Últimamente diversos autores y comediantes han hecho numerosas aportaciones al ya trillado género de la comedia romántica. Judd Apatow(“Freaks and geeks”, “The 40-year-old virgin”) lleva dos décadas escribiendo, produciendo y dirigiendo cine y televisión alrededor de dicho género. El equilibrio entre humor inteligente y humor estúpido ha ido variando según el producto, pero una de las normas es ofrecer una visión realista, ni optimista ni pesimista, de todo aquello que gira alrededor de un romance. El director ha sabido reflejar desde lo más agradable hasta lo más insoportable en la historia de una pareja e, independientemente de la conclusión, ha sido fiel en mostrar lo más verosímil posible. Menos en esta ocasión.
Últimamente diversas autoras y comediantes, por fin, están haciendo numerosas aportaciones a la comedia en general. A través de programas de sketches, series de televisión y cine se están rompiendo con más fuerza que nunca los tópicos y clichés que, desgraciadamente, vuelven a aparecer pese al esfuerzo de numerosas personas durante las últimas décadas. El feminismo que lucha por la igualdad entre sexos y la desmitificación de la mujer como complemento, sin personalidad e incapaz de decidir por sí misma, está en auge. Menos en esta ocasión.
Amy Schumer, escritora, productora, comediante y actriz, parece ser una de las nuevas promesas tras sus apariciones en la televisión estadounidense. Monólogos ácidos, humor negro y romper un tabú tras otro son algunas de las cartas que juega para haber conseguido, en pocos años, destacar entre centenares de cómicos. Al igual que Mellisa McCarthy, protagonista de “Spy”, o Lena Dunham, autora de “Girls”, Amy promete ser irreverente y basta para que muchas mujeres se vean en ella y no se sientan incómodas al tener como icono a una chica educada, formal y pulcra. Dicha honestidad en su trabajo la ha llevado a trabajar con Apatow, que sigue las mismas normas.
Tras esta más o menos necesaria puesta en escena, queda claro que un producto creado por estas dos personas apunta a proporcionar al público una historia creíble, agridulce, con el enfoque verosímil de un hombre adulto y una mujer joven que llevan años trabajando así. Entonces llega la sorpresa: el resultado es todo lo contrario. “Trainwreck” contiene ese aire de cine neoyorkino independiente que tanto está triunfando, además de numerosos sketches metidos con calzador, para reforzar que vamos a ver durante dos horas a una chica que se comportará tal como lo hacen muchas fuera de la pantalla. Pero tras cumplir con el deber de romper clichés para que la cinta agrade al público, se empieza a caer en uno tras otro, reconociendo lo ridículo de ellos, pero cayendo al fin y al cabo para que la trama pueda avanzar. Pese a su planteamiento, la historia y su protagonista pertenecen al conocido montón de ficción poco creíble.
A fin de cuentas, “Trainwreck” funciona como comedia romántica al contener la mayoría de ingredientes del género, además de varios chistes intercalados que no aportan nada a la trama principal, pero que pueden despertar una sonrisa o una carcajada -siempre dependiendo de lo que se encuentre gracioso-.De todas formas, la hipocresía que se palpa una vez termina la cinta es un poco alarmante, sobre todo cuando se empieza una historia defendiendo o valorando la poligamia y el carpe diem como opción, pero se acaba argumentando que el único camino sano hacia la felicidad real es la monogamia.