Karyn Kusama, después de la estupenda “The Invitation”, se sumerge en los más profundos infiernos del cine negro para traernos “Destroyer”, una historia de redención y de deterioro -físico y emocional- que cuenta con Nicole Kidman como estrella indiscutible.
Kidman interpreta a Erin Bell, una agente de policía de Los Angeles que trabajó infiltrada en una banda de atracadores de bancos y que años más tarde de su fatídica salida de la misión, totalmente derrotada por la vida y por los fantasmas de su pasado, descubre que el jefe de dicha banda está de vuelta en la ciudad. Bell tendrá que recomponerse de las ruinas para enfrentarse a este regreso.
Una premisa simple pero que le basta a Kusama, más interesada en retratar la decadencia de Bell y de la propia ciudad a través de sus ojos que en armar una trama compleja (algo que demuestra la poco inspirada revelación final). “Destroyer” es un circo de una sola pista donde no hay nada ni nadie capaz de hacer sombra a Kidman. Y no es porque Sebastian Stan (“Yo, Tonya”, 2017) o Toby Kebbell (“Cuatro fantásticos”, 2015) no hagan un buen trabajo en los papeles de compañero y antagonista respectivamente, pero es que lo de la australiana está a otro nivel. Kidman, casi irreconocible como la derrotada Erin Bell del presente, nos contagia la desoladora visión del mundo que le rodea y nos transmite la desesperación de alguien que necesita hacer al menos una cosa bien antes de que se acabe su tiempo. Porque eso es “Destroyer”, estilismos aparte; el retrato frío y pesimista de una ciudad en decadencia y de una persona destruída que debe enfrentarse a su pasado.
Kusama nos condiciona desde el primer minuto con un trabajo tras la cámara triste y enrarecido, en el que abundan los primerísimos planos de la envejecida Kidman y una ambientación de la ciudad que recuerda tanto al Los Angeles de “Heat” como a las turbias localizaciones de “True Detective”. La música de Theodore Saphiro, que contrasta con el rock desértico de Kyuss o Sleep que escuchamos en los flashbacks de la banda -grupos de sonido pesado y arrastrado como la propia película- complementan la fotografía casi feísta de Julie Kirkwood, y juntos crean uno de los retratos de la ciudad californiana menos apetecibles que se han podido ver en los últimos años. Todo sea por resaltar el pesimismo de Kusama.
Alejada del misterio de su anterior largo (que tampoco era precisamente alegre), Karyn Kusama nos trae en “Destroyer” un noir intimista y desencantado, y lo deja todo en manos de una espectacular Nicole Kidman cuya sola actuación hace que valga la pena el visionado. Si bien no ofrece nada nuevo y puede pecar de pasarse un poco de pedante, siempre hay que agradecer un thriller cocinado a fuego lento y que se preocupe más por la maltrecha psicología de sus protagonistas que por llenarlo todo de tiros y explosiones. “Destroyer” es, en cualquier caso, una experiencia interesantísima. Y Karyn Kusama un nombre a tener cada vez más en cuenta.