Paul Thomas Anderson nunca toma el camino fácil. En su filmografía podemos encontrarnos sus vicios propios, una exhibición in crescendo de personajes desquiciados y momentos imposibles que podrían causarle más de un disgusto a un director con un pulso menos firme. En su nueva obra, se aparta del camino desasosegante de "There will be blood" y "The master" para acercarse a la comedia -eso sí, con la misma habilidad para retratar la época en la que de desarrolla- y sacrifica un poco de su poderío hipnótico para volver a juguetear con una faceta que parecía haber dejado atrás.
Puro vicio (o vicio propio si adaptamos el significado del título original), que adapta una novela de Thomas Pynchon publicada en 2009, es un noir pasadísimo de vueltas cargado de humor que nos lleva de paseo por el Hollywood de los 70 y su estrambótica colección de estereotipos. De la mano de Doc Sportello (interpretado por un divertidísimo Joaquin Phoenix que demuestra de nuevo que es infalible), detective privado hippie, Anderson nos presenta a toda la panda de tarados que van haciendo avanzar una historia en la que la investigación no parece tener pies ni cabeza, y los personajes no parecen ser capaces de resolverla por mucho que la retuerzan.
Un fumeta de Los Angeles envuelto en una trama detectivesca al más puro estilo de Chandler. No pensar en "El gran Lebowski" (Joel Coen, 1998) se antoja imposible. Pero "Puro vicio" decide tirar por otros derroteros, concentrando todas sus energías en su protagonista y su entorno y resultando en una sucesión de episodios casi aislados, que no tienen la cohesión ni el empaque como película completa del que hacía gala la obra maestra de los hermanos Coen. Anderson dirige la película con ritmo y una gracia que parecía haber dejado atrás desde Boogie nights; consiguiendo que, aún con sus más de dos horas de metraje y pese a parecer desestructurada o incoherente, nos mantenga atentos y entretenidos hasta el final. Tanto Robert Elswit como Jonny Greenwood, como director de fotografía y compositor de la banda sonora, se adaptan bien al tono más desenfadado elegido por Anderson para esta película y entre los tres consiguen una puesta de escena que prácticamente funciona como personaje secundario.
A nivel interpretativo, Este es el show privado de Joaquin Phoenix. No solo por sus dotes, ya de sobras conocidas, sino porque la película está hecha para su personaje sin que ningún secundario pueda hacerle sombra o siquiera darle réplica. Quien más se acerca, sin ninguna duda, es Josh Brolin en el papel de Bigfoot Bjornsen, policía (entre otras cosas) chapado a la antigua que acompaña a Phoenix en los mejores momentos de la cinta, y cuya presencia resulta escasa y desaprovecha la oportunidad de darle a Sportello un antagonista a la altura. Luke Wilson, Benicio del Toro, Eric Roberts, Michael K. Williams, Martin Short, Reese Witherspoon o la banda The Growlers pasean por la película haciendo una o varias apariciones que funcionan tanto como funcionen sus escenas, pero que dejan con la sensación de haber visto un cameo y no una actuación de peso. Para acabar, Katherine Waterston se nos presenta como protagonista femenina del film, pero su presencia se ha publicitado más de lo que realmente representa en la película; pese a todo, se complementa bien con Phoenix y en cierto modo ejerce de pegamento que une la historia.
"Puro vicio", tiene un disfraz de comedia, y tiene un disfraz de película de detectives, pero en realidad, puro vicio es un paseo. Un paseo por un lugar que por un tiempo fue el más raro del mundo y un paseo por la vida de un tipo como Doc Sportello, un irreductible hippie que intenta resistir el cambio de los tiempos. Un nuevo paseo por la América de Paul Thomas Anderson, extraño, lisérgico, incoherente, incompleto, endiabladamente divertido. Aún con sus vicios propios, un paseo que vale la pena dar.