Nadie esperaba una secuela de "Sicario". La película de Dennis Villenueve era un artefacto perfectamente medido (como todo lo que hace el canadiense) que cerraba justo como tenía que cerrar y no dejaba más cabos sueltos que esos con los que la imaginación del espectador quisiera especular. Pero tres años después, sin Villenueve tras la cámara, ni Emily Blunt, ni la fotografía de Roger Deakins, ni la música del fallecido Johann Johannsson, nos llega "Day of the soldado", con el objetivo de introducir a los protagonistas (masculinos) de "Sicario" en una nueva misión que nos cuente un poco más sobre la situación en la frontera y sobre ellos mismos.
Quien sigue en el barco es Taylor Sheridan, guionista de la primera entrega que ha sabido dejar en manos de Stefano Sollima un libreto compacto y suficientemente bien atado para que "Day of the soldado" escape a la etiqueta de “innecesario”. Entre ambos confeccionan una cinta aún más seca, pesimista y violenta que su predecesora, que al igual que ésta, no termina de ahondar en el conflicto narco -como esperamos que sí haga Ridley Scott en su próxima adaptación de “El poder del perro” (por cierto, que el Art Keller perfecto es Josh Brolin y ya está pillado)- y que, tras un prólogo engañoso y prescindible, que recurre a usar el terrorismo islámico como McGuffin en una película que no lo necesitaba en absoluto, tarda poco en meterse en barrena y arrojar a Matt Graver (Josh Brolin aka Thanos) y Alejandro (Benicio Del Toro aka “Che”) a las fauces de los cárteles a los que tienen que tocar las narices de nuevo -esta vez secuestrando a la hija de un jefe- con la esperanza de crear una guerra narco que facilite la acción estadounidense sobre el terreno.
Llama la atención especialmente la ausencia de Kate (Emily Blunt aka Poppins), que aportaba una mirada limpia, moral y femenina a la primera película. Sin ella en medio, "Sicario" se convierte en el festival de Brolin y Del Toro, que se tiran de cabeza al barro y que llegado el momento tendrán que acabar ejerciendo de brújulas morales para sí mismos. Porque en ellos ponen Sheridan y Sollima el foco, sobre todo en Alejandro, que tendrá que tomar alguna decisión aparentemente incoherente en su búsqueda de la redención que no pudo encontrar en la primera parte. Con el secuestro de fondo -imitando el estilo de su predecesora-, y una historia paralela que se acabará por cruzar con los protagonistas, la nueva "Sicario" lo apuesta todo a Del Toro, que ahora tiene que ser mucho más que un secundario badass y se carga todo el peso de la película sobre sus hombros.
Hay que recalcar que Stefano Sollima no es Dennis Villenueve. Es un detalle importante, porque el segundo es una garantía de que vas a ver una buena película independientemente del género que ocupe. Pero el italiano, que viene de 'Suburra' y la serie 'Gomorra' está de sobra cualificado para una cinta como la que nos ocupa. Así, el magnetismo visual de Villenueve/Deakins deja paso al realismo sucio de Sollima, que con la fotografía de Darius Wolski nos mantiene de rodillas en la arena y retrata una frontera mucho más amenazante e imponente que la que vimos en la cinta original. También con él ganan dinamismo las escenas de acción (hay más, y mejores), aunque palidezca su planificación de un crescendo de tensión, como la escena de la autopista de la primera parte. En su último tramo, la Sollima y Sheridan atan algunos cabos tirando de casualidades, lo que puede parecer muy fuera de lugar en una película de estas características, pero que por otro lado parece algo que encajaría en el universo creado por Dennis Villenueve, muy propenso a utilizar este tipo de recursos. Si obedece a algún tipo de plan superior o es sólo una forma barata de cerrar una trama, es algo que quizás descubramos cuando llegue la, ahora anticipada, tercera entrega.
Nadie la esperaba, y nadie la había pedido, pero "Sicario: Day of the soldado" ha sobrevivido a la nube negra que tenía encima cuando apareció el primer anuncio. Si bien no aporta nada a la primera entrega, que ya es redonda tal como está, resiste suficientemente bien como para ser más que un mero complemento. Habrá que ver en qué berenjenales pretende meter Sheridan a estos tipos duros para cerrar la trilogía, por el momento ha conseguido que sigamos interesados en ellos. Y es que las secuelas, igual que los hombres malos, a veces pueden ser buenas.