A veces hay que ver remakes sin pensar mucho en las películas en los que se inspiran, porque por lo general la versión nueva perece incuestionablemente con el material original.
Este es el caso de este nuevo “Poltergeist”, que dirige con mano más o menos firme Gil Kenan, un director que ya había demostrado su buen hacer en el subgérnero de casas encantadas con la divertida y original Monster House (2006), una cinta de animación con aire ochentero y un sentido del humor negro muy marcado.
El argumento sigue al pie de la letra el guión de la película del ‘82, pero con algunas diferencias que, más que ponerla al día, hacen que pierda cierta ingenuidad y parte de la ya de por si mínima critica al liberalismo económico y al todo vale que estaban presentes en el guión de Spielberg, Grais y Victor.
Pero vamos, que tampoco pasa nada porque al fin y al cabo, los elementos clásicos están incluidos -tal vez de manera demasiado condensada puesto que se han perdido casi 20 minutos del metraje original a esta versión- haciendo que toda la historia se precipite un poco, dejando de lado la construcción del ambiente pausado y casi idílico de la primera parte de la película de Hooper, para hacer hincapié en el ritmo acelerado de la segunda, donde ya se entra de lleno en los elementos fantásticos y de género.
Aquí, en vez de tener a los Freeling, una familia modelo viviendo el sueño americano de vivir en una buena zona residencial, tenemos a los Bowen, cuyo padre lleva un tiempo en paro lo cual ha forzado su mudanza desde ese sueño de bonanza a otra zona residencial de baja estofa y en decadencia. Una vez allí, empiezan a pasar cosas raras e inexplicables, al principio a los adultos los intenta avisar su hijo varón, Griffin, que por algún motivo parece que es el único que ve como su hermana Madison (la nueva Caroline) habla sola con paredes, armarios y televisores; por supuesto, los padres, unos solventes Sam Rockwell y Rosemarie DeWitt, achacan ese comportamiento a cosas de críos en plan amigos imaginarios, inseguridad y cosas así surgidas de leer en revistas tipo Ser Padres Hoy, derivadas del reciente traslado y cambio social.
Y cuando aparecen los seres intangibles que necesitan a Maddie, lo hacen casi de golpe, aquí no hay al principio una curiosidad ingenua con los entes que pueblan la casa como en la de Hooper, no hay un tanteo por parte de los padres, que llegan a ir a preguntar a un vecino si les a pasado algo raro con los muebles, no, aquí cuando los fantasmas hacen acto de presencia es con toda su rabia e iran jugando con los miembros de la familia en una retahíla de pesadilla que incluye unas cuantas de las escenas más características de la película original y, como no, el secuestro de la niña a través del armario de su habitación.
A partir de este punto el film sufre los cambios más evidentes bajo el concepto de ponerla al día para las nuevas generaciones, desde drones de estar por casa y tecnología moderna, a un cambio de actitud y presencia de los parapsicólogos que se hacen cargo del caso. Esto en principio tampoco es que lastre el metraje; pero, la personalidad pop del personaje de Jared Harris, un proto Constantine con reality en la televisión, que toma el testigo de la carismática y mística médium interpretada por Zelda Rubinstein, queda un poco fuera de lugar, es más Peter Vincent que Tangina Barrons y, en definitiva, un intento de meter con calzador un alivio cómico a esas alturas de la película que desentona teniendo en cuenta el tono serio hasta el momento de la misma.
Otros puntos negativos están en la desafortunada inclusión de la escena donde vemos la dimensión fantasmagórica donde tienen retenida a Maddie, representada por una orgía de cuerpos en descomposición animados para el 3D que quiere ser tan efectista y espectacular que resulta completamente evidente y mata ese elemento de misterio y de mal rollo que obligaba al espectador a imaginarse lo peor. En definitiva, una gran carencia de fuerza que se ve también en los últimos 5 minutos del film, a los que les falta toda la energía del desenlace de la película del 82. De todas formas, hay que destacar varios momentos de susto brillantes en este segmento, como las pesadillas del padre y el cámara, rodadas con estilo y nervio, o la gracieta típica del dúo Tapert/Raimi, productores de este “Poltergeist”, para quitar un poco de hierro al asunto en los títulos de crédito.
A nivel técnico la película es de lo más correcta, la fotografía, efectos sonoros, música y fx están al servicio de lo que se quiere contar y sigue la estela de la moda de cine con casas encantadas de tipo clásico como “Insidious” (James Wan, 2010) o “Expediente Warren” (James Wan, 2013), intentando ser respetuosa con el material que le precede, aunque evidentemente palidece ante el “Poltergeist” de Tobe Hooper y Steven Spielberg, mal que comparte con casi toda esta ola de remakes de clásicos de género; pero como divertimento ligero y sin querer darle muchas vueltas comparándola con la original, es una película entretenida con interpretaciones correctas y buen ritmo, que no da tiempo a aburrir al espectador y está dotada de un terror muy directo y efectivo.