Con Ridley Scott uno nunca sabe qué esperar. En los 17 años que han pasado desde “Gladiator”, su último taquillazo indiscutible, el director ha estrenado 14 cintas (y producido infinidad de películas y series) en las que ha ido tocando todos los palos, unas veces con más acierto que otras, pero siempre sin miedo ni pudor y con una osadía admirable para un señor que ya va por los 80 años. Ahora, un año después de una última aportación a la saga “Alien” que no ha gustado a casi nadie (y que aún así no tiene intención de abandonar), nos trae "Todo el dinero del mundo", un thriller basado en hechos reales donde el inglés nos recuerda por qué está donde está.
Dejando a un lado la polémica de Kevin Spacey (que sea dicho, no podrían haber resuelto mejor), la cinta sobre el secuestro del nieto del millonario John Paul Getty es toda una demostración de vigor por parte de Ridley Scott, quien nunca se libra de las críticas incluso cuando realiza buenos trabajos como “El Consejero” o “Marte”. "Todo el dinero del mundo" puede ser la película más “clásica” de Scott desde “American Gangster”, un thriller sin artificios donde las actuaciones y la propia historia lo dicen todo.
Y es que dicha historia tiene lo suyo. Paul Getty III, nieto del hombre más rico del mundo, es secuestrado en Italia. Cuando los raptores se ponen en contacto con su madre, Gail, que vive alejada de los Getty, ésta tiene que enfrentarse al millonario y a sus negativas a pagar el rescate.
Más allá de la por momentos excesiva dramatización de lo que ocurre, hay que estar recordándose a cada poco que ésto ocurrió de verdad. Cuando vemos que Getty, en plena crisis del secuestro, coloca en su casa una cabina telefónica para no tener que pagar las llamadas de sus invitados, nos dan ganas de reir, pero no podemos evitar una sensación de mal cuerpo ante otro acto de tacañería incomprensible de una persona que vive únicamente por y para el dinero.
Porque es este John Paul Getty, por obra y gracia de un inmenso Christopher Plummer (primera opción de Scott para el papel, que la productora acabó otorgándole a Spacey... y lo demás es historia) es el agujero negro que absorbe todo lo que ocurre en la película. Un cretino bañado en oro que asegura haber sido un emperador romano en otra vida y que es capaz de gastar en antigüedades los millones que no invierte en la vida de su nieto. Getty, poderoso y turbio, responde a un tipo de personaje que Plummer conoce demasiado bien y con el que se siente cómodo, con la ventaja añadida de no tener que sepultarse en maquillaje como le pasaba a Spacey. A su lado, tanto Michelle Williams (“Blue Valentine”, 2010) como Mark Wahlberg (“Dolor y dinero”, 2013) empequeñecen. No es que hagan un mal trabajo, pero ni la sufrida Gail Harris ni el solucionador de problemas -no demasiado definido- Fletcher Chase tienen el tirón suficiente para mover la película sin la ayuda del tío Gilito malvado que interpreta Plummer. Sólo Romain Duris (“Los seductores”, 2010), en el papel de Cinquanta, uno de los captores de Getty III, consigue hacerle algo de sombra pese a que su personaje, lo que tiene de carismático, también lo tiene de cliché; el del tipo que te secuestra pero en realidad no es tan malo, un carácter que choca de frente con la suspensión de incredulidad que Plummer se salta a la pata coja.
El guión de David Scarpa, que adapta el libro homónimo de John Pearson, cae en no pocos tópicos que entorpecen el trabajo del director. Scott no es David Fincher y deja de lado el enfoque ultrarrealista en busca del efectismo (lo que por otra parte no es nada nuevo en su filmografía), pero esto le acaba jugando en contra en más de una ocasión. Pese a esto, el director demuestra seguir en plena forma y maneja la tensión con un pulso envidiable, dejando para el recuerdo escenas como la del corte de oreja, que causa más impacto que sus dos últimas entregas de “Alien” juntas.
"Todo el dinero del mundo" no es otra de las superproducciones de Ridley Scott, pero tampoco es una de sus películas “menores”. La historia de Getty se queda en un extraño punto medio, acosada por la polémica y repudiada por la legión de detractores que no van a pasarle ni una al realizador. De todas formas, si bien no es una obra memorable (es lo que pasa cuando el listón está a la altura “Blade Runner”), el film es un gran thriller sin demasiadas pretensiones sobre una historia que uno no puede terminarse de creer. Una historia de dinero, de avaricia y de horror, pero también la historia de un inagotable director octogenario que año tras año va contando historias sobre lo peor del ser humano. Quizás no siempre acierte, pero esperemos que siga sin dejar de intentarlo.