Nos ha llegado la nueva propuesta de los hermanos Wachowski (El Atlas de las nubes, 2012). Esta vez escriben y dirigen “El destino de Júpiter”, protagonizada por Mila Kunis (Paso de ti, 2008), en el papel de Júpiter, y por Channing Tatum (La legión del águila, 2011), quien da vida al mercenario Caine Wise. Princesa y soldado a sueldo, respectivamente, tendrán que luchar para establecer el orden en una federación de planetas controlada por una monarquía despiadada.
Como era de esperar, el aspecto visual del último trabajo de los Wachowski es de calidad suprema, algo que desde la saga Matrix parece su sello particular. En esta ocasión, podemos ver que la inspiración les ha venido de múltiples referentes de la ciencia ficción moderna, introduciendo un estilismo que bien podría ser una mezcla entre las mezcolanzas de “Star Wars_ Episodio I” (salvando las distancias) y “Las crónicas de Riddick” (David Twohy, 2004). Otro referente particularmente interesante es la elección de introducir de robots tripulados, que siendo mas propios las series y/o películas de animación japonesa, da más juego embelleciendo las luchas espaciales siendo gran acierto para la temática del film.
De todas formas, aunque el esfuerzo técnico sea un acierto, centrarse demasiado en un aspecto, en el caso que nos ocupa, suele llevar a cierto desacierto en el resto, algo de lo que, en mi opinión, peca esta película. Un montaje algo atropellado y confuso, una banda sonora desacorde con muchas escenas y un guión de lo más simplón (del cual podría decirse que es una mala versión a lo ciencia ficción de “La princesa prometida” (Rob Reiner, 1987)), hacen que “El destino de Júpiter” no sea más que otro Blockbuster de acción de los muchos que, si no fuera por su potencial éxito en las salas comerciales, no verían la luz del día.
El guión contiene algunos detalles que no ayudan a mantener un interés propio en la trama, como sus continuos intentos, durante la acción, de crear un romance que recuerda peligrosamente a “Crepúsculo” (Catherine Hardwicke, 2008), o su pequeña crítica a la burocracia en forma de gag, que lo único que provoca es indiferencia. Aún así, el film cuenta con grandes actores que hacen lo que pueden con el guión y aumentan un poco la categoría del film. Uno de los grandes alivios es poder contar con el inestimable trabajo del polivalente Sean Bean (La Búsqueda, 2004), consiguiendo despertar cierto interés después de un planteamiento de película poco prometedor.
Y eso es todo, un producto más para el carro comercial, que no está mal para los que buscan acción y sólo acción entre las opciones de cartelera, pero que se queda corto para quien espera lo que promete el film, ciencia ficción potente.