Durante los primeros minutos de “Caza al asesino”, dedicados a poner de manifiesto una cruda realidad que tiene lugar en el centro del continente africano, nuestra mente se remite -salvando las distancias- al principio de “John Rambo” y su otrora reivindicación de la situación en Birmania. Esto no podía ser una mala señal.
Pese a la simplicidad de guión o la poca profundidad de interpretaciones, el último film protagonizado por Sean Penn es, llanamente, contundente. Se ve claramente cómo tras una historia sencilla y -para ojos entrenados- previsible, hay un gran trabajo por parte del actor y sus asesores, pues estamos ante un despliegue totalmente saciante de técnicas e instrumentos “bélicos” que harán las delicias de cualquier entendido en el tema. El veterano actor se convierte en un efectivo personaje sin alardeos o efectismos y es capaz hacer veraz una historia llena de tópicos y justificaciones algo justillas. En este trabajo le acompañan grandes nombres como Javier Bardem o Idris Elba. El primero, algo fuera de tono y poco aprovechado y el segundo en su linea, pocas apariciones pero significativas.
Lo que más llama la atención son los detalles diferenciales. No es muy usual que el protagonista tenga una afección cerebral ni que la protagonista haya sufrido vejaciones. Se entrevé claramente que estamos ante un intento de adaptar lo más fielmente posible la novela de Jean-Patrick Manchette y no ante un guión palomitero sin intención alguna de tener trasfondo. Empero, es harto complicado pasar por alto la aparición de una corrida de toros en Barcelona, por mucho que objetivices el tema y por mucho que la metáfora planteada sea de nuestro agrado.
Por último, la elección del final no es la más acertada y, lejos de crear spoilers significativos, simplemente decir que se trata de un desenlace extremadamente naif que desmerece el sentido mismo del film y roza incluso lo injustificable. Obviamente no estamos ante una película perfecta, pero sería de agradecer que se obviasen ciertas decisiones, que tan sólo pretenden una mejor acogida entre el público en general, en vez de cerrar bien un film tan correcto como el que nos ocupa.