Ryan no quería dejar las cosas como estaban. Su ego es demasiado grande e insaciable -sin ánimo de acritud a su persona-, y si por un lado opta por mostrar verdades en pantalla al tiempo que se rie de to cristo, por otro lado no podemos dejar de pensar en que no hay publicidad mala y por mucho que defenestre a sus dianas, al fin y al cabo la propia mención de estas es darles una relevancia.
Sea como fuere, “Deadpool 2” por lo menos no intenta ser otra cosa que una comedia negra familiar, tal y como se autodefine. Por lo tanto, no hay que perder el tiempo en buscarle sentido o mensajes, pues la máxima profundidad del film radica en los ojetes que aparecen. Tal cual suena.
Subiéndose al vertiginoso tren actual de los superhéroes -saliendo a propósito poco después del estreno de “Infinity Wars”- y dado que el actor protagonista, Mr. Reynolds, es un fan absoluto, tras emprender e impulsar personalmente la aventura de calzarse las botas de “Deadpool”, ha reunido todas las fuerzas posibles, superando sendos obstáculos, para hacer esta secuela. Una segunda parte tan gamberra como la primera, más sangrienta y, desgraciadamente, con una carencia de sexo decepcionante que, por mucho humor que haya…
El argumento es prescindible y no es más que una excusa para los perversos planes de los guionistas que parecen haber tenido carta blanca para colar proponer barbaridad tras vulgaridad, para luego haber pasado el filtro de la negociación con estamentos superiores en pro de una dulcificación y depuración, haciéndola “admisible” dentro de lo que el producto pretende ofrecer. Y digo pretende porque no nos olvidemos de que este es un film americano y para más datos, de Disney… Por mucho que haya tenido la deferencia de poner en nuestras mentes “Human centipede” (Tom Six, 2009) no deja de tener límites morales.
El film es harto sencillo y se centra en mostrar a su atípico “antihéroe” de escena en escena de acción con el máximo destrozo de vidas posible. La desensibilización es tal que se contradice a sí misma, pero como hemos dicho anteriormente, poco importa cuando no tiene pretensión alguna más que divertir al personal. El tono general es soez, sí, pero aunque para su país de origen pueda ser muy transgresora, nada más lejos de la realidad adolescentiloide de la que hace gala.
Se podría decir que “Deadpool 2” es, salvando las distancias, como la “Spaceballs” (Mel Brooks, 1987) de los superhéroes, cosa que le da un estatus de “opción visible” que otras películas contemporáneas de similar temática empiezan a perder. El entretenimiento está asegurado, y aunque se ha exagerado superlativamente con las reacciones a las escenas post-créditos, si es cierto que te ríes mucho con ellas y sales de la sala aun con la sonrisa, un punto muy favorable cuando vas a ver una comedia, ¿no?