NWR, el artista anteriormente conocido como Nicolas Winding Refn, vuelve a la carga con "The Neon Demon", una arriesgada apuesta donde el danés saca toda su artillería estética...y se olvida de lo demás. Descrita desde la primera vez que oímos de ella como una especie de versión moderna de “Suspiria” (Dario Argento, 1977), lo poco que tiene en común con la obra de Argento parece haber sido metido con calzador para cerrar de algún modo el despropósito al que nos somete el director, una vez más, embriagado de los influjos de su amigo Jodorowsky y su adorado Lynch.
"The Neon Demon" es la historia de Jessie (Elle Fanning. “Maléfica”, 2014), una de tantas jóvenes que aterrizan en Los Ángeles intentando vivir únicamente de su belleza. Y de su belleza quedan prendados cada persona con quien se cruza en su camino, desatando una tormenta de celos, envidia, admiración, deseos y soberbia que la elevará para devorarla justo después. Un planteamiento que podría llevarse adelante de infinidad de formas distintas, pero que NWR ha decidido ejecutar sacando sus peores vicios y haciendo que esta película sea como los maniquíes que la pueblan: esculturalmente estúpida.
Con una dirección gélida y una fotografía espectacular, la cinta salta entre las vacías interacciones de Jessie con la gente que le rodea: la maquilladora -y lo más parecido a una amiga- Ruby (Jena Malone. “Puro vicio”, 2014), su casero (un anecdótico Keanu Reeves. “John Wick”, 2014) o las dos modelos con las que tendrá que rivalizar y que no piensan dejarse pisar por una chica nueva, en una sucesión de escenas que avanzan a duras penas y sólo dan paso al estrambótico acto final cuando al señor director le da la santísima gana. Suerte que Fanning y Malone -sobre todo la primera- se comen la pantalla y son capaces de añadir algo de sustancia a cualquier escena por insignificante o directamente estúpida que pueda ser. Ambas intérpretes y el indiscutible talento de Winding Refn para convertir cada plano en una postal hipnótica hacen más llevaderas las casi dos primeras horas de film antes de que la cosa se vaya de madre. Y cuando se va de madre, "The Neon Demon" pisa el acelerador y te acaba tirando a la cara un final que lo da todo por provocar y causar impacto y acaba resultando el cierre más gratuito que recuerdo haber visto desde que me tragué “Dead Or Alive” de Takashi Miike. La misma fórmula que le funcionó al realizador (aunque no se libró de la polarización de la crítica) en “Sólo Dios Perdona”, fracasa en “Neon Demon” por no estar apoyada en una historia o unos personajes que consigan ser realmente interesantes; y la propia filosofía que desprende toda la cinta (la belleza no lo es todo, es lo único, dice en un momento uno de los personajes), solo hace sospechar que no había otra intención por parte de NWR que la de crear un producto impecable, elegante, y completamente muerto por dentro.
Nicolas Winding Refn ha arriesgado al potenciar sus vicios como virtudes y llevar su particular visión a un escenario en el que parece sentirse cómodo. Pero entre neones se ha perdido y el resultado es una película que, aún siendo tan personal como las demás (siendo “Drive” -por lo convencional- la que menos) es muy inferior en casi todos los aspectos. La experiencia casi onírica y el terror que prometía este demonio de neón ha resultado ser un precioso cascarón vacío. A veces no basta sólo con belleza.