Siguiendo la dinámica que el capitalismo utiliza para plasmar una falsa creencia de libertad en sus consumidores, este indescriptible film, hace uso del absurdo truco de la autocritica para que, aun viendo lo pésimo que es, creas que el simple hecho de admitirlo lo convierte en bueno. No nos dejemos engañar, si el producto no funciona es que no funciona, es más, puede que ni haya producto.
Lo que, en un principio, parece una parodia de los films americanos de terror de los años 50, acaba convirtiéndose en un sinsentido incapaz de arrancar la más mínima risa. El uso indiscriminado de despropósitos nacidos de un surrealismo, del que el propio director debería dar explicaciones, llega a un punto en el que se hace tedioso e innecesario a no ser que la intención no sea otra que evitar hacer una película. No es de extrañar, pues, que el primer trabajo de Quentin Dupieux lleve, irónicamente, el título de “Nonfilm”.
Es casi pornográfico el despilfarro que se ha hecho con la realización de Rubber, y no sólo por lo que a la parte económica se refiere, la parte técnica y los actores también han sido sobreexplotados para crear esta potencial comedia que confunde hasta límites insospechados pues, si bien por un lado puede pretender ser una crítica a la producción Hollywoodiense no deja de utilizar su esquema para ello.
En definitiva, una gran tomadura de pelo.