Somos lo que hay es el claro ejemplo de que por muy buenas actuaciones, por muy buen diseño de producción y por más que la dirección se esmere, un guión puede arruinar una película.
El arranque del film es muy prometedor, presenciamos el extraño fallecimiento de un hombre en medio de la calle tras haber estado escupiendo una substancia negruzca. Sin que los transeúntes parezcan inmutarse, un raudo equipo de limpieza borra el rastro de lo ocurrido. Tras este inicio, aparentemente tan intrigante, la película va desinflándose argumentalmente, obviando las preguntas que se plantean en su origen pues, ni dan una explicación explicita de lo ocurrido ni utilizan la metáfora de la indiferencia social en ningún momento.
El film se pierde desde el instante en el que se descubre la pretendida costumbre caníbal que se le adjudica a la familia protagonista. A partir de ese momento todo lo que acontece se reduce a la caza de esta peculiar manada humana asesina que cae a la primera de cambio en las redes de la policía, una policía que es irónicamente representada tan corrupta como inepta -otra gran incongruencia de guión-. En definitiva, se convierte en un simple y soso producto de acción que, para más inri, tiene expectativas de tener una segunda entrega.
Teniendo en cuenta las dificultades que hoy en día conlleva hacer cine dada la coyuntura económica, es una verdadera lástima que este proyecto no llegara a consumarse como un buen film dado el enorme potencial que tenía. Es inevitable pensar en el hecho de que hay una falta de amor por el arte detrás y probablemente de ahí la decepción contenida en estas líneas.