La única lucha que importa
Snowpiercer (2013, Bong Joon-Ho)

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Original

     Cinco años después de dirigir y escribir su anterior film, Bong Joon-Ho (“The Host”, 2006) nos presenta el film de ciencia ficción “Snowpiercer”. Con colaboración internacional y basado en la novela gráfica francesa “Le Transperceneige”, de Jacques Lob, apuesta por grandes dosis de acción contextualizado en un futuro post-apocalíptico tras las devastadoras consecuencias del cambio climático y un tren como último resquicio humano.

 

     El director utiliza sabiamente un género clásicamente usado para enviar un mensaje claro y conciso si hacemos el inevitable paralelismo con la actualidad. Atacando a la base misma de la estructura económico-social moderna, cuya crisis ha dejado entrever sus preocupantes consecuencias, se pone de manifiesto que la única lucha existente en el mundo es la de clases. Existe un estatus o “pirámide social”, donde la distancia entre peldaños parece hacerse cada vez más grande y donde, en un futuro no tan lejano, puede que sólo hayan dos. Esta lucha de clases se hace patente desde el primer momento, siendo la clase baja (la cola) el zapato y la alta (el motor) la cabeza planteando la perniciosa pregunta: ¿te pondrías un zapato en la cabeza? La respuesta del film podría ser: Si no ves que todos somos zapatos, no tienes cabeza donde ponértelo.

 

    Al nivel de las consideraciones ideológicas se encuentran los grandes referentes del film. La historia está muy ligada al “mito de la caverna” de Platón y, por ende, al film “La fuga de Logan” (Michael Anderson, 1976), conceptos como “ver la luz”, la autosuperación, el arduo camino hasta el conocimiento, la rebelión o replantearse las creencias inundan el metraje. Para reforzar estas ideas y potenciar la metáfora intrínseca la concepción del espacio y la fotografía devienen fundamentales utilizando lugares cerrados (vagones de tren que dan sensación de claustrofobia) y luces tenues con momentos de completa oscuridad para sumergirte en ese estado de absoluta desesperación a la que se enfrentan los personajes.


    No hay posibilidad de zafarse de la sangre, el enfrentamiento y la muerte. Muchos tienen que dejarse la vida para que solo unos cuantos consigan, con suerte, alcanzar la meta. Esta revolución que nos plantea el director está íntimamente ligada a la violencia física, algo en lo que no se escatima en el film. Y es este es uno de sus puntos fuertes, una forma de expresión muy propia del cine coreano cuyos límites no parecen haberse establecido y que queda justificada por una impactante estética y sus profundas connotaciones narrativas.

 

     Por otro lado, cabe destacar el gran trabajo de un sorprendente Chris Evans (“Capitán América”, 2010), que nos muestra registros imposibles de ver en sus típicos papeles de súper héroes, aguantando muy bien el tipo frente a John Hurt (“1984”, 1984) o Ed Harris (“La Roca”, 1996). Este gran elenco se completa con Kang-ho Song, a quien ya viéramos en “The Host” y que interpreta, de manera brillante, el papel del egoismo, el que busca tan sólo la supervivencia, aportando otro punto de vista a los males de la sociedad.

 

     “Snowpiercer” marca un antes y un después en la carrera de Bong Joon-Ho, un realizador tan consciente de sus herramientas que, en su “debut” internacional, ha pretendido y logrado iluminar al espectador. Sin duda, estamos ya, ante un clásico del género.




Por Santiago Maroto