Jim Jarmusch empieza su nuevo documental por el tejado: El momento en el que The Stooges se desintengran en plena gira y tienen que tomar la decisión de dejarlo todo y volver a sus casas -algunos de ellos, a casa de sus padres- poniendo un aparente punto final a la que acabaría por convertirse en una de las bandas de rock más importantes de todos los tiempos. Ésta es prácticamente la única licencia como director que se toma Jarmusch a lo largo de "Gimme danger", pues el resto del tiempo se limita a quedar en segundo plano y dejar la batuta en manos de la mismísima iguana, aquí presentado como “James Osterberg en el papel de Iggy Pop”.
"Gimme danger" se aleja de los documentales musicales que afloran por todas partes hoy día para convertirse en un reflejo de la música de los Stooges: sencillo y directo. Huye de la dramatización hasta el extremo de que la gran parte del tiempo nos limitamos a ver a Pop, que nos cuenta sus aventuras y desventuras sentado en el cuarto de la lavadora. Imágenes de archivo y unas escuetas animaciones acompañan a los testimonios de los músicos que en algún momento han pasado por la banda y sus allegados más directos; porque, la otra gran diferencia entre éste documental y el resto es la ausencia de entrevistas a otras estrellas del rock para que den su opinión sobre el grupo. Los omnipresentes Henry Rollins y Dave Grohl se quedan fuera esta vez e Iggy sólo comparte protagonismo con cualquiera que haya tocado bajo el nombre de The Stooges (excepto el por entonces ya difunto Ron Asheton), la hermana de los Asheton y el manager Danny Fields.
Aunque podría decirse que éste es un trabajo perezoso para alguien del renombre de Jim Jarmush (que tampoco se estrena en el documental musical), lo cierto es que "Gimme danger" funciona a la perfección. La presencia de una figura como Iggy Pop que se muestra cercano y disfruta narrando los vaivenes de una banda que fue tan importante y polémica como por un tiempo incomprendida, además, la maravillosa banda sonora compuesta por una selección de temas del grupo de Detroit y alguna que otra banda contemporánea son los complementos perfectos para una historia que no necesita piruetas narrativas ni cameos. Se cuenta sola.
Jim Jarmusch ha realizado un documental que no tiene nada de revolucionario sobre una de las bandas más revolucionarias e influyentes de la música moderna. El trabajo del director, quién sabe si de forma voluntaria, es eclipsado por la arrolladora música y la personalidad de sus artífices. "Gimme danger" es interesante, divertida y enérgica, pero esta vez el mérito es del otro Jim.