Provocación y justicia
El nacimiento de una nación (2016, Nate Parker)

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Original

La entrada de Nate Parker en el mundo de la dirección parece estar llamada a la polémica. Y no sólo por las gravísimas acusaciones de hechos pasados que lo han condenado al ostracismo de cara a los Oscars. Su “Birth Of A Nation” es una obra que, aún basada en una figura histórica, no pierde la ocasión de meter el dedo en la llaga. Parker no esconde sus intenciones cuando su película coge prestado el título del  panfleto pro KKK de D. W. Griffith para darle la vuelta a la tortilla en este drama histórico que se convierte en “revenge movie”.





Las reacciones no han tardado en llegar. Pese al éxito inicial de la obra en los festivales en los que se presentó, muchos han declarado no poder empatizar con la historia de Nat Turner: esclavo reconvertido en predicador que pasó años generando ingresos a su amo a costa de visitar plantaciones para, a golpe de versículo, sembrar la semilla de la concordia (que podría traducirse como  “Dice Dios que sigáis tragando”) y acabó liderando un sangriento levantamiento contra cualquier blanco que se cruzara en su camino. “No es justificable tanta violencia” dicen algunos, como si ofrecernos la satisfacción mediante la muerte del antagonista no fuera la base del 99% del cine que vemos. Pero hagamos memoria:

-1995. “Braveheart”. William Wallace, con caballo y todo, se cuela en la habitación de Mornay el cual despierta de una pesadilla justo a tiempo para que le estampen una bola de acero en la cabeza. Muy Gibson, todo correcto. Entre otros, “Braveheart” ganó el Oscar a la mejor película.

-2013. “Doce años de esclavitud”. Tras enterrar a un pobre hombre que muere de agotamiento recogiendo algodón, los asistentes empiezan a cantar un góspel. Solomon Northup lo presencia en silencio, y aunque por un instante parece preguntarse por qué cojones están aguantando que los traten así, acaba uniéndose al coro, cantando y mirando al cielo. En manos de un director con menos ganas de ganar premios, esta escena podría haber rozado el terror psicológico, pero no fue el caso. Solomon cantó y miró al cielo y siguió aguantando y esperando a que lo salvara algún hombre blanco. Entre otros, “Doce años de esclavitud” ganó el Oscar a la mejor película.




Parker encaja la historia de Turner en una fórmula cinematográfica muy convencional y se encuentra con que no todos los personajes históricos tienen el mismo derecho a encontrar la “redención” que otorga protagonizar una película y que hay historias que en su país, como también comprobó la menospreciada “Los hombres libres de Jones”, no todo el mundo quiere escuchar. Pero sería un error criticar la visceralidad de Parker tanto como obviar que “El nacimiento de una nación” se ve lastrada por un guión cargado de maniqueísmo innecesario y una carga de fanatismo religioso que bien roza el ridículo -como en el prólogo de corte místico, totalmente fuera de lugar- y nos lleva a preguntarnos si el director se está dando cuenta de lo completamente tarado que suena el protagonista en algunos momentos. Con una historia como esta, el realismo menos adornado es sin ninguna duda la mejor arma para sacarle los colores a la sociedad a la que te estás dirigiendo y el efecto se pierde si, en pos del impacto a corto plazo, exageras el comportamiento de tus personajes hasta lo irreal; cuando un tipo como el que interpreta Jackie Earle Harley pasa de ser un miserable don nadie a un ángel de la muerte omnipresente, la idea que mueve a la película se diluye un poco y a cambio no gana nada.



Aunque flaquee en el guión, Nate Parker se defiende muy bien tras la cámara. Junto con el director de fotografía Elliot Davis crea una estética que quizás se puede ver demasiado moderna (culpa del contraste alto y un permanente filtro azulado) pero que resulta en una buena colección de imágenes poderosísimas, especialmente en el último tramo de la cinta. Imágenes que casan correctamente con el score de Henry Jackman, que funciona muy bien en la cinta pese a no tener ningún momento especialmente destacable. Por otro lado, hay un uso de música de drama standard que encuentra cierta diferenciación en algunos tracks en los que se deja llevar por sonidos africanos.  También da la talla el reparto en el que, además del propio Parker (“Non-Stop”, 2014), destaca el pobre Arnie Hammer (“Operación U.N.C.L.E.”, 2015. El cual sigue tan gafe como siempre y ofrece una muy buena interpretación en una peli que ha acabado de cabeza en la lista negra) como el amo de Turner, Penelope Ann Miller (“The artist”, 2011) como la madre de éste y el mencionado Earl Haley (“Watchmen”, 2009) como resorte narrativo para explicarnos que cada vez que un esclavo se adentra en el bosque le pasa algo malo.

 

Es difícil saber qué va a pasar ahora con “Birth of a nation”. Nate Parker está siendo sometido a juicio público y su película ha quedado en un extraño limbo del que no sabemos como saldrá hasta un tiempo después de su estreno. Pese a eso, la polémica ha quedado servida y habrá quién aún necesite debatir sobre la legitimidad de la violencia cinematográfica dependiendo del propósito. Todo esto seguramente acabe, de algún modo,  jugando a favor de una cinta que se ha perdido en sus propias intenciones y que podía haber ofrecido mucho más. La nación de Parker ya ha nacido. Habrá que ver cómo crece.



Por Isaac Mora