charlotte Gainsbourg (Antichrist, Lars von Trier. 2009), que cuenta toda su vida a Seligman, representado por Stellan Skarsgård (The girl with the dragon tattoo, David Fincher. 2011), después de que este último la encuentre tirada y apaleada en un callejón y la acoja en su casa.

 

          El largo relato que Joe cuenta, dividido en ocho capítulos con estilos marcados de manera sutil (a diferencia de otra cinta también dividida en dos volúmenes), gira constantemente en torno a su ninfomanía, que condicionó su vida desde que era adolescente. Dicho relato está aderezado con un elevado número de planos que han generado, para no variar y aburrir con lo habitual, polémicas absurdas en salas de cine, medios de prensa y habladuría general. Lo irónico es que el objetivo de dichos planos, que van desde sexo explícito llevado a cabo por actores y actrices de cine pornográfico hasta un montaje de sucesivas fotografías de penes, es totalmente opuesto al malinterpretado. El sexo en Nymphomaniac se hace más y más aburrido a medida que avanza la cinta y sólo se vuelve interesante de manera deliberada en un punto crítico de la historia de Joe. Aclarando el asunto: El sentimiento hacia el sexo durante todo el metraje va ligado a cómo lo siente la misma protagonista y esto se lleva a cabo y se consigue correctamente (con la excepción de que el espectador sea demasiado sensible).

 

          Una de las pegas que se le puede sacar es lo forzado que resulta que los ocho capítulos que componen la historia tengan relación con algún elemento de la habitación en la cual se narra la historia. El personaje de Seligman, culto a más no poder, interrumpe continuamente la historia para decorarla con paralelismos entre lo que hizo Joe y elementos artísticos, religiosos e incluso levemente filosóficos. Pero esto se puede dejar pasar cuando los mismos protagonistas se ríen uno del otro y reconocen lo ridículo que llega a ser tanto lo anterior, por parte del protagonista masculino, así como sucesos que van aconteciendo y que resultan demasiado improbables, por parte del femenino. Trier se ríe y vulgariza el sexo repetidas veces y no olvida hacerlo incluso de su propia historia de tanto en tanto.

 

          Otra de las características que llama la atención durante la película (si no lo hizo de antemano con sus populares y, ¿por qué no?, polémicos carteles promocionales) es el reparto. No todos los personajes secundarios tienen escenas sexuales como parece invitarse a pensar pero esto no supone, ni mucho menos, una decepción. Cada capítulo tiene un número indeterminado de secundarios que aumentan la calidad de la cinta. Entre muchos otros, Shia LaBeouf (Transformers, Michael Bay. 2007) sorprende positivamente a lo largo de varios capítulos; Uma Thurman (Pulp fiction, Quentin Tarantino. 1992) aporta un toque de humor negro agridulce con una pequeña aparición; Christian Slater (Alone in the dark, Uwe Boll. 2005) ejerce correctamente como padre de la protagonista; y Jamie Bell (The adventures of Tintin, Steven Spielberg. 2011) lleva las riendas de la parte masoquista con un personaje misterioso.

 

          Con el sexo reducido a algo nimio y vacío y el reconocimiento de lo cómico que llega a ser tomárselo en serio, tras cada capítulo y, sobre todo, hacia la conclusión de la película, Joe y Seligman debaten sobre si las acciones de esta última fueron correctas o no y sobre, simplificándolo, quién es el bueno y quién el malo a lo largo de la historia: ¿la mujer o los hombres en sí? Una vez finalizada la película, el mensaje, opinión personal del director y no la verdad absoluta, queda claro por partida doble (ya que en un principio se deja ligeramente en el aire) y es absurdo acusar a la cinta o a su autor de misoginia.



Por Iban Granero