Se ha estrenado en las salas españolas la apuesta más ambiciosa de la animación nipona, una de las mayores producciones de los últimos años que pretende arrasar a nivel mundial: “Capitán Harlock”.
A finales de los setenta nació un personaje que impactaría en las infancias de toda una generación. Nacido de un manga, adaptado en un anime, el pirata espacial Capitán Harlock nos permitió ser parte de su tripulación y surcar el espacio en busca de aventuras. Ahora nos llega una película que no sólo no decepcionará a ningún fan sino que creará toda una horda de nuevos adeptos.
El Arcadia y su bandera negra son conocidos por toda la galaxia. En un futuro en el que la mayor parte de los humanos vive en colonias, lejos de la Tierra, esta nave es símbolo de libertad y lucha contra el orden establecido. Su capitán es toda una leyenda y su mera presencia sobrecoge enormemente. De hecho, las apariciones del mismo están a la altura de las mejores presentaciones del cine de aventuras, no por su originalidad si no por su aparente carencia de pretenciosidad demostrando un gran amor por el personaje y todo lo que representa. Esta deferencia con el protagonista se extiende con todos los personajes de la historia así como en el mismo argumento, creando una obra que da espacio suficiente para ser disfrutada diferenciándose de los esquemas postmodernos que obvian la narración.
El argumento de la película tiene ciertos toques que nos recuerdan al clásico apocalíptico “Final Fantasy” (Hironobu Sakaguchi, Motonori Sakakibara,2001) en sus conceptos filosófico-vitales y bebe de teorías científicas que nos recuerdan a la ciencia ficción más purista. Los conceptos que se sustraen, la ciclicidad y la renovación, dan pie a un debate posterior al film que pocas obras de este género y, por qué no decirlo, pocas películas en general nos ofrecen. Otro acierto del film.