"La bruja" dice haber sido construida en base a documentos y testimonios reales del siglo XVII, y Robert Eggers, que antes de ponerse tras la cámara fue diseñador de producción – y se nota – pone una lente metódica y obsesiva en ese contexto social, histórico, y familiar que forma un caldo de cultivo perfecto para que el terror crezca solo.
Excomulgados y desterrados de su aldea, aparentemente por ser aún más extremistas de lo habitual en la época, William, Katherine (Ralph Ineson y Kate Dickie, “Kingsman” 2014 y “Filth” 2013 respectivamente) y sus cinco hijos tienen que empezar una nueva vida a los pies de un ominoso bosque, donde tendrán que sobrevivir al invierno lidiando con una tierra poco fértil, la férrea disciplina religiosa impuesta por los padres y cualquier peligro que pueda estar acechando entre los altos árboles. En medio de todo se encuentran los hermanos mayores Caleb (Harvey Scrimshaw, “Oranges and Sunshine”, 2010) que asiste al desmoronamiento de su familia y su forma de vida y Thomasin (Anya Taylor-Joy, “Atlantis” serie televisión) quien tiene que lidiar con todo tipo de acusaciones por su condición de mujer adolescente. Uno podría pensar que esta familia no necesita ayuda de ninguna seguidora de Satanás para estar jodidos, pero aquí tenemos a la bruja que le da título a la película y pone la guinda a este pastel de horrores puramente humanos. Porque si bien Eggers introduce desde bien temprano ese elemento que seguramente aparece en todas las leyendas en las que se basa, la maldad sobre la que pone la lupa sale de los propios protagonistas; toda una cadena de errores, mentiras, pecados y culpas sobre los que el diabólico antagonista sólo tiene que sentarse a esperar.
"La bruja" no se cimenta sobre el efectismo ni los trucos básicos del cine de terror. Lo hace sobre la dirección y el guión de Eggers, que cuece a fuego lento y crea una atmósfera de opresión (y represión) que lo acerca más a Haneke o Polanski que a cualquier otro director que triunfe en el género. Eggers ahonda en la suciedad (interior y exterior) y demuestra una obsesión por el detalle que delata su anterior profesión. La fotografía de Jarin Blaschke, tiene también gran importancia; oscurísima, casi gris, y usando sólo luz natural, impregna el film de una sensación de frialdad y desazón que Mark Korven multiplica con su desconcertante banda sonora, uno de los grandes aciertos de la cinta. Y por último,otra de las bases del film se afianza sobre un elenco magnífico, lleno de caras prácticamente desconocidas (si exceptuamos a Dickie, a quien vimos en “Juego de tronos”), donde hay que señalar sobre todo la actuación de los niños, generalmente punto flaco de cualquier casting, y que aquí demuestran una naturalidad bastante inusual, sobre todo teniendo en cuenta que están recitando inglés antiguo. Especialmente destacable junto a Taylor-Joy (quien se merienda su condición de protagonista absoluta casi sin despeinarse), es el joven Scrimshaw como Caleb. Su interpretación está años luz por encima de lo que solemos ver en actores de su edad y espero que lo veamos pronto en más producciones para contrarrestar el exceso de niños repelentes.
"La bruja" está sin duda destinada a ser una de esas películas que dividen a crítica y gran público. Las pretensiones artísticas de Eggers y su alejamiento deliberado de los clichés (que casi se va al traste con un innecesario final), combinado con una campaña publicitaria que quizás le juegue en contra, empieza a encontrar oposición en ese público que hace de oro a sagas como “Saw” o “Insidious” y no se traga lo que algunos han empezado a catalogar como terror indie o terror hispster, etiqueta bajo la que podrían encontrarse cintas como “It follows” o “The Babadook”. Sin embargo, esta “The vvitch” está por encima de esas otras dos propuestas y, sin ser la obra maestra que algunos prometían, sí es una de las cintas más estimulantes que ha dado el género del terror en mucho tiempo. Robert Eggers se ha estrenado a lo grande. Y casi no ha necesitado ayuda sobrenatural.