Alita, caída del cielo
Alita: Ángel de combate (2019, Robert Rodriguez)

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Original

“Alita” es la nueva propuesta de Robert Rodríguez para la pantalla grande, y viene armada con todo: 3D dolby visión y dolby atmos, al puro estilo de su productor James Cameron. Lejos del imaginario naturalista de éste con su “Avatar”, el film del mexicano se va al ciberpunk con una adaptación del manga GUNNM creado por Yukito Kishiro.



La apuesta es aparentemente grande; se trata de una historia compleja, con unos mínimos técnicos necesarios muy elevados, alrededor de la cual se ha creado una gran expectación. Y, salvando las distancias, pues la película que nos ocupa no es fallida, se percibe un resultado emocional similar al que tuvimos con “Ghost in the shell” (Rupert Sanders, 2017). Irónicamente, aun tratándo de cyborgs, carecen de corazón.

Aunque te pierdes en un argumento de múltiples giros y apresuradamente desarrollado -es lo que tiene apretar una historia en la que la protagonista cambia tan pronto de cuerpo como de trabajo-, esto no resulta un escollo para los amantes de la acción. “Alita” aporta unas grandes dosis de escenas de lucha que sorprenden ante el prejuicio creado por la “inofensiva” apariencia de la protagonista dotada de una fuerza inhumana, una capacidad de combate inusitada y una férrea voluntad. Empero, las posibilidades casi ilimitadas que los efectos digitales ofrecen -o prometen- no se aprovechan en su máxima expresión, algo que va restando progresivamente y que deviene, desgraciadamente, en algo repetitivo. Interesante es también el diseño de producción, por lo que a la creación de un mundo “futurista” hecho de -literalmente- despojos de una civilización avanzada y devastada tras una gran guerra. Algo recurrente en este tipo de género, y que en “Alita” es una ventaja para justificar sus lógicas limitaciones.





Así pues, estamos ante un film puramente de acción bastante vacío por lo que a mensajes se refiere y que usa tangencialmente sus referentes que, a la postre, pretende erigirse como una saga -o por lo menos con, mínimo, una segunda parte conclusiva-. Y probablemente tenga el éxito deseado, taquilla no le faltará, pero planto serias dudas respecto a si llegará a apasionar realmente, a crear un antes y un después o a ser un film a recordar precisamente por lo aséptico que es. Hay una gran carencia de empatía por personajes y situaciones que en otras manos hubieran aportado al espectador lo que merece: emoción. Sin pensar demasiado, a años luz quedan obras maestras como la original de la mencionada más arriba: “Ghost in the shell” (Mamoru Oshii, 1995), “Akira” (Katsuhiro Otomo, 1988) o “A.I.” (Steven Spielberg, 2001), por poner un caso del mismo continente. Éstas consiguen más tensión, más vida con una escena que toda “Alita” y ni que decir tiene que la superan en cuanto a carga filosófica de manera estratosférica. Un ejemplo rápido con cero spoilers: la película de Rodríguez usa en su tráiler la frase “los poderosos explotan a los débiles”, pero descubrimos que se trata de un artificio contextual -o puesto por tendencia para arrastrar a mentes inocentes- más que un elemento fundamental puesto en práctica en imágenes, dejando en la esperanza frustrada lo ver una lucha de clases y reduciéndolo todo a un cúmulo de individualidades por parte de los personajes principales.



   

 

Sin poner en duda que este producto está hecho para la gran pantalla, ni que entretendrá al ávido consumidor de maíz y refrescos azucarados, simplemente advierto de la decepción que resulta ante grandes expectativas, enormes posibilidades y el gran deseo de sentarse en la butaca del cine e deslumbrar las pupilas con una obra de arte que pretenda serlo, como mínimo, para marcar la diferencia.




Por Silvia García Palacios