Uno nunca sabe qué esperar de un director como Nacho Vigalondo. El cántabro se ha especializado en una extraña mezcla entre planteamientos de cine fantástico y personajes con los pies bien clavados en lo cotidiano y, con la excepción de “Open Windows”, se ha movido con más o menos acierto en estos parámetros tanto en sus largos como en sus cortometrajes. Y en esos parámetros se mueve “Colossal”, su nueva cinta, en la que el director al fin encuentra el equilibrio que le faltaba a sus anteriores trabajos.
El equilibrio es bastante importante cuando, conociendo a Vigalondo, nos cuentan que la película va sobre una joven estadounidense que descubre tener una conexión con un monstruo gigantesco que aparece de la nada arrasando Seúl. Puede que la idea te venda la entrada por sí sola (debería) pero mete al bueno de Nacho en un terreno en el que a la mínima podría pegar un patinazo colosal.
Y no lo hace.
El planteamiento fantástico y lo cotidiano se unen esta vez casi por los pelos, pero es que "Colossal" es de lejos su película más fantástica y más cotidiana, valga la redundancia, así como la más valiente. Tras este argumento descabellado nos encontramos con el trabajo más maduro y serio del director, que disfraza de película de monstruos una historia que no se corta a la hora de ponerse dramática tocando temas con los que pocos chistes podrían hacerse. El monstruo no es más que un truco para contar otra historia, y el truco es tan bueno que podríamos pasar lo demás, pero no hace falta.
Porque "Colossal" también se apoya en una Anne Hathaway (“Los miserables”, 2012) que hace honor al título y se come la pantalla en cada plano. Divertida, carismática y tremendamente natural, Hathaway se implica a fondo con la visión de Vigalondo y juntos forman una asociación que espero volvamos a ver en próximos trabajos. La réplica se la dan Jason Sudeikis (“Somos los Miller”, 2013), que también se sale de su zona de confort habitual con éxito en un papel más complejo de los que suele afrontar, y en menor medida Dan Stevens (“La bella y la bestia”, 2017), que como secundario se queda sin muchas oportunidades de ofrecer gran cosa.
Lejos de liarse intentando racionalizar los elementos fantásticos como suele ser la norma en el cine actual, el guión de Vigalondo abre la puerta a lo imposible y lo deja pasar sin más. No hay nada parecido a una explicación (como mucho un pequeño flashback y una vaga metáfora) para la aparición de la monstruosa criatura, y tampoco hace falta. Como en los mejores relatos cortos, el misterio simplemente aparece y nosotros sólo sabemos cómo reaccionan los protagonistas a su alrededor. Por eso también todo lo relativo a las criaturas gigantescas destruyendo ciudades queda muy muy diluido, hasta el punto de poder decepcionar a quien espere grandes escenas de destrucción como las vistas en “Godzilla” o “Kong: Skull Island”. Sólo la música de Bear McReary (“10 Cloverfiel Lane”, 2016) juguetea por momentos con el estilo de las épicas bandas sonoras de otros “Kaiju-Eiga” (películas de monstruos japoneses) potenciando la sensación de absurdo que habría de esperar de la película más genuinamente “Vigalondiana” hasta el día de hoy.
"Colossal" es posiblemente la mejor película de Nacho Vigalondo y su apuesta más personal. Una cinta en la que el director al fin consigue la fórmula para desarrollar con éxito sus ideas. También es el estreno más original que nos vamos a encontrar este verano. Pocas veces un monstruo llega a nuestras salas con este truco, con esta historia. Bienvenido sea.