“Les Combattants” (premio César a la mejor ópera prima y premio FIPRESCI en la quincena de realizadores del festival de Cannes) es el primer largo del director Thomas Cailley, es una película estival, pequeña y encantadora, de jóvenes que buscan su sitio en el mundo, o más bien, de cómo sobrevivir a él.
Arnaud (Kévin Azais), un chaval corriente y moliente, planea pasar el verano ayudando a su hermano en la empresa familiar de paisajismo y jardinería, sin más intención que trabajar un poco, quedar con los colegas y dejar pasar el tiempo; conoce por casualidad a Madeleine (Adèle Haenel) una chica taciturna, pragmáticamente dura y obsesionada con el survivalismo y la vida militar, que mediante su licenciatura en macroeconomía, está convencida que el fin del mundo conocido está a la vuelta de la esquina.
La película es bonita y luminosa, con una fotografía clara y una elección de paisajes verdes y vibrantes, el equipo tras las cámaras encuadra un río y consiguen que quieras meterte a nadar. Tanto es el deseo de hacer un buen film que la banda sonora, contemporánea, electrónica y cercana al synthpop, encaja a la perfección con las imágenes. Así mismo, la historia de amor de estos dos jóvenes se nos cuenta a través de un costumbrismo extraño; un tranquilo “slice of life” marciano, en su justa medida, donde destaca lo bien introducidos y la sutileza de ciertos segmentos de guión, con varias metáforas y reflexiones sobre el futuro, la vida o la estabilidad. Todos ellos interesantes y acertados que se nos presentan como anécdotas o datos sin importancia en conversaciones que a veces parecen irrelevantes, pero que por el tono del film y la personalidad de sus protagonistas, muestran muy claramente lo dispar pero conciliador del temperamento de los personajes.
Pese a sus buenas intenciones y su buen hacer, se echan en falta algunas cosas. Para empezar, un poco más de “charme” a los personajes, que aunque están bien definidos y muy bien actuados por Azaïs y Haenel (fueron recompensados con el César a mejor actriz y actor revelación), se quedan un poco a medio gas; sobre todo Madeleine, a la que le falta un poco de profundidad para haber acabado de redondear a esta pareja de excéntricos adorables. También le hace falta un poco más de crítica y un poco más de mala leche en general, ya esto se intenta introducir en algunos momentos cómicos de la película quedando inane por ser el típico discurso mil veces escuchado y dicho por cualquier veinteañero de medio pelo; y para acabar, no le vendría nada mal un poquito más de garbo en algunas partes.
De todas formas, para ser el film de un debutante es una obra muy completa que no llega a aburrir en ningún momento y que cumple perfectamente con lo que el director pretende, que es contar una historia de amor, entrada a la adultez y la supervivencia a la vida moderna, una historia algo atípica pero entrañable.