En estas navidades, posiblemente para contrarrestar el empacho de azúcar de la cartelera, nos llega la nueva producción de Álex de la Iglesia, “Musarañas”, una cinta de terror dirigida por los debutantes Juanfer Andrés y Esteban Roel que funciona como vehículo para el lucimiento (y esperemos, como trampolín) de Macarena Gómez, la auténtica estrella de la película.
Gómez interpreta a Montse, una joven llena de miedos y traumas que vive asustada entre las cuatro paredes de su casa, y que, tras el abandono de su padre, tiene que cuidar de una hermana que empieza a dar señales de rebeldía adolescente. La creciente curiosidad e impertinencia de la “pequeña” de la casa y el carácter autoritario y sobreprotector de Montse, sumado a su agorafobia, convierten su apartamento en una olla a presión que llegará al límite cuando Carlos, el vecino de arriba, irrumpa en sus vidas de forma accidental y dependa de las dos hermanas para salvar la suya.
Aunque imperfecta, Musarañas es un soplo de aire fresco dentro del cine de género nacional, quedando muy por encima de los olvidados slashers que se producían hace unos años e incluso de algún taquillazo que resultaba no ser más que una sucesión de clichés. El primer y más obvio punto a favor es Macarena Gómez. La actriz cordobesa se adueña de la película desde el primer momento, tanto, que no es posible imaginarse a otra persona haciendo de Montse. Su aspecto frágil y su mirada de permanente miedo forman la imagen de esta mujer de negro, pero es el talento de Gómez lo que hace que nuestros sentimientos hacia ella cambien radicalmente cada pocos minutos. De la pena al terror y del terror a la locura más absoluta; con un material que no todo el tiempo se lo pone fácil, la interpretación de Macarena es de las que marcan una carrera. Del resto del reparto, no se puede decir mucho. Nadia de Santiago no lo hace mal, pero la comparación con su “hermana” la deja en muy mal lugar. Su personaje tampoco ayuda. Hugo Silva ejerce de nuevo como secundario simpático y el ceño fruncido de Luis Tosar consigue dar el miedo que sólo Luis Tosar y su enfado perpetuo saben dar; pero, desgraciadamente, sus apariciones son pocas y cortas de sustancia. Podría haberse ganado mucho dándole más metraje, porque sólo él puede aguantarle el pulso a una protagonista capaz de eclipsar al resto del reparto.
Otro punto a favor de “Musarañas” es su excelente ambientación. Madrid, años 50, la película adereza su opresivo terror con una figura que todos (los que tenemos una edad) hemos conocido de cerca y necesitaba un acercamiento siniestro en el séptimo arte: La mujer de negro. La encerrada en casa, temerosa de Dios y de todo lo que no esté bajo su techo. Cocina, cose, y reza. Máquinas de coser, iconografía religiosa por todas partes, esos malditos papeles pintados. El cine de terror ha desaprovechado una estética que muchas personas mayores aún mantenían viva hace unos años, y que dentro de poco nos parecerá rara a todos, y sus directores aciertan al convertirla en un elemento terrorífico con tanto peso como los propios protagonistas. Si eres de los que piensan que la estética española de la postguerra era tétrica, aquí vas a tener todo un festival del mal rollo. La fotografía de Ángel Amoros da en el clavo, justo lo que la historia necesita.
El último gran punto a favor de la película de Andrés y Roel es el factor De La Iglesia. Lejos de saber cuál ha sido su grado de implicación como productor, es indiscutible que el expresidente de la academia deja su huella bien marcada, especialmente en el último tramo donde la escalada de violencia adquiere unos tintes absurdos que acercan la cinta a los caricaturescos desparrames característicos del bilbaíno. Este punto a favor es el más subjetivo, puesto que muchos piensan que la película ganaría mucho girando hacia el drama y no hacia el grand guignol. Yo, como fan del De La Iglesia más desmelenado, me alegro de que su influencia (que, de hecho, se materializa en la aparición de su musa/esposa Carolina Bang) se vuelva tan evidente y “Musarañas” apueste descaradamente por la diversión.
En contra, tengo que recurrir a un clásico: El guión. El libreto de Juanfer Andrés cae a veces en los peores defectos comunes de nuestro cine, capaz por momentos de entorpecer el trabajo de los actores, incluso de la espléndida Gómez. En algunos momentos la película parece avanzar a base de monólogos que se vuelven interminables y bombardean nuestra percepción de familiaridad con el entorno creado en la cinta. Unos diálogos más naturales les habrían hecho un gran favor al material.
El film ciertamente tiene algunos defectos, pero aún así se coloca por encima de la media de lo que el cine español, especialmente de género, nos ofrece y nos presenta una figura terrorífica que podemos identificar como 100% nuestra en vez de recurrir a slashers cutres o resobados fantasmas. Porque tenemos nuestros propios monstruos, y nuestras propias víctimas, y Macarena Gómez, nuestra mujer de negro, podría ser las dos cosas. Esperemos que la mujer de negro haya llegado para quedarse.