¡Paren las rotativas! Christopher Nolan está aquí de nuevo. Y esta vez viene dispuesto a dar la sorpresa. "Dunkerque", su última película, es probablemente la más peculiar de toda su filmografía. No sólo por ser la primera que narra hechos reales (para ponernos en situación, el rescate gracias a barcos civiles de miles de soldados británicos acorralados por los nazis en la playa que da título a la cinta), sino también porque, ya en lo más alto de su carrera y habiendo depurado una forma de hacer cine totalmente reconocible, ha decidido dejar de lado la mayoría de sus tics habituales creando así una curiosa paradoja: Que su película más realista acabe pareciendo la más experimental.
Experto como pocos en realizar giros imposibles y en utilizar los agujeros de sus guiones en su propio beneficio -aún hay quien no es capaz de admitir que muchas de sus escenas más celebradas como el atraco de “The Dark Knight” hacen aguas por todas partes- y tan devoto del arte del engaño como su mejor obra hasta el momento, “The Prestige” habla básicamente sobre ello, Nolan se arriesga a decepcionar a sus fans en "Dunkerque", donde la única trampa que encontramos es la jugarreta que los soldados alemanes ya están llevando a cabo para cuando empieza la película. Para compensar y no caer del todo en lo convencional, el director británico realiza una demencial pirueta con la narrativa, contándonos a la vez tres historias en tres cortes temporales de diferente duración que convergerán en un momento determinado. Esto es, el segmento de los soldados en la playa narra una semana de los acontecimientos. El del capitán del pequeño barco al rescate, un día. Y el de los pilotos de Spitfire que deben asegurar los cielos para la extracción, una hora. El buen hacer del director a la hora de montar la historia hace el resto; un truco perfecto por tierra, mar y aire que trata de saciar la sed de mindfuck de los más fanáticos, pero que puede espantar al espectador inexperto que esperaba una pieza de cine bélico de corte clásico (Si nos lee alguno de este grupo, aquí estamos mucho más cerca de “Cartas desde Iwo Jima” que de “Salvar al soldado Ryan”). Nolan nunca ha podido contentar a todo el mundo.
Los que sí estarán contentos son los que piensan que los guiones de Nolan pecan de pesados y redundantes. No hay sobreexplicación ninguna (o explicaciones a secas) en "Dunkerque". Ni mucho menos chascarrillos repetitivos, en un guión en el que los diálogos están tan racionados como las balas. Donde otros directores que se han adentrado recientemente en terreno bélico, como Mel Gibson, cojearon, Christopher Nolan arriesga y gana saltándose cualquier tipo de prólogo, y casi de epílogo, para centrar el 99% de la cinta exclusivamente en el rescate de los soldados. Sí coincide con Gibson en la decisión de despersonalizar al enemigo, pero de una forma más consciente e inteligente, convirtiéndolo en una amenaza invisible que casi roza lo sobrenatural. No hay ningún soldado alemán al que odiar, ningún general para infundir miedo, no vemos más que los aviones, las atronadoras y aleatorias bombas, y los disparos que parecen salir de ninguna parte. Libre de sus habituales lastres, la dirección se convierte en un auténtico espectáculo y un ataque a los sentidos como no se ha podido disfrutar en pantalla grande desde aquella orgía que fue “Mad Max Fury Road”. "Dunkerque" cuenta además con una de las mejores aportaciones de un Hans Zimmer totalmente desatado, una banda sonora que es puro nervio, llena de cuerdas fuera de control y un uso constante de sonidos desasosegantes que convierte, una vez más, a una cinta de Nolan en una experiencia apabullante a la que no puedes buscarle peros hasta un buen rato después de haber dejado la sala.
Los grandes perjudicados de "Dunkirk" son el reparto, que caen ante el planteamiento de mantener a los protagonistas rozando el anonimato, hasta el punto de que muchos de sus personajes ni siquiera tienen un nombre acreditado. Quizás Fionn Whiteheart (debutante en la gran pantalla), Cillian Murphy (“La joven de la perla”, 2003) y Mark Rylance (“El puente de los espias”, 2015) sean quienes salen mejor parados, por el papel de sus personajes en la historia, mientras que por el contrario las aportaciones de Kenneth Brannagh (“Hamlet”, 1996) o del cantante Harry Styles son casi testimoniales, y Tom Hardy (“El renacido”, 2015), pese a tener el rol más agradecido después de Rylance, tiene poco más que hacer, de nuevo, que gruñir bajo una máscara. Porque los verdaderos protagonistas de "Dunkerque" son el miedo, la urgencia, y el peligro, la incertidumbre de no saber dónde caerá la próxima bomba o la muerte abriéndose paso en forma de muralla acuática en un acojonante plano rodado en vertical. Poco tienen que hacer estos grandes actores cuando el director se ha propuesto más que nunca ofrecer una experiencia antes que contar una historia. Todos cumplen su papel, pero no hay qué remarcar.
Christopher Nolan ha demostrado ser un director valiente que no tiene ningún interés en vivir del fanservice. "Dunkerque" puede que no sea su mejor película, y desde luego no es la más personal, pero sí la más visceral. Un espectáculo brutal que te clava en la butaca del primer al último minuto, gracias a la complicidad de un equipo que ha entendido las intenciones del director a la perfección. Y por fin, libre de sus peores defectos.