Romances en la madre Rusia, entre nieve y espías
Cuando cae la nieve (2016, Shamim Sarif)

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Original

Después de ocho años sin rodar un largometraje de ficción, Shamim Sharif vuelve a las pantallas de cine con otro romance, esta vez firmando el guión en solitario de otra de sus novelas (sus dos anteriores films también eran adaptaciones de novelas de la misma realizadora).


La historia nos traslada a la Unión Soviética, años después de la muerte del general Stalin, pero sin profundizar en lo que era vivir en esa época. Sólo es un telón de fondo para que los protagonistas realicen sus acciones, no pretende ser una película histórica, ni es ese su cometido.

 

 


Para situarnos en la acción, pocos años antes de la crisis de los misiles de Cuba (1962), Katya, una espía de nacionalidad rusa que trabaja para los americanos, se enamora perdidamente de un funcionario soviético de alto grado al que estaba espiando, Alexander, y se casan. Las acciones de ella y un amigo en común, que también es espía, ponen en peligro la vida de los tres debido a que el gobierno soviético se da cuenta de que tiene un topo que filtra información a los americanos. Ante esta situación, Katya decide salvar la vida de su esposo Alexander y le promete seguirle cuando este huya de la URRS aprovechando una visita diplomática a los Estados Unidos.

 


La película, desordenada cronológicamente, va hacia el pasado y un presente (del año 1992), cuando la sobrina de Alexander decide ir a Rusia en busca de pistas sobre su tía Katya, de la que nunca más se supo. Este desorden produce que el film sea ágil, pues va desgranando la información poco a poco, invitando al espectador a intentar adivinar algunos acontecimientos, algo no muy difícil.




Lo que vemos en pantalla no es nada nuevo, es lo ya visto otras muchas veces y no llega a emocionar. La música con frecuencia irrumpe en esos momentos que se supone que deberían ser más íntimos. Los actores encarnan sus papeles con decisión, especialmente Rebecca Ferguson (“Misión:Imposible 5”, 2015) y Sam Reid (“Un largo viaje”, 2013), sobre los que recae gran parte de la trama. Se esperaba más por parte de Charles Dance (“The imitation game”, 2014), que teniendo en cuenta lo que ocurrió con su personaje (es Alexander en 1992), resulta muy frío y poco metido en su papel.

El estilo de la directora sigue siendo muy directo en sus diálogos, y cuando algún personaje tiene que decir o revelar algo importante -algún dato que explique sus acciones, por ejemplo-, éste viene de sopetón. En ese sentido, el guión es poco sutil y los saltos en el tiempo tampoco ayudan a encajarlos bien.

 

 

Se nota el mimo que han puesto en la producción de la película y cómo han cuidado muchas veces los saltos en el tiempo, con acierto. Hay una notable diferencia entre este film y el anterior de la directora. Probablemente gustará a los que busquen algún drama romántico que huya de comedias o enfermedades.




Por David Marchal