Otra vez, un poco mejor
San Andreas (2015, Brad Peyton)

Starsmall Starsmall

Original

El cine de catástrofes siempre ha ido teniendo picos de popularidad. Desde edificios en llamas y barcos hundiéndose en los setenta, hasta asteroides y extraterrestres amenazando a todo el planeta. Se podría afirmar que el límite en el género se alcanzó cuando, acercándose una aparente profecía, se estrenó una cinta que la aprovechaba para mostrar cómo todo el planeta sufría el desplazamiento de las placas tectónicas a ritmo acelerado. Pero, por algún motivo, dicho género sigue siendo empleado del mismo modo y cometiendo los mismos errores.

Una vez más, el esquema se repite constantemente, pero con inteligentes variaciones que hacen que cada secuencia tenga algo nuevo en lo visual y en lo sonoro mientras avanza la película. Cuando la tierra en sí se convierte en una amenaza repetitiva, son el aire y el agua los nuevos elementos que suponen un peligro para los protagonistas. Esto aporta pequeñas sorpresas incluso para aquellos espectadores que hayan visionado el tráiler con imágenes de cada escena de acción.

 

 

Dejando a un lado los espectaculares pero, al fin y al cabo, nada creíbles efectos visuales, “San Andreas” se centra en una tragedia familiar para mover a tres personajes por escenarios que se desmoronan en cuanto se llega a éstos y que terminan de destruirse justo cuando los abandonan. Pese a ser el núcleo de la historia y estar bien representado, el problema viene cuando la conclusión queda completamente previsible a los pocos minutos de empezar la catástrofe; pues queda extremadamente claro que los personajes principales y de buen corazón hacia sus allegados sobrevivirán sí o sí. De este modo, la historia humana, pese a estar bien llevada por sus intérpretes, apenas genera interés.

 

Si hay un detalle que suele estar presente en el cine de desastres es el trabajo en equipo. Éste se suele llevar a cabo con dos objetivos: salvar a otros o salvarse a uno mismo. En el sentido más clásico, aquel egoísta que decide mirar únicamente por su bien termina siendo castigado con una muerte cruel. Por otro lado, los humildes que arriesgan su pellejo para que cada ser vivo cercano siga vivo terminan obteniendo, generalmente, la recompensa de la supervivencia. En “San Andreas” esto queda ligeramente difuso, pues aunque sea entendible que los protagonistas principales le den prioridad a encontrar a una familia, esto no exime de que se ignore por completo a todas las demás personas en peligro, ancianos incluidos.

           Se agradece que en una película cuyo aliciente son los efectos visuales haya algo más que hora y media de estimulación auditiva, visual y sus treinta minutos de paja; pero el equilibrio entre lo que mola y lo que puede llegar a ser emocional es algo difícil de alcanzar. Sobre todo cuando reiteradas imágenes de centenares de personas muriendo son mostradas para intensificar el peligro que puedan estar corriendo terceros. Aun así, San Andreas merece un visionado por no ser una cinta estúpida que trata al espectador como a un completo borrego como la gran mayoría dentro de este género.



Por Iban Granero