Sion Sono a la carga!
Tokyo Tribe (2014, Sion Sono)

Starsmall Starsmall Starsmall Starsmall

Original

     Justo antes de entrar a la sala para ver el film, le dije a mi amiga: “Es Sono Sion, lo amarás o lo odiarás, pero seguro que no te deja indiferente.” No sabía hasta que punto estaba en lo cierto...

     De Sion Sono, que se hizo célebre en Occidente por su cinta del 2001, “Suicide Club” (自殺サークル) y cuya creación del año pasado, “Why Don’t You Play in Hell” (地獄でなぜ悪い), fue especialmente celebrada en la edición 46 del festival de cine fantástico de Sitges, nos llega una adaptación de Tokyo Tribe, manga de Santa Inoue. Como a Sono San no le ha ido nunca ser un buen chico, ha decidido bridarnos una extravagancia en toda regla. En un formato de músical rapeado y con un reparto coral, el film nos va dibujando un mosaico de personajes, lugares y situaciones que, de alguna manera, articula la historia de las ultraviolentas tribus de un distópico Tokyo. Así, cuando los Wu-Ronz, dirigidos por la disfuncional familia de sádicos caníbales Buppa, se desbocan y deciden organizar una cruzada contra los pacíficos Saru de Musashino y (¿por qué no?) contra todas las demás tribus de Tokyo, Kai (Yung Dais), lider de los Musashino, deberá unificar a todos los clanes para exterminar de una vez por todas a los Wu-Ronz. En medio de todo este caos se pasea Sunmi (Nana Seino, “Wood Job! 2014”), la virginal hija prófuga de un cuasi-divino sacerdote. Esta adolescente bipolar arregla todos sus problemas con un impresionante despliegue de artes marciales. Le acompaña a todos lados el niño Yon (Kikoto Sakaguchi), que es al menos igual de letal que Sunmi. Para que no perdamos el hilo en medio de este collage, contamos con la joven promesa Shota Sometani, que interpreta a MC, el narrador de la historia. Recordemos que Shota protagoniza “Parasite”, el blockbuster que cerrará la presente edición del TIFF.


     A destacar el aspecto formal del film. La historia arranca con un largo y complejo plano secuencia de estudio (que no de postproducción, como parece que viene siendo la moda en Hollywood) en el que la cámara se pasea por un macro escenario plagado de los personajes más variopintos que Sono nos pueda brindar. Es remarcable lo complejo y acertado de la multitudinaria puesta en escena constante que se mantendrá durante todo el film. Debemos decir también, que aquí se hace presente otra constante del film, aunque ésta de corte negativo, y es que parece ser que al director le importa bien poco la estabilidad de la cámara. Por otro lado, la dirección de arte es deliciosa; escenarios y vestuario están cuidados hasta el último detalle consiguiendo, en más de una ocasión, resultados totalmente alucinógenos. Y es que la visual es sin duda lo más sobresaliente del film.


     Como no se podía esperar menos de un cinéfilo empedernido, los guiños y homenajes abundan. “The Warriors”, “A Clockwork Orange” o “West Side Story” entre otras joyas hacen su aparición de una manera u otra. La cinta rebosa tanto explotation, que ya hay más de una voz que se ha pronunciado diciendo que es un claro homenaje al cine de los 70’s. Por lo que a mí respecta, creo que el homenaje existe, pero de una manera más subconsciente. Tal vez Sono tan solo está reproduciendo aquella manera de narrar en la que fue educado de niño por la televisión. En cualquier caso, lo extremo y gratuíto de la película ya ha despertado las iras de más de un crítico.


     No podemos acabar sin recalcar dos peculiaridades más del film. La primera, son sus increíbles coreografías de lucha. Las peleas combinadas de Sumni y Yon son un festín visual que los aficionados al género no deberían dejar de ver. La segunda, es el colorismo local del film. No solo tenemos una lista interminable de cameos en la que aparece la práctica totalidad de los raperos de Tokyo, es que también cada territorio y cada tribu responden a los lugares reales de la ciudad así como a sus estereotipos. Cuando el lider de los Hands de Shinjuku vuela de un cañonazo el emblemático edificio 109 de Shibuya, más de un espectador de la sala saltó literalmente de su butaca.

     Posiblemente, “Tokyo Tribe” no sea la mejor de las películas de Sion Sono, pero sí tiene esa cualidad de rara avis de ser un experimento atrevido y complejo. De imprescindible visionado para todos aquellos que en su día gozaron con “Repo: The Genetic Opera”.



Por Juan Vilató